La plataforma de lanzamiento se abre lentamente. El aire que el avión militar corta a una velocidad de 250 kilómetros por hora ejerce una presión indecible hacia el interior de la aeronave; los cuerpos vulnerables dependen del cable ancla al que están sujetos, formados en hilera en espera de su turno. La mente tiende a descontrolarse ante el vacío. Ella solo piensa en sus hijos y se repite: “Arriba solamente Dios, abajo la Tierra, pero nosotros vamos del cielo a la misión”. Entonces se lanza a mil 500 pies de altura para caer a una velocidad de cinco metros por segundo.
Tiene 19 años, hace 16 meses asistió a la exposición militar “La gran fuerza de México” y de regreso a casa pidió permiso a sus padres para enlistarse como soldado. En su natal Monterrey dejó a sus dos hijos y viajó a Ciudad de México para causar alta en el Ejército y alcanzar su anhelo de realizar salto libre de un avión a 15 mil o 18 mil pies de altura. La soldado fusilero paracaidista Aurora Catalina Valencia hizo un salto de rampa y está a un salto y un día de graduarse.
“Yo siento una mezcla de miedo-adrenalina cuando encienden los rotores. No me apena decir que me da miedo porque nunca hay que perderle el miedo al paracaídas. Jamás. Le tenemos respeto porque en el momento en que uno sale no sabe lo que puede llegar a pasar”, dice esta joven regiomontana.
Ella es de Las Chutes pioneras, de las pocas mujeres que se han enlistado en esta brigada de fusileros paracaidistas que desde hace 2 años acepta mujeres entre sus filas. Es una de las 80 militares femeninas entre un total de 2 mil 200 elementos que integran todo este conjunto: Cuartel general; el primero, segundo y tercer batallón, fuerza especial y los instructores del Centro de Adiestramiento.
“Debemos tener en cuenta que esta es una actividad de riesgo. Hay que arrojarse desde un avión con la confianza de que la tela del paracaídas nos va a proteger. Y eso es algo para lo cual se necesita valor”, dice el coronel de infantería paracaidista Vicente Mandujano, comandante del tercer batallón.
Creada en 1946, esta brigada es una unidad militar de élite perteneciente a la Fuerza Aérea Mexicana, que tras una ardua y disciplinada formación realiza misiones de rescate de rehenes y todo lo relativo a la seguridad del país.
El cambio cultural de trabajar en equipos integrados por mujeres y hombres aquí solo tiene un fin: la eficiencia. “Nosotras nos acoplamos al batallón”, resume Aurora, pero su comandante, Vicente Mandujano va más allá: “Nos acoplamos tanto los hombres que ya estábamos aquí, como las mujeres que están llegando y logramos entendernos… todos hacen exactamente las mismas actividades”.
El esposo de Aurora es también paracaidista de las Fuerzas Especiales de esta institución castrense. Su hijo mayor anhela seguir los pasos de sus padres, enlistarse y saltar en paracaídas.
El Comandante Mandujano dice que la cultura machista mexicana indica que la mujer debe estar en el hogar, “pero esta institución ha hecho esfuerzos por abrirse… el principal reto es saber cómo tratarlas, en mi experiencia la clave es simple: con respeto e igualdad”.
Con información de Milenio