Durante meses, cientos de damnificados por el sismo del 19 de septiembre de 2017 en la Ciudad de México han vivido lo indecible bajo techos de lona en condiciones insalubres, entre la basura; han soportado las inclemencias del tiempo, enfermedades, un incendio, inundaciones. Largas han sido sus noches de insomnio ante un futuro incierto.
Todo comenzó aquel fatídico martes cuando el reloj marcó las 13:14 horas. Apenas recuperados del susto, muchos corrieron a los hospitales; otros a los cementerios. Luego surgieron los conflictos intragrupales causados por presuntos intereses políticos, las desavenencias por la falta de ayuda. La desesperación llevó a los damnificados a bloquear avenidas para expresar su tragedia, su desamparo, su impotencia.
La adversidad los atemperó y comenzaron a organizarse. Hoy están unidos y han aprendido a compartir sus precarios refugios donde cabe todo, hasta las mascotas. Algunos siguen esperando el apoyo de las autoridades de la Ciudad de México y aceptan las donaciones de la sociedad civil; otros se concentraron en conservar sus empleos para sobrevivir.
En vísperas del segundo aniversario de la tragedia, su dolor se reaviva. Pero, lejos de postrarlos, elevan su demanda al gobierno de Claudia Sheinbaum y le exigen un regreso digno y seguro a sus casas.
“No es por gusto”
En el campamento de la Unidad Habitacional Tlalpan, habilitado sobre una cancha deportiva, cohabitan 15 familias que perdieron su vivienda en ese espacio a cuyas orillas se acumula la basura que impregna el entorno de fetidez. Ahí no llega con regularidad el servicio de limpia de la alcaldía Coyoacán.
Los ladridos de un cachorro alertan a los vecinos de la presencia de la reportera y el fotógrafo. Al fondo se escucha música y ladran otros perros.
Rocío Ballesteros, una de las pocas mujeres que acepta dialogar, se queja: “Ha sido muy difícil para nosotras. Al principio fue muy desgastante porque venimos de ideas, familias y costumbres muy diversas”.
Ella vive en una carpa con su hija de siete meses. Antes del temblor habitaba en el cuarto piso del edificio 3B, uno de los 10 del antiguo Multifamiliar Tlalpan. En su buhardilla, donada por la Fundación Techo, vive con su otro hijo y su madre; la de al lado la ocupan uno de sus hermanos y su familia.
A finales de 2018 hubo un incendio que en pocos segundos consumió las lonas. El siniestro les hizo ver que no tenían una salida de emergencia y se pusieron a resolver esa falla. Luego vinieron las inundaciones y la humedad que detonó enfermedades respiratorias, gástricas y dermatológicas; de todo tipo, cuenta Rocío.
Tras la queja, reflexiona: “A lo mejor las autoridades sí están preocupadas por nosotros, pero no entienden la magnitud de lo que es vivir aquí. Ellos salen de su chamba y llegan a su casa, comen y duermen calientito. Yo llevo dos años comiendo atún, cosas enlatadas y embutidos, cosas rápidas porque en una parrilla eléctrica no se puede hacer gran cosa”.
Al igual que los 9 mil 305 representantes de familias damnificadas, Rocío recibe del gobierno capitalino 4 mil pesos al mes como ayuda para rentar un espacio mientras le entregan su departamento rehabilitado. Y justifica por qué sigue en el campamento:
“En el departamento vivíamos mi mamá y su esposo, mi hermano con su esposa, mis hijos y yo. ¿Crees que 4 mil pesos nos alcanzan para rentar un lugar donde quepamos todos? No. La zona es muy cara. No encuentras un departamento para tres familias a ese precio.”
Tampoco, dice, quiere exponer a su hijo mayor a otro shock, como el que sufrió cuando lo cambió de escuela.
“No estoy aquí por gusto –dice–. Si por mí fuera, estaría en mi casa. ¿Quién no quiere su casa? Nosotros no pedimos otra cosa más que una casa digna, 100% segura y 100% habitable.”
“De las desgracias, victorias”
Del otro lado del Multifamiliar Tlalpan, en el parque de la calle Álvaro Gálvez y Fuentes, está otro campamento. Tiene 25 “casas” levantadas entre bancas de cemento y árboles de donde sujetan las lonas para cubrir la techumbre. Los afectados también fueron beneficiados con donaciones de casas prefabricadas. Algunos aprovecharon el espacio y colocaron cercas de madera para delimitar sus patios donde colocaron macetas y juguetean sus mascotas.
Como la entrada coincide con un acceso al Multifamiliar tienen vigilancia policiaca permanente y el gobierno capitalino les adaptó enormes tinacos, baños portátiles e iluminación.
Al fondo de ese campamento vive María Guadalupe Padilla Mendoza con una de sus hijas. Ella vivió 42 años en el cuarto piso del edificio 4A. Hoy, su “casa” destaca por el tamaño y la altura, pues tiene un espacio grande donde juegan sus 10 perros; en el segundo piso construyó su recámara.
“Vivir aquí ha sido muy difícil. El temblor no sólo nos dañó en lo material y lo físico; también afectó el entorno familiar. A veces las donaciones materiales despiertan el interés equivocado y, en mi caso, eso rompió la relación con mi hija mayor”, cuenta.
Lupita, como le dicen sus vecinos, cuenta que los días posteriores al sismo sus familiares de Tijuana y Estados Unidos le enviaron donaciones que distribuyó entre sus vecinos. Pero comenzaron los problemas cuando su hija se unión a la organización Damnificados Unidos Ciudad de México (DUCDMX).
“Esa gente ni vivía ni vive aquí ni son dueños de nada. Son arribistas que, como pasa en todas las desgracias, agarraron la bandera del Multifamiliar con tintes políticos”, dice.
Junto con la agrupación Damnificados Unidos de Benito Juárez, Coyoacán, Cuauhtémoc y otras 10 alcaldías –que representa a afectados de distintas colonias–, la DUCDMX se ha destacado por sus marchas y bloqueos en demanda de la reconstrucción de las viviendas dañadas.
Lupita cuenta que, a partir de las diferencias con integrantes de la DUCDMX, ha vivido bajo acoso, amenazas, asaltos y golpes; no tiene acceso a los servicios básicos –agua y sanitarios– que da el gobierno a todo el campamento.
Cuenta que estuvo en prisión cuatro días, acusada de una presunta agresión a una persona con discapacidad dentro del campamento: “Me acusaron de algo que yo no hice. Tengo pruebas, videos y dos testigos”.
Pese a esa hostilidad, tiene la esperanza de recuperar su departamento: “Fuimos víctimas de un desastre natural, pero no podemos sentarnos y victimizarnos toda la vida. Al contrario, de las desgracias hay que sacar victorias. La enseñanza es: no tengo, pues trabajo. Aquí todos están esperando que el gobierno y la gente les dé”, dice a la reportera.
–Si tiene esos problemas y recibe ayuda para renta, ¿por qué sigue aquí?
–Las rentas por aquí cuestan 8 mil pesos. Si me dan 4 mil, yo recibo 2 mil de pensión y si pongo dinero de mi trabajo nocturno como vigilante, ¿qué como, con qué me visto?
“Definitivamente no alcanza. Es una ayuda, pero no solventas el gasto. Por eso mucha gente del campamento quiere correr a meterse a su departamento como esté, porque ya no aguantan, están desesperados, pero no está bien, porque no están terminados y eso es peligroso.
“Yo lo único que quiero es que me den mi departamento seguro. Lo bonito yo se lo pongo porque estoy acostumbrada a vivir bien.”
Hartazgo y política
A dos años del sismo la animadversión de los damnificados de los campamentos del Multifamiliar Tlalpan hacia el gobierno de la CDMX sube de tono. En ese lapso han muerto 22 damnificados, la mayoría adultos mayores, que se sumaron a las nueve personas que perdieron la vida bajo los escombros del edificio 1C, el único que se colapsó por completo.
Ahí murieron abrazados los hermanos Julián y Jimena, de 11 y 6 años. Cuatro meses después, el 5 de enero de 2018, su abuela Martha Reyes resultó lesionada tras una trifulca en un mitin de campaña de Sheinbaum y días después murió. Su hija, Nayeli Flores Reyes, continúa participando en reuniones de DUCDMX con el gobierno local con la esperanza de obtener la ayuda de vivienda que el exjefe de gobierno, José Ramón Amieva, el comisionado para la Reconstrucción César Cravioto y la misma Sheinbaum le prometieron.
El pasado 29 de agosto Proceso presenció un breve altercado entre integrantes de DUCDMX con afectados del Multifamiliar durante la visita de supervisión a la obra que hizo Sheinbaum a la zona siniestrada. Llegó con más de una hora de retraso y comenzó a recorrer los edificios con los vecinos. Cuando se dirigía al 3B comenzó a llover.
Intentó cancelar el recorrido, lo que provocó empujones entre los vecinos en uno de los corredores.
“¡Tú ni vivías aquí!”, le gritaban a uno de los representantes de Damnificados; otros lo defendían: “¡Sólo queremos que revise nuestro edificio que va muy atrasado!”.
El aludido se paró frente a Sheinbaum y le soltó:
–¿Cuándo nos vas a entregar el edificio?
–Yo contigo no hablo.
–¿Por qué no? No me excluyas.
De repente, una mujer que vive en el campamento de las canchas tuvo un aparente desmayo. La misma Sheinbaum la auxilió hasta que llegaron los paramédicos a revisarla. Luego, la mandataria se dirigió a revisar otro edificio, ignorando el 3B.
Con información de Proceso