Beatriz, Eulogia, Manuela y Fabiola; cuatro mujeres indígenas originarias de los municipios más pobres de Los Altos de Chiapas, se graduaron como ingenieras solares en Barefoot College (Universidad de los Pies Descalzos) en India. A su regresó, enfrentan el reto de beneficiar sus vidas y las de sus comunidades.
Manuela vuelve a Chabajeval, una comunidad ubicada en el municipio El Bosque, permeado por la violencia; ella quiere que su hija y el resto de las mujeres del poblado, tengan oportunidades de estudio. Eulogia vive en Pantepec, para estudiar la educación básica ella y sus hermanas tuvieron que vivir en un albergue; considera que viajar a India rompió muchos paradigmas y reafirmó su convicción de luchar para mejorar el medio ambiente. Beatriz tuvo la oportunidad de estudiar Economía, pero ser mujer indígena vio limitado su oportunidad de trabajo, hoy señala que aprendió a generar su propia fuente de empleo, quiere construir paneles solares para 50 hogares. Fabiola habita en uno de los municipios más pobres de Chiapas, Mitontic, dice que ahora tiene el compromiso de romper el circulo de la pobreza.
Lorena Rojas Nucamendi no asistió a Barefoot College, pero fue el motor para que sucediera. Dicen que los hijos cambian la vida, la reorientan, o le ponen motor. En su caso así fue. Recuerda que el nacimiento de su primer hijo fue el punto de inflexión. “Lo vi y supe que había que cambiar el sistema de vida, asumir el cambio desde lo individual y la autogestión, encontrar quienes desde otras regiones y países, ya están trabajando en ello. Moverse en colectivo”. Esa fue la decisión que le hizo escribir a la Universidad de India.
“Seis años antes había leído sobre Barefoot College (Universidad de los Pies Descalzos), fundada en 1972 en la India, por Bunker Roy. Él planteaba que las soluciones a los problemas de las zonas más pobres del planeta, tenían que salir de las propias comunidades. Y que las abuelas de esas comunidades eran el vehículo para ello porque ellas están arraigadas y aman a sus comunidades, nunca van a abandonar a un hijo o un nieto. Esa vez no esperé más, les escribí. A la semana ya tenía una respuesta: mujeres de Chiapas podrían ser aceptadas”.
Lorena, Ingeniera en Sistemas Computacionales por el Instituto Tecnológico de Tuxtla Gutiérrez, ha viajado a diferentes países para participar en ferias de ciencias. Recuerda que dos meses después de escribirles, el representante para América Latina de Barefoot College ya estaba en Chiapas. Contactaron a autoridades de cuatro de los municipios más pobres del estado, y convocaron a “mujeres potentes, conscientes de la necesidad de impulsar cambios para el desarrollo, y con un alto amor a su lugar de origen”.
Mujeres mayores de 35 años, abuelas o madres, cuyo lazo familiar las arraigue a sus comunidades. No importa que fueran analfabetas o monolingües, porque el método de enseñanza de esa institución es empírico, y se especializa en capacitar a mujeres analfabetas o semianalfabetas.
Así llegaron Beatriz Gómez, tseltal de San Juan Cancúc; Eulogia Hernandes, zoque de Pantepec; Manuela Gómez, tsotsil de El Bosque; y Fabiola Ordóñez, tsoltil de Mitontic.
Las mujeres también tienen que aprender: Manuela
Manuela vive en Chabajeval. En noviembre de 2018 más de 2 mil indígenas del lugar fueron desplazados por acciones de grupos armados. La vida en el poblado no ha sido fácil, cacicazgos políticos, pobreza y desigualdad, han sido escenarios ante el que se han rebelado desde décadas anteriores, habitantes del lugar. Manuela creció ahí y forma parte de los hombres y mujeres que día a día trabaja para romper, desde su cotidianidad, un sistema que les somete.
Es madre soltera, la decisión de dejar a su única hija al cuidado de sus abuelos, no fue fácil. Tampoco salir fuera del país y comunicarse fuera de su lengua materna, el tsotsil. Pero los seis meses que duró la capacitación cambiaron la percepción que tiene de sí misma. “Ya no me siento la misma de antes. Me cambió aprender muchas cosas… nunca pensé que yo iba a poder aprender porque yo no tengo estudio. Pero cuando agarré el trabajo (de construir fotoceldas) lo hice ya muy rápido”.
A sus 45 años dice que ya no es la misma mujer. “Yo ya no soy la misma porque ya lo sé trabajar los mecanismos de la energía solar”, señala que su difícil español. Manuela no sabe aún cual será la forma para conseguir los recursos que permitan instalar celdas solares para iluminar las casas de Chavajebal. Lo único que de momento tiene claro es que tienen que convocar a hombres y mujeres de la comunidad y trabajar juntos.
El primer reto a vencer son las prácticas machistas. En Chabajeval, como en el resto de la región, a la mayoría de las mujeres les es negado el derecho a heredar la tierra, a recibir estudios. “Cuando una mujer quiere estudiar le dicen ‘si vas, vas a echar a perder tu vida, te tienes que quedar acá en la casa’. Pero sé que todos somos igual, hombres y mujeres, y las mujeres también tienen que aprender”.
“Yo no quiero que esto lo viva mi hija. No quiero que tenga miedo, no quiero que tenga miedo de salir. Que no se quede encerrada en la casa”.
Recuperé la curiosidad de niña: Eulogia
Para Eulogia, de 32 años, madre soltera, su principal aprendizaje fue el sentir que puede romper barreras. En la Universidad de los Pies Descalzos, compartió con 60 mujeres de diferentes partes del mundo que hablaban diferentes idiomas. “Eso no fue una barrera. O fue la primera barrera que rompimos porque nos pudimos comunicar. El tener metas y orígenes comunes nos hizo entendernos”.
Ella y sus seis hermanos nacieron en una comunidad de Pantepec. Cuando era pequeña, ella y su familia se trasladaron a la cabecera municipal. Recuerda que en ese tiempo eran monolingües hablantes de zoque. Fueron discriminados y su padre tuvo que internarlos en un albergue para que pudieran estudiar la educación básica.
Eulogia es madre soltera. Apegada a las prácticas y tradiciones de la región habitada por indígenas zoques, el dejar por los seis meses que duró la preparación, fue un reto. “Agarrar esa fuerza de voluntad de decir ‘hijo, te dejo, me voy por seis meses’ -él cumplió los dos años cuando yo estaba allá-, es un paso fuerte para las mamás, el desprenderse para hacernos más fuertes. Yo me hice más fuerte y él aprendió que no siempre voy a estar a su lado. Las mujeres hemos batallado para poder salir”.
Lo de la ingeniería fue otro aprendizaje, señala. “El sentir que lo podía hacer me motivó, me hizo sentir satisfecha. Recuperé la curiosidad que tenía de niña, la curiosidad que creo nunca debemos perder”.
Quiere transmitir esa curiosidad a otras mujeres, quiere que su hijo Héctor, de dos años, crezca con curiosidad del mundo y con el aprecio por su comunidad y sus valores como indígenas zoques.
“Entendí el valor que tienen las prácticas de conservación del medio ambiente”
Blanca vive en Mitontic, donde el índice de desarrollo es sólo comparable a los países más pobres de África. En la Universidad de los Pies Descalzos descubrió que a pesar de la pobreza, en su región los indígenas tienen prácticas que conservan el medio ambiente y que se deben preservar.
En Mitontic, ubicado entre las montañas, la obtención de agua es un triunfo. Allá los indígenas tienen que cavar fosas donde almacenar la que proviene de las lluvias. En ese lugar el tiempo parece detenido, las aulas de las comunidades son galerones hechos con madera, y las sillas pedazos de troncos. Aún así, el respeto que se le tiene a la tierra es compartido por niños y ancianos.
“Entendí el valor que tienen las prácticas de conservación. Supe lo que son energías renovables y eso es algo que quiero transmitir a los hombres y mujeres de mi comunidad”. A sus 37 años redescubrir la capacidad de aprender “es algo que agradezco”.
“Me gustaría que aún cuando no tenemos caminos, lográramos iluminar a las comunidades con energía solar. Me gustaría que tuviéramos luz para iluminar las escuelas, me gustaría que vieran a la energía solar como una alternativa que permite la conservación del medio ambiente”, señala Blanca.
El aprendizaje fue descubrir la autogestión: Beatriz
Beatriz, hablante de lengua tzeltal, logró estudiar Economía en una Universidad de San Cristóbal de las Casas, la ciudad más cercana a San Juan Cancún, el municipio donde nació. Sin embargo, cuando se graduó, las condiciones de discriminación por género y por raza, que se viven en Chiapas, le impidieron ejercer la profesión.
Para ella eso fue una decepción que casi la tira. Pero cuando se encontraba en este proceso, la invitaron al programa de capacitación de la Universidad de los Pies Descalzos. “Yo nunca había salido ni del estado de Chiapas. Por un momento pensé que así me iba a quedar así, sin oportunidades, pero vino esta oportunidad de conocer para aportar y beneficiar a las comunidades”.
Salir fue descubrir. “Allá en India no es más fácil la vida de la población, eso también fue una sorpresa porque una piensa que todo fuera de Chiapas es mejor. Pero también fue sorprendente el que a pesar de sus condiciones, hay mujeres de India y otros países, que logran salir adelante. Entonces yo dije: porqué acá no lo vamos a lograr también. Acá al menos tenemos como sembrar nuestra comida, tenemos un hogar y una naturaleza que nos abraza”.
Beatriz regresa renovada. A sus 34 años dice que el aprendizaje fue “entender que no nos debemos limitar. En mi caso fue no sentir que estudié la carrera (de Economía) pero no pude encontrar un trabajo. Ahora entendí que no debemos pensar en tener un empleo, sino abrirnos a otras posibilidades, generar mi propio empleo pensando en cambiar la vida de otras mujeres”.
Ellas ya conocen una realidad distinta. No va a ser fácil el retorno. Las personas y organizaciones que las financiaron las seguirán acompañando. A Beatriz, Eulogia, Manuela y Fabiola les faltan dos etapas: conseguir el recurso para que desarrollen en sus comunidades la tecnología que aprendieron, unos 2 millones de pesos para instalar al menos 50 centros de captación solar para hogares.
Y a largo plazo, también proyectan llevar iluminación a las comunidades rurales en sentido literal y metafórico, abriendo en Chiapas una universidad como la de los Pies Descalzos, donde se pueda replicar el método de enseñanza de India. Beatriz, Eulogia, Manuela y Fabiola serían las primeras maestras.
Con información de Aristegui noticias