Pierre Le Guennec, el electricista de Pablo Picasso, y su esposa Danielle, volvieron a sentarse este martes en el banquillo de los acusados por los centenares de obras del artista español que poseían, un tesoro valorado entre 60 y 100 millones de euros cuya propiedad genera controversia.
Condenados a dos años de cárcel exentos de cumplimiento y a devolver las obras a los herederos del maestro malagueño, la pareja de octogenarios logró en marzo de 2018 el Supremo anulara la pena y obligara a repetir la vista.
Frente al Tribunal de Apelación de París los acusados reiteraron la versión que ya habían defendido en el juicio anterior: que fue Jacqueline, la viuda de Picasso, quien les regaló las obras por la fidelidad mostrada.
Se trata de 271 obras pintadas entre 1900 y 1930, entre las que destacan nueve collages cubistas y litografías, pero sobre todo dibujos arrancados de cuadernos en los que el artista no paró de plasmar su arte de forma compulsiva.
Danielle aseguró que, a lo largo de 15 años de colaboración con los Picasso, dos veces al día hablaba con Jacqueline, la cual le entregó a la muerte del artista unos paquetes posiblemente para ocultarlos de la herencia, objeto de controversia con el resto de los herederos del pintor.
Posteriormente le pidió que se los devolviera, pero le dijo que guardara uno de esos paquetes, que contenía el tesoro.
Pierre, por su parte, reiteró ese testimonio y esgrimió como argumento de su buena fe el hecho de que durante 40 años permanecieron ocultos y que cuando quisieron venderlos acudieron a los herederos de Picasso.
Fue el hijo del pintor, Claude, quien conoció la existencia de ese conjunto de obras e, intrigado por su origen, presentó una denuncia en 2010 que ha llevado a los tribunales a los Le Guennec.
En 2015 fueron condenados en primera instancia, no por robo, puesto que ese delito había ya prescrito, sino por receptación, que no prescribe.
La pena fue confirmada en apelación al año siguiente, pero anulada por el Supremo en 2018.
La otra versión
Los herederos no se creen la versión de la pareja. Sostienen que Picasso no solía regalar obras sueltas, sino libros dedicados en los que, en ocasiones, incluía uno de sus dibujos.
Además, se extrañan de que los dibujos no estén firmados y de su buen estado de conservación si, como dicen los acusados, estuvieron durante 40 años guardados en una bolsa de basura en un garaje de su residencia del sur de Francia.
También recuerdan que la pareja mintió en primera instancia, cuando dijeron que las obras habían sido regaladas por Picasso, antes de rectificar en apelación que había sido su viuda la donante, una mentira que justificaron para proteger a los herederos.
Argumentos que convencieron en las instancias anteriores, pero que el Supremo consideró insuficientes para dar por probada la infracción.
Con información de Milenio