El jefe de seguridad del Vaticano, Domenico Giani, ha dimitido por la fuga de información confidencial sobre una investigación por presuntas irregularidades financieras, tras dos décadas al servicio de tres pontífices.
La Santa Sede informó hoy de la salida del comandante de la Gendarmería vaticana “para asegurar la debida serenidad a la investigación en curso” y “por amor a la Iglesia y fidelidad al Sucesor de Pedro”, se lee en un comunicado oficial.
El 2 de octubre se difundió una orden confidencial de medidas cautelares contra cinco trabajadores vaticanos en el marco de una investigación por supuestas irregularidades financieras y Gianni ha dimitido como responsable de la seguridad, pues el autor de esta filtración “sigue siendo desconocido”, aclara la nota.
Entre los cinco empleados a los que se les impuso limitaciones administrativas figura Tommaso Di Ruzza, director de la Autoridad de Información Financiera (AIF), un organismo de la Santa Sede instituido para la lucha contra el blanqueo de capitales.
El resto son Vincenzo Mauriello y Fabrizio Tirabassi, dirigentes de la Secretaría de Estado; una empleada de Administación, Caterina Sansone; y el jefe del Departamento de Información y Documentación, Mauro Carlino.
La Santa Sede consideró hoy que la publicación de la orden confidencial “perjudicaba gravemente tanto la dignidad de las personas implicadas como la imagen de la Gendarmería”, y se sabe que estos hechos han provocado el enfado de Francisco.
El Papa Francisco aceptó la dimisión de Giani y conversó “largamente” con él para expresar “su aprecio por su gesto, expresión de libertad y sensibilidad institucional” y por el trabajo que “ha realizado con humildad y discreción al servicio” de la Santa Sede.
Y le ha agradecido su “fidelidad y lealtad incuestionables” y haber creado “una atmósfera constante de tranquilidad y seguridad” en torno a los pontífices a lo largo de su trayectoria, acompañándoles y protegiéndoles por todo el mundo.
No es la primera vez que se divulga material confidencial de la Santa Sede. Ya ocurrió en 2012, a una mucho mayor escala, con el conocido como “Vatileaks”, el robo de documentos de Benedicto XVI por el que fue condenado su mayordomo, Paolo Gabriele.
O más recientemente, en 2015, con la divulgación de informaciones financieras en dos libros por la que el principal imputado, entre un total de cinco, fue el sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda, condenado y después puesto en libertad condicional por el Papa.
Esta nueva filtración de material sensible de la Santa Sede se produce mientras permanece abierta una investigación sobre presuntas irregularidades financieras e inmobiliarias en las que podrían estar implicadas las cinco personas mencionadas.
El pasado 1 de octubre, el Vaticano informó de que el promotor de Justicia (fiscal) Gian Piero Milano había ordenado la incautación de documentación y aparatos electrónicos en la Secretaría de Estado de la Santa Sede tras recibir varias denuncias el pasado verano.
El registro en busca de pruebas tuvo lugar en dos entes del Vaticano: la primera sección de la Secretaría de Estado y la AIF.
La operación surgió de unas denuncias presentadas al principio del pasado verano por el Instituto para Obras de Religión, el conocido como banco vaticano, y por la Oficina del Revisor General, este último encargado de auditar la administración vaticana.
Giani, con un pasado en los servicios secretos italianos, se unió en enero de 1999 a la policía vaticana como inspector general, bajo el pontificado de Juan Pablo II, hasta que siete años más tarde, en junio de 2006, se puso al frente de la Gendarmería.
Desde entonces se le ha visto como celoso escolta de los papas siguientes, Benedicto XVI y Francisco, corriendo junto al papamóvil o acompañándoles en sus viajes nacionales e internacionales.
En una entrevista difundida por el Vaticano, el ya excomandante explica que vive este momento “difícil” con “serenidad interior”, aunque no tenga ninguna responsabilidad directa en la filtración, y reconoce que estos hechos han causado “un grave dolor” al Papa.
Por eso, como jefe de seguridad del Estado pontificio, asume la responsabilidad y presenta su dimisión: “Como comandante he sentido vergüenza por lo ocurrido y el daño a esas personas”, afirma.
“Siempre he dicho y demostrado que estaba preparado para sacrificar mi vida para defender la de Papa, y con este ánimo he decidido dimitir para no dañar la imagen y la acción del Santo Padre”, sostiene.
Pero al mismo tiempo afirma que tras su decisión hay motivos personales.
“El Papa, por otro lado, conocía algunos de los problemas personales con los que cargo desde hace meses y mi deseo de dedicar mayor tiempo a mi familia, mi mujer y mis hijos”, subrayó.
Con información de el Informador