La aceptación de Evo Morales va camino de tambalearse. Los resultados preliminares de las elecciones generales en Bolivia apuntan, por primera vez, a un desempate. El voto, con más del 83% de las actas escrutadas, refleja una disminución de los apoyos al primer presidente indígena del país, que gobierna desde 2006 y se presentó a estos comicios pese a haber perdido un referéndum sobre reelección indefinida.
El candidato del Movimiento Al Socialismo (MAS) logra, de momento, un 45%, insuficiente para revalidar el cargo, y se enfrentaría al exmandatario Carlos Mesa en la segunda vuelta, prevista para el 15 de diciembre. El aspirante de la plataforma Comunidad Ciudadana, el líder más visible de una oposición muy fragmentada, obtiene, según los datos provisionales, el 38% de los votos.
Más de siete millones de bolivianos estaban llamados a las urnas este domingo en unas elecciones determinantes para examinar el estado de ánimo del país. El resultado arroja, en cualquier caso, un escenario de profunda división política en el que ahora serán decisivas las alianzas opositoras frente al presidente.
El objetivo de Morales ya no era superar el 60% de los votos como en 2009 y en 2014, sino evitar una segunda vuelta. Su victoria, sin embargo, parecía la opción más probable a tenor de las encuestas.
Al final, según los resultados preliminares, pesó ese 15% de indecisos que añadía incertidumbre a las elecciones. El desapego de una parte de los votantes tradicionales del MAS y el impulso de sus adversarios, que en algunos casos ni siquiera le reconocieron como candidato, se debían a las circunstancias mismas de su postulación.
Bolivia se partió en dos el de febrero de 2016. Fue cuando el mandatario perdió por la mínima una consulta popular sobre reelección indefinida. No obstante, el Constitucional le reabrió la puerta a repetir y, sobre esa base, el Tribunal Supremo Electoral habilitó el pasado mes de diciembre su candidatura para un cuarto mandato consecutivo.
Esa decisión intensificó la batalla política con la oposición, que lo acusa de haber emprendido una deriva autocrática. Esa tensión se vio hoy, durante la jornada electoral, especialmente en la ciudad de Santa Cruz, un bastión opositor.
El arresto de un centenar de jóvenes en la sede de campaña de la plataforma Bolivia Dice No, de Óscar Ortiz, derivó en altercados. Las autoridades alegaron, según el diario El Deber, que estaban consumiendo alcohol, lo que está prohibido desde el viernes.
Los rivales llevan días agitando el fantasma del fraude electoral. El propio Carlos Mesa, del Frente Revolucionario de Izquierda -un movimiento que se ha alejado de sus orígenes ideológicos- y aspirante de la alianza Comunidad Ciudadana lo reiteró al salir de su colegio electoral.
“No confío en la transparencia del proceso, el Tribunal Supremo Electoral nos ha demostrado que es un brazo operativo del Gobierno, nuestra desconfianza es muy alta”, dijo en declaraciones a los periodistas, informa Efe. Mesa había asegurado al país estar preparado “para todos los escenarios electorales que se pueden producir”.
Se trata de sospechas preventivas y en el entorno de Morales eran conscientes de que al conocerse el resultado podían desencadenarse las acusaciones. Las elecciones contaron con observación internacional independiente, encabezada por la Organización de los Estados Americanos (OEA).
“Nuestros 92 observadores y observadoras acompañan desde primera hora los preparativos para la apertura de los centros de votación en los nueve departamentos del país y Argentina, Brasil y Estados Unidos”, ha informado el organismo multilateral a primera hora de la mañana.
Este periódico ha visitado el colegio Vicente Tejada de El Alto, el municipio de Bolivia con la mayor concentración de votantes indígenas. En torno a las diez y media la votación se celebraba de forma casi festiva, entre puestos de comida que vendían golosinas, lechón o pollo al horno. Incluso allí, en un territorio donde predomina la fidelidad a Morales, primer presidente indígena del país, había votantes que optaron por Mesa.
El crecimiento económico de Bolivia, que según el Fondo Monetario Internacional (FMI) cerrará el año al 3,9%, fue una de las claves de su aceptación al igual que la reducción de la pobreza. Con todo, los representantes de la oposición consideran que el modelo, esencialmente extractivista, ha dejado de ser viable.
El Gobierno no está de acuerdo. Si se confirman los pronósticos y Morales revalida su cargo, se centrará en “terminar las grandes obras en petroquímica, hierro y litio”. Además de “bajar la extrema pobreza a menos del 5%”, prometió.
El MAS deberá afrontar también el debate de una transición interna y de liderazgo, aunque el próximo mandatario seguirá en el cargo hasta 2025. La fórmula de Morales y de Álvaro García Linera, su vicepresidente desde los inicios, ha sufrido un desgaste también en los sectores populares.
También la composición de la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia será decisiva para este nuevo ciclo. Los bolivianos no votan solo al presidente, sino que renovaron a los 166 integrantes del Congreso, compuesto por Cámara y Senado. Hasta hoy, el oficialismo controlaba dos terceras partes de ambas instancias y busca repetir ese resultado.
Con información de El País