Cuando se habla de azúcar añadido es inevitable aludir a los ultraprocesados. Los expertos participantes en el encuentro Cuidándote Alimentación saludable, organizado por Cuídate Plus en colaboración con DKV Salud, se refirieron a la gran confusión en torno a este tipo de alimentos. Luján Soler, decana del Colegio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de la Comunidad de Madrid, consideró importante “explicar a la población lo que es un ultraprocesado porque muchos entienden que cualquier producto que proceda de la industria no se puede consumir”.
La leche de vaca y los frutos secos crudos envasados son dos ejemplos de alimentos procesados saludables. Julio Lorca, director de Desarrollo Digital en DKV Salud, hizo hincapié en la conveniencia de “no confundir el procesamiento con el ultraprocesamiento, ya que cuando cocinamos en casa también procesamos”. Respecto a la leche, recordó que cuando se tomaba recién ordeñada se producían muchas infecciones: “Mi tierra, la Axarquía (en Málaga), era una zona endémica de brucelosis”. El problema desapareció cuando se empezó a tratar la leche y los productos lácteos.
También se refirió a la costumbre de atribuir propiedades saludables a todo lo natural y calificar de poco saludable lo artificial. “Por ejemplo, la carne roja es un un alimento que no tiene ningún tipo de procesamiento, pero su consumo no es muy saludable”.
Entonces, ¿qué es lo que distingue a los ultraprocesados? Según Lorca, son aquellos alimentos a los que se les “incorporan productos sintéticos que han sido elaborados para aumentar la apetencia y el sabor”. Para Carlos Ríos, nutricionista creador del movimiento RealFooding, no se trata simplemente de un exceso de calorías, como tradicionalmente se creía, “sino que el problema son los ingredientes utilizados: aceites insanos, azúcares añadidos, harinas refinadas…”.
La combinación de todos estos ingredientes no saludables es la que hace que los ultraprocesados “no aporten nada a la salud”. Pero el asunto va mucho más allá y Ríos subrayó que, además de fomentar el aumento de ciertas enfermedades, como las cardiovasculares, estos alimentos desplazan a la comida saludable, que es la “comida real”.
Luján Soler, decana del Colegio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de la Comunidad de Madrid, citó algunos ejemplos de alimentos saludables que se dejan de consumir cuando la dieta se basa cada vez más en productos ultraprocesados: “Frutas, verduras, legumbres, cereales de grano entero, pescado…”. Abundó en que se trata de una cuestión de “coste-oportunidad; si tomo un producto ultraprocesado estoy evitando otros de mayor calidad por los macro o micronutrientes que nos aportan”. Una lenteja, un cereal de grano entero, un calabacín con su piel, una manzana sin pelar… “tienen nutrientes muy interesantes, como puede ser la fibra alimentaria, sea insoluble o soluble”.
Soler comentó que no solo influye en nuestra salud lo que comemos y cómo lo preparamos, sino también “el tiempo que estamos sentados y no nos movemos”. En este sentido añadió que cada vez “somos más sedentarios y eso tiene una clara repercusión en todos los órganos de nuestro cuerpo”.
Lorca citó una investigación publicada en julio en la revista Cell Metabolism que arrojó unos resultados muy reveladores en esta materia. Se trata de “un estudio aleatorio controlado de personas ingresadas en un hospital a las que se les sometió durante 14 días a una dieta en la que los alimentos estaban equilibrados en calorías y en principios activos”.
La única diferencia entre los dos grupos en los que se dividió a los participantes es que los alimentos que consumieron los del primero eran ultraprocesados y los del segundo no. “Cada uno podía comer ad libitum, es decir, hasta cuando se sintiese saciado, y resultó que el grupo que consumió ultraprocesados aumentó de media unos 600 gramos más que el grupo control en esas dos semanas”.
Ese mayor aumento de peso se debió a un “incremento de apetencia por la comida, es decir, tuvieron más apetencia por el hecho de comer utlraprocesados y se saciaron más tarde”. Y esa divergencia calórica “se generó a base de hidratos de carbono y de grasas, y no de proteínas, ya que los dos grupos comieron prácticamente las mismas proteínas”.
La conclusión es que todo parece indicar, según Lorca, que “hay un componente, que ya presumíamos -que son todos los aditivos-, que establece un mecanismo de incentivación de la apetencia o que redunda en una menor tasa de saciedad”. Por lo tanto, “hay componentes neurocognitivos que, conscientemente o no, están siendo utilizados para que comamos más cantidad y de productos que son de peor calidad”.
Con información de Cuidate Plus