Amores entre chicos dirigidos a un público femenino, el erotismo grotesco, la violación por tentáculos…Todo el mercado japonés se despliega en el XXV Salón del Manga
Incesto, drogas, pederastia y amores clandestinos homosexuales entre adolescentes.
Unos adolescentes frágiles, de belleza andrógina y rizos angelicales que llegan a prostituirse, todo en la bucólica campiña francesa del siglo XIX. Son los temas que toca La balada del viento y los árboles, una obra de Keiko Takemiya que a mitad de los 70 revolucionó la escena manga en Japón y creó un nuevo género: el yaoi o boys love, historias de amor entre chicos dibujadas por mujeres y dirigidas a un público femenino.
Contra todo pronóstico, esta tendencia ampliamente normalizada en Japón se está afianzando en la escena europea y, el año pasado, la editorial Milky Way publicó por primera vez en español este clásico de los 70, la década en que las mujeres irrumpieron en el mundo del manga como autoras y dibujantes.
«Aunque sí eran lectoras, socialmente no estaba bien visto que las mujeres dibujaran manga. Su entrada en el mercado supuso un gran boom del manga femenino, que hasta entonces se había limitado a los tópicos de historias de huérfanas y bailarinas…», explica el experto y traductor Marc Bernabé, que acaba de publicar 501 mangas que leer en español (Norma).
Y con ellas -que hoy ya superan a los hombres como autoras- llegaron nuevos temas, nuevas maneras de narrar. De hecho, el origen del yaoi, «un género que en Occidente ha costado entender», apunta Bernabé, está en Europa: La balada del viento y los árboles se inspira en un filme de la Nouvelle Vague, Les amitiés particulières, sobre las relaciones homosexuales en un internado.
Y de la seminal Balada se ha pasado a toda una corriente que en España ha encontrado también su nicho, con títulos como Color Recipe de Harada -pseudónimo tras el que se esconde la autora-, que contiene escenas explícitas de hard porno y que Norma ha editado sin la censura japonesa.
Editoriales más pequeñas como Tomodomo se han especializado en shojo (historias para chicas) y han prestado especial atención al boys love.
El inesperado interés de este subgénero ha llevado a Planeta -que tiene la licencia de los tres mangas más vendidos en el mundo: Dragon Ball, Naruto y One Piece a buscar nuevos géneros más allá de lo comercial.
En una estrategia arriesgada, este año se ha lanzado de lleno hacia el yuri (amores lésbicos) con la publicación de cinco títulos diferentes, de Girl Friends a Bloom into you.
«Hace una década habría sido impensable. Pero la variedad de géneros en el mercado es cada vez mayor. Podríamos quedarnos tranquilamente con las grandes licencias pero queremos apostar por cosas nuevas.
Las lectoras de shojo han crecido y piden historias más profundas y sofisticadas. Dentro del yuri se abre un abanico muy amplio, con fondos y tramas más complejas», considera el director de Planeta Cómics, David Hernando.
Todas las tendencias se despliegan en el XXV Salón del Manga de Barcelona, que se inaugura hoy convertido en un auténtico escaparate de la cultura nipona.
«El mundo del manga es extremadamente amplio, con decenas de tendencias y subgéneros: documental, educativo, deportivo, político… En España cada vez se publican más novedades y se recuperan clásicos fundacionales», añade Marc Bernabé.
Desde rescatar a los maestros como Osamu Tezuka -a quien el Museu Nacional d’Art de Catalunya dedica la primera exposición que organiza sobre manga- hasta la edición de los géneros más fuertes como el eroguro (erotismo grotesco), que tiene sus máximos exponentes en Shuehiro Maruo y Shintaro Kago, autores radicales cuya obra violenta, a menudo repulsiva y de un gore explícito no es apta para todos los estómagos.
«Incluso en Japón, alguien como Shintaro Kago es minoritario: vende más fuera que en su país. El relativo éxito del eroguro en Occidente se explica porque llega a los lectores de cómics alternativos, no estrictamente de manga, a los que interesa lo radical y la experimentación de los japoneses», señala Bernabé.
Un ejemplo: más allá de las vísceras, Kago es un virtuoso de la arquitectura del cómic (y lo publica ECC, la sucursal de DC Comics en España).
En el marco del eroguro, destaca el precursor del hentai (porno manga) Toshio Maeda, abanderado del llamado shokushu zeme o violación por tentáculos. Unos tentáculos que fueron el recurso para escapar de la censura japonesa, que prohíbe dibujar genitales (hay que difuminarlos o pixelarlos).
Su obra cumbre Urotsukidoji (1989) se editó en España hace sólo tres años, pero a principios de los 90 sí llegó una versión anime en VHS que impactó a toda Europa por el sexo explícito entre chicas y los tentáculos de unos seres monstruoso (de fondo, la clásica lucha del bien contra el mal). Y se convirtió en un mito.
Aunque sus raíces se remontan a la tradición shunga (estampas eróticas) y al grabado de Hokusai El sueño de la esposa del pescador, la fantasía de una mujer penetrada por dos pulpos.
Con información de El Mundo