Sus cuerpos fueron trasladados en un convoy de camionetas, en el mismo camino montañoso de tierra y roca donde fueron asesinados, para ser sepultados en la comunidad de Colonia LeBaron, en el municipio de Galeana, Chihuahua.
Tres simples ataúdes de madera llegaron al cementerio a una milla al este de Colonia LeBaron, en un camino rural flanqueado por campos de algodón, relata la crónica de la agencia Associated Press, firmada por Peter Orsi.
Kenny Miller, suegro de Rhonita Miller, dijo que ella era “como un ángel” y los niños “angelitos”. Espera que sus muertes no sean en vano.
Los ataúdes fueron colocados en tres tumbas debajo de carpas blancas instaladas para protegerse de la lluvia. “Nita”, como se la conocía cariñosamente, fue enterrada en la tumba del medio con los restos de sus gemelos de ocho meses, Titus y Tiana, en sus brazos.
Howard Jr., de 12 años, y Kristal, de 10 años, fueron enterrados en sus propios ataúdes a ambos lados.
Mientras asaba carne de res y pollo para alimentar a cientos de personas que llegaron desde Estados Unidos y otras partes de México para asistir a los funerales de este viernes, Erasmo Valenzuela dijo que escuchó que dos o tres familias planean abandonar la comunidad de La Mora, en el municipio de Bavispe, Sonora, donde ocurrieron los asesinatos.
Valenzuela, de 50 años, ha trabajado para las familias de la comunidad durante una década y pronosticó que se podría establecer una presencia militar permanente en el área, de acuerdo con AP.
Este sábado será el tercer día de funerales. Será sepultada Christina Langford, de 29 años. Su hija Faith, de siete meses, sobrevivió al atentado.
El jueves se llevaron a cabo las exequias de Dawna Ray Langford, de 43 años, y de sus hijos Trevor, de 11, y Rogan, de dos años.
“Me resulta difícil perdonar. Este tipo de atrocidad no tiene cabida en una comunidad civilizada”, dijo su esposo David Langford frente a los ataúdes de su familia.
Con información de Proceso