El 6 de diciembre de 1989 Marc Lépine mató a 14 mujeres en la Escuela Politécnica de Montreal. “Odio a las feministas”, escribió Lépine –quien se quitó la vida pocos minutos después– en una nota suicida que llevaba entre sus ropas. A 30 años, este evento traumático para los canadienses ha portado diversas etiquetas: “masacre en Montreal”, “ataque de un desequilibrado”, “matanza estudiantil”.
Finalmente, tres décadas después, se hace alusión a un atentado antifeminista. “Las autoridades y los medios de comunicación tardaron tiempo en llamar a las cosas por su nombre. Pensaban que no podía ocurrir en Quebec”, sostiene Diane Lamoureux, profesora de ciencia política en la Universidad Laval e integrante del Instituto de Investigaciones y Estudios Feministas.
Diversos indicadores muestran que la sociedad quebequense es una de las más avanzadas del mundo en cuanto a igualdad de género. Por ejemplo, se cita la ley de equidad salarial en la función pública, las prolongadas licencias de maternidad y paternidad y la tasa de educación universitaria (sumadas todas las disciplinas, las mujeres obtienen 53.5% de los diplomas).
Los cambios fueron consecuencia de un movimiento feminista que cobró fuerza entre los sesenta y setenta. Sin embargo, la sangre derramada en Montreal en 1989 contradecía esta narrativa. “Justamente la imagen de Quebec como un lugar de grandes avances feministas hizo que se minimizara el atentado, que se pusiera el acento en otras circunstancias”, comenta Lamoureux.
Treinta años después, los distintos niveles de gobierno organizan actos para señalar el carácter antifeminista de este drama; las librerías presentan obras sobre el tema y los estudios de radio y televisión lo abordan en tertulias. Asimismo aparecen discusiones respecto a un mayor control de las armas de fuego y se escuchan debates sobre la definición de terrorismo inscrita en el código criminal canadiense.
Lépine tenía 25 años el 6 de diciembre de 1989, cuando llegó a la Escuela Politécnica de Montreal con un rifle semiautomático y un cuchillo de caza. Le quedaba pendiente un curso para poder inscribirse en este reconocido centro de enseñanza. Años atrás no había superado las pruebas para enlistarse en el ejército. A las 17:10 horas, entró en un aula donde 60 estudiantes tomaban una clase de ingeniería mecánica, y gritó: “¡Las mujeres a la izquierda y los hombres a la derecha!”. Tanto los alumnos como los dos profesores presentes no le hicieron caso, así que él disparó al aire.
“Salimos del aula. Pensé que era una toma de rehenes”, contó Yvon Bouchard, uno de los profesores, al diario La Presse tras 30 años sin hacer declaraciones.
“Me dije que sería necesario tener a un negociador. Bajé corriendo para alertar al personal de seguridad. Ellos llamaron a la policía”, señaló Bouchard.
En el aula, Lépine preguntó a las nueve estudiantes por qué creían que había procedido de esta forma. “Porque combato el feminismo”, dijo enseguida. “Ustedes son mujeres, estudian ingeniería, se van a graduar. Sólo son un montón de feministas. Odio a las feministas”, agregó. Mató a seis de las estudiantes y dejó a tres gravemente heridas.
Después se paseó por varios pasillos de la escuela. En total asesinó a 14 mujeres (13 con arma de fuego y una con cuchillo) e hirió a 14 personas (10 mujeres). Tras 20 minutos de horror, se suicidó con el rifle: un Ruger mini 14 calibre .223 semiautomático. Denis Villeneuve, uno de los cineastas canadienses más reconocidos del mundo, recreó los eventos en Polytechnique, cinta estrenada en 2009.
En las horas y días posteriores, la información fue apareciendo con lentitud. La policía recibió marcadas críticas, ya que los primeros agentes ingresaron al centro educativo 20 minutos después del suicidio de Lépine y el equipo de intervención táctica arribó con casi una hora de retraso.
Lépine llevaba dos documentos entre sus ropas. Uno era una carta suicida, redactada el mismo día. “Decidí enviar a Ad patres (junto a los antepasados) a las feministas que siempre arruinaron mi vida”, decía. “Las feministas siempre han tenido el don de hacerme rabiar”. El otro documento era una lista de 14 mujeres célebres en Quebec por su compromiso con la igualdad de género (académicas, periodistas, sindicalistas). Él las consideraba blancos potenciales “de haber tenido tiempo de actuar”.
La prensa se refirió al incidente como “La masacre de Montreal” o “El ataque de un demente en la Escuela Politécnica”. Analistas y políticos se hacían preguntas sobre los motivos del trágico evento, aunque muchos de ellos minimizaron su relación con el feminismo.
“Un gesto absurdo por parte de una persona enferma, perturbada”, señaló Violette Trépanier, en esos años ministra quebequense de la Condición Femenina. “Varios editorialistas pidieron a las feministas que no comentaran al respecto, ya que según ellos no tenía que ver con el tema”, cuenta Lamoureux. “En ciertos medios, donde había una línea abierta al público, incluso se escucharon opiniones que deseaban justificar el proceder del atacante, señalando que tal vez el feminismo había ido demasiado lejos”, añade.
No obstante, Lamoureux comenta que el término “feminista” ha perdido su connotación negativa. “Esto ha sido más pronunciado a raíz del MeToo, respecto a los señalamientos de agresiones sexuales. Aunque no todo está ganado. Queda aún trecho por recorrer”, subraya.
La periodista Josée Boileau acaba de publicar Ce jour-là: parce qu’elles étaient des femmes (Ese día: porque ellas eran mujeres), libro donde narra los hechos y explica su impacto a través del tiempo. El objetivo es “recordar la matanza de esa tarde, pero también el Quebec de esa época, a modo de descubrir que una vez pasado el trauma de la tragedia y sus desgarradoras consecuencias, han sido necesarios debates y batallas”, escribe la autora.
En estos días de recuerdo, François Legault, primer ministro de Quebec, otorgó a título póstumo la medalla de la Asamblea Nacional a las mujeres asesinadas por Lépine.
En su discurso del pasado jueves 5, Legault dijo: “Hace 30 años, 14 mujeres perdieron la vida porque eran mujeres”.
Justin Trudeau, primer ministro canadiense, participó en el acto conmemorativo en Montreal. A su vez, se modificó la placa del parque 6 de Diciembre de 1989, ubicado en la avenida Decelles de la metrópoli quebequense.
Ahí aparece ya el término “atentado antifeminista” en vez de “tragedia” y queda inscrito el repudio a “toda forma de violencia hacia las mujeres”.
A raíz de la matanza, la policía de Quebec modificó sus procedimientos de intervención para actuar con mayor rapidez. Asimismo, algunos sobrevivientes y familiares de las víctimas crearon la Coalición para el Control de las Armas de Fuego, responsable en buena medida de la adopción de la Ley C-68 en 1995, la cual imponía controles más estrictos en Canadá para la compra de ciertas armas y la creación de un registro nacional.
Sin embargo, el gobierno conservador de Stephen Harper abolió dicho registro en 2012, al señalar sus altos costos y al mencionar el hecho de que cientos de miles de canadienses poseen rifles, escopetas y carabinas para la caza.
Los liberales de Justin Trudeau modificaron el marco regulatorio el pasado septiembre, con el fin de verificar con mayor sigilo los antecedentes de los compradores y dificultar el transporte de estas armas. A su vez, Quebec cuenta con un nuevo registro desde enero.
Sin embargo, tanto el gobierno federal como el provincial han recibido críticas desde polos opuestos: los cazadores y los miembros de los clubes de tiro subrayan que los controles son un fardo burocrático, mientras que las asociaciones en contra de la violencia afirman que las regulaciones continúan siendo tenues.
Ejemplo de ello es que el arma utilizada por Lépine puede aún adquirirse sin grandes contratiempos. Valérie Plante, alcaldesa de Montreal, solicitó hace unos días que las distintas autoridades trabajen conjuntamente para reducir los riesgos relacionados con las armas de fuego. Cabe recordar que, en septiembre, en plena campaña electoral federal, Trudeau prometió prohibir los rifles de asalto.
Otro asunto que sale a colación respecto a la tragedia de la Escuela Politécnica es la definición de terrorismo que aparece en el código criminal canadiense: “un acto cometido a nombre –exclusivamente o no– de una meta, un objetivo o una causa de índole política, religiosa o ideológica con el fin de intimidar a la población”. En su reporte oficial, la policía no empleó las palabras “atentado” o “terrorismo” para referirse a los hechos en el centro educativo. Por otro lado, el 29 de enero de 2017, Alexandre Bissonnette ingresó a la mezquita de la ciudad de Quebec con un rifle. Mató a seis personas e hirió a ocho. Fue condenado a cadena perpetua, pero no pesaron sobre él acusaciones relacionadas con planes terroristas.
“Necesitamos una conversación más abierta sobre el terrorismo. Es evidente que en Canadá no vivimos el mismo grado de violencia que en otros países. Dicho esto, hay que considerar que los ataques a la mezquita de Quebec y a la Escuela Politécnica son actos terroristas en la medida en que buscaban dañar a un sector específico, propagar el terror entre la población, amplificar un mensaje poniendo el ejemplo”, expresa Diane Lamoureux.
Co información de Forbes