En el marco de un programa de liderazgo para un futuro más sostenible frente a la emergencia climática, la doctora en bioquímica y comunicadora científica ruso-argentina Evguenia Alechine nos cuenta su experiencia como parte de esta expedición en primera persona.
Llegué a la ciudad de Ushuaia, en el extremo sur de Argentina, para encontrarme con 99 mujeres de todo el mundo como parte del proyecto de Homeward Bound, hasta ese momento, prácticamente desconocidas. El 22 de noviembre, luego de tres intensos días de entrenamiento y preparación, nos embarcamos en el Hebridean Sky rumbo a la Antártida. Era mi primera vez viviendo a bordo de un barco, así que no sabía qué esperar y por supuesto tenía mis miedos.
El cruce del pasaje de Drake para llegar desde Ushuaia a las primeras islas antárticas era uno de los momentos que más nos preocupaba a todas. En experiencias anteriores, se vivieron olas de 12 metros y vientos muy fuertes que causan mareos intensos en la mayoría de las personas.
Si bien cada una lo vivió a su manera, tuvimos la suerte de experimentar un Drake (como se le llama) muy tranquilo. Una vez que atravesamos el pasaje, lo cual nos llevó casi dos días, empezamos con un ritmo intenso de aprendizajes y experiencias que duró hasta cuando volvimos.
Un día a bordo del barco
El día comienza a las siete de la mañana con el anuncio por altavoz de que el desayuno está siendo servido. Algunas de las mujeres empiezan incluso antes, ejercitando en la cubierta del barco o haciendo yoga. Debo admitir que, si bien intenté hacerlo más de una vez, despertarme a las seis no fue posible.
A las 8:15 arrancamos con el programa de liderazgo, que consiste en sesiones de trabajo intenso hasta el mediodía. Trabajamos en nuestros estilos de liderazgo y aprendizaje a través de herramientas diagnósticas, estrategia personal a largo plazo, comunicación, visibilidad, trabajo en equipo y colaboración.
Al mediodía paramos para almorzar y tengo que admitir que la comida del barco y la atención del personal superó todas nuestras expectativas.
Por la tarde, si las condiciones climáticas lo permiten, desembarcamos en tierra firme o recorremos la zona en botes de goma Zodiac con capacidad para unas 10 personas, recorriendo paisajes irreales y hermosos. A la vuelta del desembarco, tenemos workshops que, si bien son opcionales se llenan ni bien se anuncian.
Otra actividad diaria es el llamado “Simposio en altamar” donde cada una de las 100 mujeres presenta sus historias y aspiraciones de liderazgo. La sed de conocimiento y colaboración es tan grande que es difícil equilibrar los momentos de reflexión y trabajo personal con las actividades que las participantes proponen para seguir trabajando por las noches luego de la cena.
Incluso los desayunos, almuerzos y cenas están llenos de profundas conversaciones alrededor de temas tan variados como la inclusión y diversidad, la sustentabilidad del planeta, el cambio climático, el rol de la mujer en la ciencia y en posiciones de liderazgo, y mucho más.
Curiosidades de la vida a bordo
Desde el momento de la zarpada, el constante movimiento del barco en mayor o menor medida hace que el cuerpo este constantemente buscando balancearse. Esto lo noté inclusive el estar acostada en la cama o en la ducha. Y es una sensación muy rara estar en constante movimiento aún con actividades tan básicas.
Dado que, durante las tres semanas en el barco la actividad física es limitada, nuestra mayor actividad era caminar en círculos alrededor de la cubierta del barco. Todo el mobiliario del barco, inclusive las sillas, mesas y camas, está encadenado o atornillado al piso para evitar accidentes durante la navegación en mares turbulentos.
Voy a empezar con una confesión: cuando quedé seleccionada para Homeward Bound, debido a mi síndrome de impostor, pensaba que me habían elegido porque el criterio de selección no fue muy riguroso. Pero resulta que estaba equivocada, y mucho.
Durante todo el viaje, cada una de las mujeres presentó su historia en el “Simposio en altamar” y los logros de cada de ellas son excepcionales. Cada una de las 100 mujeres ya hizo o está haciendo una diferencia en este mundo, y sin embargo siguen buscando ser mejores líderes para este planeta.
Cuando llegó mi turno, si bien tengo experiencia en dar presentaciones, me enfrenté a varios desafíos. En primer lugar, nunca había presentado en condiciones tan adversas como estando arriba de un barco que se mueve de un lado al otro debido a un viento de 45 nudos (83 km por hora). Para quien, como yo, no conoce de navegación, ¡es mucho!
Por otro lado, como científica, siempre me encontré dando presentaciones técnicas y esta vez fue diferente; el desafío era trabajar nuestro liderazgo desde la vulnerabilidad, permitiéndonos ser vistas “de verdad”. Esta experiencia, nos enseñó que un tipo de liderazgo diferente, empático e inclusivo es posible.
Por otro lado, durante toda la experiencia se vivió una atmósfera de solidaridad, apoyo y colaboración, respaldándonos las unas a las otras en todo momento, celebrando nuestros logros y armando proyectos de colaboración para el futuro.
¿Cómo es la Antártida?
Para entender la Antártida hay que imaginarse un paisaje vasto, inmenso y prístino, donde las leyes de la naturaleza prácticamente no fueron alteradas por el ser humano.
El sonido más frecuente es el silencio, interrumpido por el canto de los pájaros, el sonido del golpe de las ballenas o de un fragmento de iceberg desplomándose en el agua.
Argentina es el país del mundo con más bases científicas permanentes en la Antártida.
Vivimos momentos de aceptación y flexibilidad, así como de asombro absoluto. La Antártida tiene un itinerario preparado para cada persona que va y nos enseña las lecciones que tenemos que aprender. En muchos momentos, tuvimos que aceptar y contener nuestras expectativas de visitar un sitio o una base debido a las condiciones climáticas; y contra eso no se puede hacer nada. Sin embargo, después lo devuelve con intereses.
La “noche” (entre comillas, ya que en ningún momento oscurece en esta época del año) que cruzamos el Canal de Neumayer, no podíamos creer lo que veían nuestros ojos; los rayos de sol del atardecer tiñeron el blanco del paisaje con colores bellísimos.
El paisaje antártico es increíble, pero más impactante aún es la fauna terrestre y marina que habita el continente blanco. Las especies que se encuentran allí son únicas y muchas, lamentablemente, están en peligro de extinción.
Es por lo que, actualmente, uno de los principales proyectos del grupo de mujeres de Homeward Bound es declarar esta zona como Área Marina Protegida, para evitar que continúe la pesca indiscriminada. Todavía hay mucho por hacer, pero a partir de ahora la Antártida tiene al menos 100 embajadoras más para velar por su protección.
Rusia y los 200 años de la Antártida
En el aniversario de los 200 años del descubrimiento del continente blanco por los rusos Faddéi Bellingshausen y Mijaíl Lázarev, y de los 60 años del Tratado Antártico, debemos reflexionar que este es el último lugar del planeta donde podemos encontrarnos en terreno mutuo y que es una reserva natural para la paz y la ciencia, donde la diplomacia científica es clave y da el ejemplo al resto del mundo.
Por eso, con mucho orgullo, Katja Ovchinnikova y yo, las dos únicas participantes de Homeward Bound nacidas en Rusia, desplegamos la bandera rusa en la Antártida, en homenaje a la hazaña de Bellingshausen y Lázarev.
Una de las cosas que más me llamó la atención fue el nivel de cuidado y protección de la flora y fauna en la Antártida. Allí uno no puede acercarse a los pingüinos a menos de cinco metros y a las focas a menos de 15 metros. También hay que dar prioridad de paso a los pingüinos en sus “autopistas”, lo cual puede hacer que uno tenga que esperar varios minutos para seguir caminando.
Se cumplen estrictos protocolos de bioseguridad como la limpieza de las botas de goma, además de seguir el protocolo de desembarco no olvidándonos las tarjetas de identificación, los salvavidas, el protector solar o los lentes de sol.
Está observación me llevó a pensar en cómo cuidamos nuestro medio ambiente más cercano. ¿Por qué si podemos mantener cuidado y protegido el ambiente antártico, no hacemos lo mismo en nuestra ciudad, país, región? ¿Por qué nos creemos con derecho de alterar el ambiente en el que vivimos para satisfacer nuestra necesidad de confort, simpleza o inmediatez? Este fue uno de mis mayores aprendizajes de la Antártida, y si no lo hubiera visto con mis propios ojos, no lo hubiera sentido.
Mis momentos favoritos en la Antártida
Si bien toda la experiencia estuvo llena de aprendizajes, vivencias y recuerdos transformadores, hay algunos que voy a atesorar por siempre:
Jugar en la nieve como si hubiera vuelto a ser una niña, pero a su vez sentirme empoderada estando en un lugar tan remoto y infinito.
Bañarme en agua helada y sentir que tengo el poder de cambiar el mundo.
Pasar el día en la base argentina y saber, desde lo más profundo de mi corazón, que voy a volver a ese lugar maravilloso.
Lo que nadie dice
Esta experiencia fue muy intensa; y, si bien era esperado, ninguna de nosotras sabía hasta qué punto. Salir de nuestra zona de confort, estar constantemente buscando el equilibrio (en el sentido más literal de la palabra), encontrar tiempo para sociabilizar pero también para estar en soledad, reflexionar sobre nuestros aprendizajes, acostumbrarnos a una nueva rutina y ambiente. Incluso, para muchas (y me incluyo) que no somos angloparlantes nativas, comunicarnos todo el tiempo en inglés era muy intenso.
¿Cuáles son los desafíos geoestratégicos que se juegan en la Antártida?
También hubo momentos en los que el programa era tan intenso que tuvimos que crear el espacio y tiempo para priorizar nuestro bienestar. Encontrar momentos de soledad, de descanso y reflexión.
Una de las sensaciones más difíciles de describir la viví a la vuelta. Notar diferencias tan básicas como que, al acercarnos a Ushuaia, de repente volví a experimentar la noche después de tres semanas, que por la ventana se veía un paisaje verde que hace semanas no veía y, sobre todo, que al bajar del barco seguía sintiendo que el suelo se movía, aún estando en tierra firme, y mi cuerpo seguía constantemente buscando el equilibrio.
Está fue una experiencia transformadora y el comienzo de una nueva etapa. Embarqué con 99 desconocidas en Ushuaia. Tres semanas después me despedí de 99 hermanas que son una gran inspiración y que están cambiando el mundo para asegurar un futuro más sostenible para nosotros y las generaciones futuras.
Con información de Sputniknews