En el Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales se tienen enlistadas 11 familias lingüísticas, 68 agrupaciones y 364 variantes, ubicando a México entre los 10 países con mayor número de hablantes de lenguas originarias. Sin embargo, en ese mismo listado se conoce las lenguas indígenas con menor número de hablantes, como el paipái, con 200, y el kiliwa, con 46, asentados sobre todo en Baja California, estado que junto con Sonora alberga a los 145 hablantes del cucapá.
Aun cuando no se encuentra en esta lista, el chontal de Oaxaca está considerada como una lengua en alto riesgo de desaparición, sobre todo en la sierra sur, pero donde hay un mayor abandono institucional y se vive un conflicto territorial muy fuerte, además de la invasión de una minera canadiense, es justamente en esta región chontal Sierra Sur, donde hablamos de 17 pueblos ubicados en la alta montaña”, explica Roselia Vázquez Zárate, hablante del chontal de la sierra sur de Oaxaca. “Hay una preocupación desde los propios hablantes, algunos jóvenes comprometidos con la lengua, como lo son los promotores culturales, quienes se dedican a realizar acciones vinculadas con el fortalecimiento de la lengua chontal, y estamos hablando de 17 comunidades focalizadas, donde se encuentran entre 500 y mil 500 habitantes, pero hablamos de 100 a 150 hablantes, o sea que es una lengua preocupante”.
Uno de los medios que han encontrado para tratar de saldar el problema es la conformación de colectivos, en su caso denominado Aprendamos el chontal, donde se realizan talleres vinculados con la sensibilización lingüística, “porque algo que pasa dentro de las comunidades, en donde hay un proceso de desplazamiento lingüístico, justamente tiene que ver con esta falta de conciencia y de valor hacia nuestra propia lengua. “Hace falta el apoyo institucional, sobre todo en el área educativa, puesto que hay una carencia de materiales didácticos que puedan garantizar una educación con pertinencia lingüística chontal, y también hay una falta de profesores con enfoque comunitario: el estado debe comprometerse, en especial el de Oaxaca, con apoyar a sus profesores y a los proyectos de los jóvenes que impulsan el fortalecimiento de la lengua chontal”, especifica Roselia.
Entre 1981 y 1983 se vivió en Guatemala una guerra civil, que afectó sobre todo a las comunidades indígenas, de ahí que miles de ellos cruzaran la frontera con México para buscar una paz que ya no encontraban en sus comunidades. Pero con su llegada, lo hicieron con su cultura y con su lengua. Así, María Elena Felipe Simón habla en awakateko, el chuj y el Q’anjob’al, con lo cual ha enfrentado una doble discriminación: no solo se trata de una hablante de lenguas en peligro de desaparición, sino de una mujer proveniente de otro país. “Por el modelo educativo, la lengua materna ha sido desplazada día con día, la castellanización está muy fuerte por una especie de racismo que está en las comunidades, sobre todo nosotros sufrimos doble discriminación porque somos hijos de guatemaltecos”.
Durante este proceso se perdió la lengua materna, porque muchos papás decidieron ya no enseñarla por el miedo de que sufrieran discriminación, de ahí la importancia del colectivo en el que trabaja por la redignificación de su propia lengua, donde los promotores resultan muy importantes. “Los principales problemas somos nosotros mismos, porque algunos jóvenes ya no quieren hablar la lengua o por la discriminación de que la lengua viene de Guatemala. También está el modelo educativo, porque en las escuelas te mandan a un profesor que habla tojolabal, en Chiapas, cuando él no se puede comunicar con los niños. El único camino es hablar el castellano para poder comunicarse y ese es un problema muy fuerte”, en palabras de María Elena Felipe.
11 familias lingüísticas, 68 agrupaciones y 364 variantes, conforman el Catálogo de Lenguas Indígenas Nacionales, publicado hace ya una década. 31 de las 68 agrupaciones lingüísticas se encuentran en peligro de extinción, como lo ha reconocido la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto. 21 hablantes del ayapaneco, en Tabasco; 50 del popoluca de Oluta, en Veracruz, y 53 del teko o tektiteko, con mayor peligro de desaparición.
Con información de Milenio