En Medellín, donde Pablo Escobar construyó un imperio de terror, existe un subgénero del turismo dedicado a perpetuar el vergonzoso legado que derramó el narcotráfico sobre esta ciudad y toda Colombia.
El “narcoturismo” ofrece recorridos que hacen honor al narcotráfico desde la perspectiva de los capos, los asesinos y demás colaboradores.
Entre quienes lo ofertan hay un tour que presume contar con el aval de Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias “Popeye”, uno de los asesinos más temidos del “capo di tutti capi criollo”.
PlayGround entrevistó al dueño y fundador del tour, a quien hemos decidido no nombrar, para evitar la promoción de un servicio que capitaliza con el dolor de las víctimas del narco.
Un lado de la historia. ¿Cuál es su relación con el narcoturismo?
“Te aclaro, no es narcotourismo´, si tú hablas de
narco´, tú serías una `narcoperiodista´.
¿Entonces qué es? “Un tour histórico”.
¿De dónde sacó la idea?
“Me llama mucho la atención que un solo hombre hubiera podido cambiar tanto la historia de un país, y me fui a un tour de Pablo Escobar en Medellín. Pero me pareció muy malo porque los guías no sabían bien la historia. Me di cuenta que era una oportunidad de negocio mal hecha, porque llegaban muchos extranjeros a preguntar por su historia. Por eso decidí hacer el tour desde una forma histórica. La historia hay que contarla, una y mil veces. Y yo no digo que Pablo Escobar no sea un asesino. Pero las nuevas generaciones no conocen la historia, y yo trabajo con personas que vivieron la historia en Medellín, que trabajaron con Pablo Escobar y dentro del Cartel de Medellín”.
¿Cómo se opone la Alcaldía de Medellín a su tour?
“¡Nos tumbaron el edificio Mónaco!”. (El inmueble era un símbolo del poder de Pablo Escobar y fue demolido en febrero pasado).
¿Cuál cree usted que sea el atractivo del narcotráfico?
“En su mayoría, quienes toman el tour son hombres. Un psicólogo me decía que nosotros como machos alfa, hombres, nuestro instinto macho es llegar al punto al que llegó Pablo Escobar: tener todo el dinero del mundo, todos los lujos que existen y todas las mujeres que se le diera la gana”.
Cuénteme una de las anécdotas de su tour.
“Uno de los conductores que trabajó con Pablo en La Catedral, subiéndole las chicas (reinas de belleza y modelos) en camiones de doble fondo, cuenta cómo un día subió a una modelo de Leonisa (marca de ropa interior femenina). Pablo la miró y la saludó, pero le pareció muy creída. A él no le gustaban las mujeres así. Entonces le dijo a Popeye que le dijera al conductor que cogiera él a la chica, y que Pablo pagaba los 2 mil dólares que costaba. Desde entonces, siempre que el conductor transportaba a estas mujeres, les decía que se portaran bien creídas… ¡para quedárselas él!” —relata entre carcajadas.
¿Cómo y por qué se puso en contacto con Popeye?
“Porque el conductor de Pablo que trabaja con nosotros lo conocía, me lo presentó y empezamos a hacer las entrevistas con los turistas, que costaban 100 dólares extra, además de los 100 dólares que cuesta el tour”.
Popeye, uno de los cómplices de Pablo Escobar, se dedicó durante un tiempo al narcoturismo.
En el primer episodio del documental Dark Tourist, de Netflix, el conductor entrevista a Popeye en la Cárcel La Catedral (diseñada en conjunto entre el mafioso y el gobierno colombiano, para su encarcelamiento). Sorpresivamente, el homicida saca una pistola y el periodista le pregunta si ese es el tipo de arma con el que mataba. Popeye responde: “Pistolas venden, pero no venden quién las dispare”. Luego se interpreta a sí mismo en una escena que dice que él escribió, donde se enfrenta a un gangster millennial y simula matarlo y rematarlo.
Cuando menciono la escena, el dueño del tour lo niega: “Yo trabajaba con Popeye en el mismo negocio. Él se sentaba 2 o 3 horas a hablar con los turistas, firmaba sus libros y se tomaba fotos con ellos. Contestaba sus preguntas y contaba la historia. Él no hacía representaciones de asesinatos. Eso es mentira. Eso es payasada. Nah… nah… nah… eso lo editaron o hicieron malversación.
Tenía un arma de mentira, lo que pasa es que se filtró parte de una escena de una película que él hizo, con un arma de fogueo. Él contaba esa historia en muchos de los tours y decía: “Esta es la arma con la que yo salí en la película. Mire, es de mentira”.
Las respuestas del entrevistado, sí, se tornaron cada vez más absurdas. Para poner en perspectiva las palabras del organizador de narcotours, PlayGround habló también con Federico Gutiérrez, alcalde de Medellín.
¿Qué opina sobre el narcoturismo?
“Eso es un insulto a las víctimas y el daño que hizo el narcotráfico en nuestra sociedad, especialmente a principio de la década de los años 80 y los 90. Cómo sólo en 10 años —entre 1983 y 1994— en Medellín murieron de manera violenta 46 mil 612 personas. Todo generado por esa cultura mafiosa que tanto daño le ha hecho a nuestra sociedad. Lo que la mafia generó en nuestra sociedad fue que tergiversó los valores: la discreción la convirtió en opulencia, y el trabajo honrado y honesto lo convirtió en dinero fácil. Y lo peor de todo es que le quitó el valor a la vida y en su lugar le puso un precio cada día. Por eso, aquí lo que hay que exaltar es a las víctimas del narcotráfico, no a los victimarios. Y por eso no estoy de acuerdo cuando algunos tratan de exaltar o rendir tributo a quienes nos causaron tanto dolor”.
Qué piensa sobre este argumento: “Se trata de historia y la historia hay que contarla”.
“Desde la Alcaldía hemos hecho un esfuerzo en el sentido de que la historia hay que contarla, pero desde el lado de las víctimas y con respeto por ellas. Porque estamos viendo cómo algunas personas han generado un beneficio económico con el dolor de las víctimas y de una ciudad y un país que ha derramado tanta sangre por cuenta del narcotráfico. Yo tengo una teoría: si uno no cuenta la historia, la cuentan por uno. Y creo que en eso es en lo que nos hemos equivocado como país. La historia hay que contarla, pero desde el lado de la institucionalidad y de las víctimas.
Aquí -en su gran mayoría- quienes han contado las historias lo han hecho desde el lado de los victimarios, donde a veces los ponen —inclusive— como héroes, y no lo son. Se puede contar la historia, pero desde el lado de personajes como Rodrigo Lara Bonilla (Ministro de Justicia asesinado por Pablo Escobar), Guillermo Cano (director de el periódico El Espectador, asesinado por las mafias del narcotráfico), Aldemar Franklin Quintero (Comandante de la Policía de Antioquia, asesinado por los sicarios de Pablo Escobar), Luis Carlos Galán (candidato a la presidencia de Colombia, asesinado por las mafias del narcotráfico) y por miles y miles de historias de personas, civiles, policías, fiscales, jueces, soldados y todos los que entregaron su vida en esa lucha”.
¿Se trata de terminar con el legado nefasto legado de Escobar?
“Pablo Escobar terminó personificando todos esos males que teníamos y tenemos como sociedad. Más allá de lo que él significaba, es lo que significa el concepto de la mafia, de la cultura de la ilegalidad. Esto va más allá de un hombre. Esto debe ser una estrategia a través de la cual recuperemos la cultura en la legalidad y entendamos que no hay nada más importante que la vida y el respeto por el otro. Se trata de que lo anormal no se convierta en normal”.
¿Cómo combate Medellín el narcoturismo?
“La mejor forma es teniendo un relato real sobre lo que ocurrió, sobre las víctimas, una agenda clara sobre la memoria. Por eso nuestra estrategia se llama Medellín abraza su historia, un homenaje para cada una de las víctimas, que tiene un componente educativo. Tenemos una cátedra llamada Medellín abraza su historia para las instituciones públicas y privadas, donde entregamos las cartillas que cuentan la historia como sucedió, la de los personajes que entregaron su vida por todos nosotros. Los verdaderos héroes y las leyendas son las víctimas, no los victimarios.
También contamos con el Tour de la Memoria y el Museo Casa de la Memoria, para que cualquier persona pueda ir y ver lo que ocurrió realmente en esa época en la ciudad. En el museo hay exposición llamada Medellín es 70, 80 y 90, una narrativa de estas tres décadas en la ciudad. Además, pueden ir al Memorial de la Inflexión, que es el parque memorial a favor de las víctimas de la violencia, justamente donde era el edificio Mónaco -de Pablo Escobar- que estaba en ruinas y lo demolimos, y ahí se construyó un parque público. Eso es contar la historia, pero desde el derecho, como debe ser, desde el lado de las víctimas”.
Federico Gutiérrez es enfático: en Medellín todos los turistas son bienvenidos, pero no es bienvenido quien quiera ir a hacer apología al delito por cuenta del sufrimiento de las víctimas. No quieren seguir recibiendo al narcoturismo, pues hay mucho más que ofrecerle a los turistas, que es lo que finalmente encuentran cuando visitan la ciudad.
Con información de Playgroundmag