En 30 años, la superficie quemada de la selva amazónica se habrá duplicado. Un estudio que parte de la evolución de los incendios en lo que va de siglo muestra que el resultado de la interacción de deforestación y cambio climático será un mayor número de incendios aún más devastadores.
Como consecuencia, buena parte de la región amazónica se convertirá en emisora neta de gases de efecto invernadero que, a su vez, retroalimentarían el proceso. Hay expertos que empiezan a hablar de un punto de no retorno y de la sabanización de la Amazonia.
Investigadores brasileños y estadounidenses han modelado la evolución de los incendios en casi 200 millones de hectáreas de las porciones sur y sureste de la Amazonia Legal. En el modelo integraron el número de fuegos y sus principales características (momento de ignición, duración, área quemada…) con la evolución de la deforestación y el cambio climático entre 2000 y 2050. Ambos procesos son independientes pero, combinados, afectan a la cantidad y severidad de los incendios, tal como muestra este trabajo, publicado en Science Advances.
En el peor de los escenarios de emisiones previstos y manteniendo el actual ritmo de deforestación, relativamente bajo (respecto a 2000), la severidad de los incendios se intensificará. En un contexto esperado de mayor temperatura y menor humedad, la temporada seca se alargará, exacerbando las condiciones para la ignición. En 2050, según este estudio y en este escenario, se habrán quemado hasta 15 millones de hectáreas de selva.
Pero es en combinación con la deforestación en la que el cambio climático azuzará el fuego hasta amenazar lo que ha sido la Amazonia en los últimos 55 millones de años. En un contexto de altas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y un mayor calentamiento regional, la intensificación de la tala de árboles expondrá al resto de la selva. El estudio estima que, en este escenario, las hectáreas quemadas en 2050 subirán hasta los 22 millones.
Entre las sinergias entre cambio climático y tala que explican este aumento del área quemada está un aumento generalizado de la inflamabilidad de la selva. Los bordes y lindes del bosque, más expuestos, habrán aumentado.
En selvas clareadas, la mayor radiación solar reduce la humedad, el principal bombero natural. Y un ambiente menos húmedo facilita el inicio y propagación de un incendio y complica su extinción. Además, lo que quede de selva lo tendrá más complicado para recuperarse.
“Nuestras proyecciones apuntan a una aceleración de la actividad de los incendios en el sur de la Amazonia”, concluyen los autores del estudio y, añaden: “Mostramos que hasta el 16% de las selvas de la región podrían arder a medida que el clima se va haciendo más seco y cálido en unas pocas décadas”.
Un efecto paradójico de estas proyecciones tiene que ver con las emisiones GEI. La selva amazónica es el principal sumidero de CO2 que hay en la superficie terrestre. Los incendios podrían trastocar su equilibrio. Según esta investigación, y en el peor escenario climático y de deforestación, la quema de la sexta parte de la Amazonia liberará para 2050 más de 17,000 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, convirtiendo a buena parte del sur y sureste amazónicos en emisores netos de GEI.
“En condiciones normales, los bosques tropicales como la Amazonia son muy húmedos, de estación seca corta y muy resistentes al fuego”, recuerda el investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo (Brasil) Carlos Nobre.
“Sin embargo, el cambio climático ha generalizado temperaturas más altas y sequías más extremas en todas partes, también en la Amazonia. Junto a la degradación del bosque tropical provocada por el hombre y el uso intensivo de fuego en la agricultura tropical y para clarear nuevos ranchos y tierras de cultivo, todo esto hace que la selva amazónica de hoy sea exponencialmente más vulnerable a los incendios que en el pasado”, añade Nobre, no relacionado con este estudio.
El fuego se une así al cóctel que amenaza con cambiar para siempre lo que es la Amazonia. “Estamos muy cerca de llegar a un punto de no retorno en la sabanización de grandes porciones de la selva amazónica”, sostiene Nobre, que escribió un editorial sobre este riesgo en la revista Science Advances el mes pasado.
“Si superamos este punto de no retorno, más del 60% de los bosques amazónicos se convertirían en una sabana seca tropical. Lo que quedara de selva se limitaría a la porción occidental de la cuenca del Amazonas, a los pies de Los Andes. El sur, este y nordeste de la selva amazónica podrían desaparecer”, alerta.
Con información de El Periódico de México