Los antibióticos son compuestos químicos que se usan en enfermedades ocasionadas por bacterias para detener una infección y hasta ahora habían sido eficaces en los tratamientos médicos.
Funcionan destruyendo o interfiriendo en la membrana celular de las bacterias o evitando el crecimiento y desarrollo de estas, bloqueando así la producción de proteínas dentro de ellas.
Los antibióticos nunca son 100% efectivos, pero sirven para disminuir la infección hasta que nuestro sistema inmune pueda hacerse cargo. Sin embargo, las bacterias sobrevivientes pueden propagar la resistencia a través de su evolución a otras bacterias de su misma u otra especie. Las bacterias de la flora natural del cuerpo humano también pueden desarrollar y propagar la resistencia, incluso a bacterias patógenas. Los antibióticos no pueden distinguir entre estas bacterias y las de la flora natural.
La resistencia a los antibióticos es la invulnerabilidad de ciertos microbios al efecto de los mismos. Si bien es un proceso natural, que hasta hace poco no había causado mayores problemas porque los microbios aún no son resistentes a todos los antibióticos, existen recomendaciones de antibióticos a usar, teniendo en cuenta el agente infeccioso. Estas recomendaciones están basadas tanto en la eficacia de un compuesto como en la biología de la bacteria a tratar.
Hay varios factores que contribuyen al desarrollo de la resistencia, tanto naturales como humanos. En el primer caso, porque los antibióticos son compuestos naturales producidos en general por bacterias y hongos del medio ambiente, y las bacterias los usan como estrategia de supervivencia frente a otras bacterias. Los investigadores descubren antibióticos y dependiendo de su eficacia y potencial de producción a nivel industrial estos se incorporan o no al mercado.
Por su parte, el factor humano acelera este proceso de resistencia, al usar los mismos antibióticos por muchos años para tratar las mismas enfermedades. En el último tiempo, la situación empeoró debido a que la industria farmacéutica viene invirtiendo pocos recursos para el descubrimiento y desarrollo de nuevos compuestos, limitando las opciones que los médicos tienen para tratar las infecciones.
Otro factor humano es la tendencia a la automedicación. Hoy en día es frecuente hacer uso y abuso excesivo de los antibióticos para paliar enfermedades que no los necesitan como por ejemplo: resfríos virales o gripes. El consumo reduce la vida útil de los antibióticos al exponer nuestra flora natural a estos, permitiendo el desarrollo de la resistencia.
Por otra parte, el uso indiscriminado de antibióticos en la industria ganadera y avícola es problemático por múltiples factores. Estos son usados como agentes para engordar a los animales, resultando en que nosotros consumamos pequeñas cantidades de antibióticos constantemente. Como efecto, nuestra flora natural desarrolla resistencia a los mismos y se acorta la vida útil de los antibióticos.
Las consecuencias para el paciente son severas. En el mejor de los casos, se necesitarían costosos antibióticos de última generación o antibióticos altamente tóxicos para tratar incluso las infecciones simples. En el peor de los casos, al no haber un tratamiento efectivo, esto resultaría en la muerte del paciente.
Los centros de salud también se ven perjudicados afrontando un doble problema. Por un lado, se enfrentan a una creciente escasez de opciones para tratar infecciones simples, como la diarrea, neumonía, infecciones de la piel, infecciones urinarias o sexuales. Por otro lado, los centros hospitalarios son lugares con una alta cantidad de antibióticos y antisépticos presentes, necesarios para mantener la higiene del mismo centro. Al aumentar la resistencia, es mucho más difícil para ellos prevenir infecciones intrahospitalarias.
La resistencia a los antibióticos ha llevado a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) haga un llamado a implementar su Plan de Acción Global, especialmente al descubrirse bacterias resistentes a casi todas las clases existentes de antibióticos.
Los esfuerzos para controlar el problema van desde limitar fuertemente el uso de antibióticos para la engorda de animales, a incentivar a la industria farmacéutica, a las universidades y a otros centros de investigación para promover el descubrimiento y desarrollo de nuevos antibióticos. También hay planes de educación, tanto para médicos como pacientes, para disminuir el uso de antibióticos en casos no necesarios.
La situación es tan crítica que requiere de un esfuerzo de todos nosotros para no caer en una era post-antibióticos, donde hasta las infecciones más simples no sean tratables.
Con información de Crónica