Quienes tengan una idea sobre la salud mental, probablemente no conciban la existencia de ésta sin medicamentos. En la sociedad contemporánea, prácticamente todas las “enfermedades” mentales son susceptibles de tratarse mediante fármacos, sin importar cuál sea su grado ni mucho menos cuáles sean sus particularidades con respecto a la historia de vida del paciente.
Como resultado de una forma de entender los conceptos de salud, paciente, medicina y bienestar, entre otros, se cree que todos los seres humanos pueden ser tratados de la misma manera, y que, por ejemplo, una depresión es idéntica en una mujer de 50 años que en un adolescente de 16, en un hombre que perdió a su esposa o en una joven que no puede dormir por las noches.
Bajo esa premisa, a todos se les ofrece la misma solución: un fármaco cuya promesa es devolverlos a la normalidad, lo que sea que esto signifique. Asimismo, este entendimiento de la salud mental es tan dominante que pensar en otras alternativas suele ser considerado un exabrupto, un pensamiento descabellado o una charlatanería.
Recientemente, sin embargo, en Noruega se está impulsando un proyecto que busca demostrar la factibilidad de la alternativa, esto es, que es posible desprender la salud mental y psiquiátrica del enfoque farmacológico que la ha dominado en los últimos 50 años.
En la remota ciudad de Tromsø, en el norte de la península escandinava, se encuentra el Hospital Psiquiátrico de Åsgård, que desde la entrada anuncia su particularidad: “medikamentfritt behandlingstilbud”, “tratamiento libre de medicamentos”, consigna impulsada por el propio ministerio de salud del país y que, entre otros propósitos, busca explorar otras formas de tratar la mente y sus trastornos.
¿En qué consiste la alternativa? Dicho con brevedad y simpleza: en escuchar al paciente. Merete Astrup, directora de la institución, describe así la especificidad de esta perspectiva:
Es una nueva forma de pensar. Antes, cuando las personas buscaban ayuda, se les daba siempre a partir de las necesidades de los hospitales, no de aquello que los pacientes querían. Estábamos habituados a decir a los pacientes: “Esto es lo mejor para ti”. Pero ahora les decimos: “¿Qué quieres en realidad?”. Y ellos pueden decir: “Soy libre. Puedo decidir”.
Asimismo, Magnus Hald, jefe de los servicios psiquiátricos del Hospital Universitario del Norte de Noruega, añade:
Tenemos que considerar que la perspectiva del paciente es tan valiosa como la del médico. Si los pacientes dicen que esto es lo que quieren, por mí está bien. Se trata de ayudar a las personas a que sigan adelante con sus vidas, de la mejor forma posible, y nosotros deberíamos ayudar a las personas a seguir, tomando medicamentos si es lo que quieren, y respaldarlos si quieren intentarlo sin medicamentos. Deberíamos hacer eso posible.
Estos dos testimonios expresan con sencillez el principal problema de la psiquiatría moderna: el lugar secundario al que relegó la historia no del paciente, sino de la persona.
Por más que el enfoque cientificista parezca inapelable, lo cierto es que en lo que respecta a la mente, sus “enfermedades” no son el resultado exclusivo de desequilibrios neuroquímicos.
La locura, la depresión, la ansiedad y otros trastornos son usualmente síntomas en los que se condensan circunstancias de nuestra vida que no entendemos o aún no hemos explorado.
Dicho de otro modo: no hay dos personas en el mundo que estén tristes por la misma razón. No obstante, desde un enfoque moderno de la mente humana, en vez de intentar entender esas razones, a ambos individuos se les ofrece la misma solución: un antidepresivo.
Por el momento no es posible saber hasta dónde llegará este proyecto puesto en marcha en Noruega. Sin embargo, el solo gesto de escuchar al paciente psiquiátrico es, para los médicos que los tratan, un gran paso cuya dirección podría ser quizá un entendimiento de la salud y el bienestar como estados que manan directamente de la subjetividad y las circunstancias personales.
Con información de Pijama Surf