Además de sus anchos corredores, sus arcadas, la fuente central en el patio interior, muy al estilo mudéjar, y las piezas de ebanistería monumentales que sostienen sus techos y realzan su belleza, esta joya arquitectónica del barroco del siglo XVII, que es el ex convento de Santo Domingo, convertido hoy en el Centro Cultural de los Altos de Chiapas, resguarda pruebas fehacientes de la importancia que ha tenido el arte textil para los pueblos mayas desde los años 600 y 700 de nuestra era.
Situado en el corazón de la antigua Ciudad Real, actualmente San Cristóbal de las Casas, el complejo arquitectónico cuya construcción, entre 1547 y 1551, comenzaron los frailes dominicos, ha resistido movimientos telúricos y el devenir de la historia, desde la Conquista española hasta nuestros días, y asimismo diversos procesos de restauración que lo mantienen en pie y en todo su esplendor.
La última y más profunda restauración del ex convento, en el 2012, fue mediante un fideicomiso que reunió recursos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el gobierno del estado, Fomento Cultural Banamex y Fomento Social Banamex, esto dotó al espacio de todas las condiciones para convertirlo en el Centro Cultural de los Altos de Chiapas, uno de los espacios museísticos y de actividad cultural más importantes de la región del sureste.
Apenas este año, fue necesaria una intervención para restaurar los daños sufridos en el inmueble durante los sismos del 2017, señala el antropólogo Raúl Durón León, director del complejo que actualmente alberga el museo histórico y arqueológico de Los Altos chiapanecos, del INAH, y el Centro de Textiles del Mundo Maya, de las fundaciones Banamex.
El museo ofrece a los visitantes una sala de historia dedicada a la ciudad de San Cristóbal, una de exposiciones temporales, que actualmente hospeda el ajuar y la máscara funeraria de la Reina Roja de Palenque y una sala arqueológica que, entre otras cosas, muestra monumentos y evidencias arqueológicas del origen, uso y evolución de los textiles mayas que datan de más de mil años.
La evidencia arqueológica
El Economista efectuó recientemente una visita al complejo con el objeto atestiguar la intervención del inmueble tras los sismos del 2017 y documentar la tradición ancestral del arte textil entre los pueblos mayas, la presencia de grecas, flores y rombos que integran la estética de su indumentaria y cuyos diseños aún se mantienen al margen de la polémica que en días recientes se desató por el uso comercial de los diseños de otros pueblos originarios que han hecho algunas casas de moda como Carolina Herrera y Louis Vuitton, y que ha motivado una serie de acciones de la Secretaría de Cultura federal en aras de proteger dicho patrimonio.
El director del museo, Raúl Durón, dirige el recorrido y muestra una colección de textiles del periodo clásico maya (200-900 d.C.) cuya ajada urdimbre deja traslucir los elementos iconográficos que en tiempos remotos dieran esplendor a esas prendas.
Textiles con orillos deshilachados o fragmentos antiguos de tela muestran figuras de flores y rombos casi desvanecidos, pero que remiten a las que hoy portan las mujeres en sus huipiles.
“Las grecas o el rombo que aparecen en la gran mayoría de los textiles de los Altos de Chiapas, procede de una tradición muy antigua y tienen un significado muy importante y ritual dentro de las comunidades, representan su cosmogonía, sus formas de organización social y su relación con otros planos de la existencia”, dice Durón.
El antropólogo señala una réplica del dintel 24 de Yaxchilán, cuyo original data de 1,300 años de antigüedad (del año 709 d.C. exactamente), donde se aprecia a una mujer de la nobleza maya ataviada con un huipil con rombos bordados que indican su posición en la élite y el privilegio de su comunicación con los dioses. Es la evidencia arqueológica de lo que Durón sostiene.
Respecto a la amenaza latente que algunos artesanos locales ven venir, de ser despojados de sus diseños ancestrales por las firmas internacionales de moda para incorporarlos a sus prendas sin compartir créditos ni beneficios, Raúl Durón señala que “sería deseable que estas empresas se acercaran a las comunidades a solicitar con respeto el uso de esos elementos iconográficos”.
Lamenta que “no ha habido ni la capacidad ni el interés del Estado mexicano por regular este tipo de “plagios” o usos indebidos y opina debe abrirse una discusión muy profunda con las autoridades competentes, con los legisladores, con las comunidades, para proteger este patrimonio cultural de los pueblos y encontrar recursos legales para salvaguardar el derecho comunitario sobre estos diseños que son patrimonio cultural.
Por otro lado, dice, “las empresas de moda tienen una obligación ética de buscar los mecanismos legales y comerciales para hacer que las artesanas y artesanos participen con sus diseños y que ambos se vean beneficiados”.
El centro de arte textil
El discurso museográfico relativo a los textiles y la indumentaria mayas, nos prepara para arribar a la planta alta del complejo, que alberga el Centro de Textiles del Mundo Maya (CTMM), financiado por las fundaciones Banamex, y que dirige la maestra Alejandra Mora Velasco.
Resguarda la colección Pellizzi de textiles mayas y piezas de la cooperativa indígena Sna Jolobil (Casa de las Tejedoras Mayas) y su función es proteger, investigar, resguardar y proyectar el arte textil de las comunidades que aún sigue vivo en la región de los Altos de Chiapas y es una expresión muy vigorosa del arte de sus comunidades, dice Mora Velasco.
Ahí podemos ver entre sus más de 400 gavetas que las técnicas de tejido y los elementos iconográficos del pasado prehispánico siguen presentes en las prendas elaboradas durante el siglo XX.
Frente a la polémica de los supuestos plagios, La directora del CTMM asegura que sí hay marcas que comenten abusos al lanzar prendas muy exactas a partir de los diseños de las comunidades indígenas.
Pero define su postura: “más que prohibirles el uso de esos diseños, les invitaría a que trabajen en colaboración con las comunidades de artesanos mexicanos; les saldrían unas piezas inmejorables. Más que pelear yo los invitaría a colaborar, para que todos salgan beneficiados”.
Asegura que esta es una oportunidad para conocer de dónde proviene este arte textil, apreciarlo y difundirlo y contribuir a que las piezas auténticas se adquieran en su justo valor, que no se abaraten y que las tejedoras se vean beneficiadas, porque, dice, “consumir piezas baratas genera que se vayan perdiendo las técnicas y la exquisitez de las piezas”.
Con información de El Economista