Diego González fue declarado culpable este martes por haber abusado sexualmente de su hija Ludmila durante más de 12 años, y el próximo 26 de febrero se espera que el Tribunal Oral Criminal Número 2 del partido de Quilmes, Provincia de Buenos Aires (Argentina), emita su condena.
Según el reporte de Data Judicial, la Justicia obtuvo pruebas tan contundentes que tardó menos de 15 minutos en pronunciar su adelanto de veredicto, una situación casi inédita. En efecto, los jueces analizaron las pruebas remitidas por el fiscal, como muestras de ADN y los relatos de la víctima y sus hermanos, enmarcadas en un grave contexto de violencia de género.
Por lo pronto, los magistrados aún no detallaron cuántos años permanecerá González en la cárcel, aunque el fiscal y la parte actora piden una pena de 35 años. Entre tanto, el implicado está privado de su libertad bajo la modalidad de prisión preventiva.
Ludmila era violentada sexualmente en una vivienda ubicada en la localidad de Bernal. En la causa judicial, la víctima declaró que fue abusada durante 12 años, cuando tenía entre siete y 19. El tío materno de la joven, Roberto Escobar, afirma que el delito habría ocurrido desde que ella tenía cinco años.
Según relata el pariente a RT, esta diferencia de dos años se explica porque la víctima recordó situaciones de abuso más antiguas, pero luego de haber brindado su testimonio ante las autoridades.
Desde el entorno familiar le confirman a este medio que, producto de los abusos sexuales, Ludmila habría tenido tres embarazos de su propio progenitor.
La primera vez que Ludmila quedó encinta producto de las violaciones, fue obligada a abortar. En la segunda ocasión, el embarazo llegó a término pero el bebé murió tiempo después; y en la tercera dio a luz a su hija, que actualmente tiene cuatro años.
La escapatoria y el apoyo para denunciar
La denuncia inicial fue radicada en 2017 ante la Comisaría de la Mujer de Quilmes. En esa oportunidad, Ludmila contó que su madre y sus tres hermanos desconocían la situación, a pesar de compartir la misma vivienda. Según dicha presentación, González buscaba momentos en que estaba solo con ella para cometer los delitos sexuales, como por ejemplo, cuando la mamá se iba al trabajo o se quedaba dormida.
Dar aviso a las autoridades no fue fácil, porque al principio se sentía muy sola. Sin embargo, un día le contó la situación a varios allegados para buscar apoyo. “Cuando nos enteramos que era violada por su progenitor, la ayudamos a escapar junto a mi esposa, el hermano y la pareja de Ludmila”, señala el tío. Con ese socorro, logró irse de su hogar y encontró refugio en la casa de su novio —actual esposo—, y se fue a vivir con esa nueva familia.
A su vez, Escobar cuenta que tenía sospechas sobre esta circunstancia desde tiempo atrás, pero no podía radicar una denuncia porque esta debe hacerla la víctima. Así, luego de que Ludmila les relatara los hechos, la incentivaron a dar aviso a las autoridades y tres días después de contárselo a sus seres queridos, presentó la denuncia. La Justicia detuvo al abusador unas horas después, y quedó preso desde entonces.
“Haberlo visto cara a cara, me hizo mover todos los recuerdos”
A pocas horas de escuchar la determinación del Tribunal, Ludmila, que hoy tiene 22 años, atiende a RT para contar cómo se siente tras saber que su agresor fue considerado culpable: “Ahora muy bien no estoy. El hecho de haberlo visto cara a cara me hizo mover todos los recuerdos que tuve estos años. Pero, es lo que esperaba. Estoy agradecida a mi abogado y el fiscal, porque pidieron lo que queríamos”.
Ludmila espera que se concrete una pena máxima de 35 años contra González, en medio de la cuenta regresiva para conocer la condena: “Esperamos que el miércoles que viene los jueces tomen el veredicto y digan lo que realmente queremos escuchar”.
Por otro lado, subraya la importancia de sentirse acompañada en los momentos clave: “Antes de todo esto pensé que estaba sola, pero realmente no fue así”. Y sigue: “Cuando mis allegados hablaron conmigo, tres días antes de hacer la denuncia, fue una emoción enorme, con esas lágrimas de sentir que no estoy sola. Son todo lo que tengo, me ayudaron muchísimo”.
Ludmila también relata que en un principio no tenía pensado denunciar, ni mucho menos obtener un fallo judicial favorable: “Solo quería escaparme, tenía miedo de que me encontrara y me matara”. Luego, hubo que atravesar otras peripecias judiciales, ya que el proceso se interrumpió dos veces: “La primera vez no estaba el ADN, y la otra se suspendió porque el hijo de la abogada defensora tuvo un accidente”.
Para concluir la charla, la joven le aconseja a otras víctimas “que hablen”. En su caso, el primero en escucharla fue su novio, “la persona menos pensada”, quien supo respaldarla. “A veces, si no es la familia, se puede hablar con alguien de afuera”, destaca. Y finaliza: “Nunca estamos solos, siempre va a haber alguien que te va a ayudar para salir de todo este infierno”.
Con información de RT / Leandro Lutzky