Durante la noche del 22 al 23 de febrero de 1913, mueren fusilados el presidente mexicano Francisco Ignacio Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez, luego de ser apresados por el general Victoriano Huerta, con apoyo de la Embajada de Estados Unidos en México.
Gracias a la ley de fugas se pudo justificar oficialmente el asesinato de Madero y Pino Suárez. El hecho sucedió a pesar de que ministros de varios países solicitaron que se preservara la vida de Madero. Gustavo A. Madero, tres días antes de la muerte de su hermano, fue asesinado brutalmente por las fuerzas del general Félix Díaz en La Ciudadela de la Ciudad de México por órdenes directas de Huerta. Madero y Pino Suárez fueron obligados a firmar sus renuncias, sin tener conocimiento de la muerte de Gustavo.
La muerte del presidente y su vicepresidente nunca fue manejada como un “asesinato” por los periódicos nacionales.
El 24 de febrero, Madero fue enterrado en el cementerio de la Piedad. El funeral atrajo a cientos de simpatizantes de Madero. La represión de Huerta continuó: disolvió el Congreso y asesinó a varios diputados.
La ocupación de Veracruz por parte de los soldados estadounidenses y la derrota de las fuerzas federales en Zacatecas llevaron a Huerta a renunciar al poder y huir del país. Tras su renuncia fue sucedido interinamente por Francisco Carvajal.
Más tarde llegó al poder Venustiano Carranza, uno de los líderes revolucionarios, hasta su asesinato el 21 de mayo de 1920.