La especialista Berenice Gervassi destacó su implementación en México, con acciones como la promulgación de la Ley General de Cultura y Derechos Culturales, y la creación de la Secretaría de Cultura
En 2005, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) aprobó la Convención sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales; a 15 años de distancia, este acuerdo internacional es de los “menos trabajados, discutidos y comprendidos” de las seis convenciones redactadas en el seno de esta organización.
Lo anterior fue considerado por el editor Carlos Tejada, consultor en la Oficina de UNESCO en México, al exponer sobre la aplicación y los avances de la Convención sobre Diversidad Cultural (como es más conocida), en el Seminario Patrimonio Cultural, coordinado por el investigador Bolfy Cottom, y organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través de la Dirección de Estudios Históricos y la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural.
Carlos Tejada, quien entre otros proyectos editoriales ha coordinado el relativo a la conmemoración de los 70 años de relación entre México y la UNESCO, recordó que se trata de la sexta y última convención cultural de la UNESCO, y está, de alguna manera, vinculada a la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, de 2003.
Para empezar —dijo— el título de la Convención de 2005 “esconde un truco”, “porque no es estrictamente una convención de diversidad cultural, sino sobre la diversidad de las expresiones culturales”. El documento se discutió a lo largo de dos años, con aportes importantes por parte de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, la cual elaboró un diagnóstico sobre la condición de la cultura en un mundo globalizado, empezando desde 1993.
Nuestra diversidad creativa: informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo reportaba entre sus principales hallazgos que “la globalización era la amenaza más seria que se cernía sobre la diversidad cultural, y que ésta es fuente de innovación y creatividad”. Además, en 2001 tendría lugar la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural y su Plan de Acción, el primer acuerdo multilateral surgido tras el ataque a las Torres Gemelas, en Nueva York, el 11 de septiembre de ese año.
“Fue un consenso importante, en contracorriente del llamado ‘Choque de las civilizaciones’, teoría que postulaba un nuevo orden mundial en el que las grandes ‘líneas de fractura de la humanidad’ ya no corrían a lo largo de los Estados nacionales, sino que la nueva línea de conflicto dominante sería de orden cultural’. Por el contrario, la declaración establecía que el diálogo entre las culturas es pieza fundamental para la paz”, explicó.
Tejada dijo que uno de los principales desafíos que se mantienen desde el primer informe, es contar con datos e información para la evaluación de políticas culturales, por lo que se intenta fortalecer el marco de estadísticas del que surgió “una batería de indicadores de cultura para el desarrollo, la cual comprende siete dimensiones, buscando identificar su papel en la economía, educación, participación social, igualdad de género, a nivel de los Estados y a nivel nacional.
“El tema fundamental con la sociedad civil es que puedan formar parte de la formulación de las políticas culturales, encaminadas a la protección y la promoción de la diversidad de estas expresiones. Es uno de los ámbitos que necesita mayor reforzamiento. En cuanto al papel de la cultura en el desarrollo sostenible, se tiene la expectativa de que ésta mejora el acceso a la creación, producción y distribución de bienes y servicios culturales, y puede garantizar empleos dignos”.
Las cifras no engañan. Las industrias culturales valen 2,25 billones de dólares, los cuales equivalen a 10% del PIB mundial, y emplean a 30 millones de personas en el mundo (la mitad mujeres). Generan 253,200 millones de dólares en exportaciones de bienes culturales, 45% de ellas procedentes de países en desarrollo como el nuestro.
En lo que respecta a la implementación de la Convención de 2005 de la UNESCO, en México, la maestra Berenice Gervassi consideró que los últimos tres años han sido decisivos.
La consultora independiente, quien se ha encargado de esta evaluación, destacó que este balance ha sido satisfactorio en cuanto a políticas culturales, “con progresos como la promulgación de la Ley General de Cultura y Derechos Culturales, y su reglamento, y la creación de la Secretaría de Cultura”.
“México cuenta con una legislación sólida que incorpora los principios de la convención y un buen sistema de gobernanza multiactor y multinivel en el sector cultural. Además, la Secretaría de Cultura tiene la capacidad de vincularse con otras dependencias de la administración pública federal para coordinar la política cultural del país”, sostuvo.
Para la internacionalista por el Colegio de México, entre los retos y áreas de oportunidad está ampliar esta articulación con secretarías e institutos de la federación, y con el Poder Legislativo (cámaras de Diputados y Senadores). También en los medios de información debe fomentarse la diversidad de las expresiones, a través de la radio pública y comunitaria, e incluso la cinematografía, por ejemplo.
Asimismo, en la integración de la cultura en los marcos de Desarrollo Sostenible, cabe destacar dos programas: el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2023, y el Programa Nacional de los Pueblos Indígenas 2018-20-23, que establecen este vínculo.
“En lo que se refiere a la descentralización y el acceso regional de la cultura, México cuenta con programas, presupuestos e infraestructura para poder garantizar esta accesibilidad.
“Desde la Secretaría de Cultura habría que dar un paso más hacia estrategias integrales, juntando esfuerzos con otras dependencias, transversalizando y apoyando los esfuerzos de los institutos nacionales de Lenguas Indígenas y de los Pueblos Indígenas”, concluyó la especialista.