El colapso en el peso mexicano en este mes tiene el riesgo de hacer que la popularidad del Gobierno también se desplome junto con la moneda, en un país con malos recuerdos de crisis monetarias en su historia reciente.
El presidente Andrés Manuel López Obrador mantuvo sus sólidos índices de aprobación durante su primer año en el cargo, pese a que la economía se estancó. A medida que las inversiones en energía y construcción se suspendían y el crecimiento se desaceleraba a cero, a menudo aludía a la solidez del peso como señal de que las cosas estaban bien.
La pandemia del COVID-19 y el desplome mundial del precio del petróleo de la semana pasada al parecer están cambiando eso, haciendo que el peso caiga a un mínimo histórico.
“Para los mexicanos, el tipo de cambio del peso equivale al éxito del gobierno”, apuntó el economista de Barclays, Marco Oviedo.
“Si el peso se devalúa, el presidente se devalúa”, remarcó.
López Obrador asumió el cargo en diciembre de 2018, y durante el año siguiente el peso se recuperó 4,3 por ciento, la mayor alza entre los principales mercados emergentes después del baht tailandés. Esa fortaleza fue impulsada en gran medida por los inversionistas que aprovecharon los rendimientos relativamente altos de los bonos mexicanos, pero eso no impidió que López Obrador se atribuyera los meritos por ello. Antes de sus informes de prensa diarios, preguntaba a sus asesores cómo iba el peso.
Durante el último mes, todo eso desapareció debido a que el peso perdió 18 por ciento de su valor, lo que lo convierte en la moneda de peor desempeño entre más de 130 monedas que monitorea Bloomberg.
A pesar de su desagrado por una moneda débil, López Obrador dijo el jueves pasado que no creía que el Banco de México (Banxico) debería gastar reservas tratando de detener la liquidación.
“Desde nuestra perspectiva, no debemos de intervenir para que artificialmente se fortalezca nuestra moneda”, señaló. “Tenemos finanzas públicas sanas, tenemos reservas suficientes”.
La moneda se debilitó 4 por ciento el lunes a 22.9 unidades por dólar, antes de que este martes alcanzara un mínimo histórico de 23.23 unidades.
El trauma monetario de la nación se remonta a reiteradas devaluaciones en las décadas de los ochenta y noventa. En 1994, la agitación política en México y alzas en las tasas de interés de Estados Unidos provocaron, en parte, una devaluación del peso que impulsó una fuga de capitales en lo que se conoció como “la crisis del tequila”. La economía se contrajo 6.3 por ciento al año siguiente, lo que fortaleció la asociación en la mente de las personas entre una caída del peso y la pérdida de empleos y quiebras.
Ayudado por su discurso anticorrupción y su actitud ‘campechana’, López Obrador ganó en forma aplastante en las elecciones de 2018 y atravesó su primer año en el cargo con índices de popularidad récord.
Brusco desplome
Los precios del petróleo han caído más de 40 por ciento en el último mes, y, si permanecen en torno a sus niveles actuales de alrededor de 30 dólares por barril, el gobierno enfrentará un panorama de crecimiento aún peor, además de un agujero en sus finanzas. El enfoque de López Obrador en revivir la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) contuvo una contracción que había durado décadas en la producción, que se niveló en alrededor de 1.7 millones de barriles por día.
Es poco probable que el apetito de los extranjeros por los bonos mexicanos, que habían apuntalado la fortaleza del peso, reviva en el corto plazo, ya que los inversionistas siguen concentrados en trasladarse hacia activos más seguros en medio de la liquidación global, explicó Cristian Lawrence, estratega de Rabobank con sede en Nueva York.
El peso podría experimentar pérdidas aún mayores si la caída del precio del petróleo lleva a las agencias de calificación crediticia a rebajar a la petrolera mexicana Pemex.
“Si una persona promedio ve que el peso se está debilitando, piensan que algo está mal en la economía y que el Gobierno tiene la culpa”, explicó Oviedo.
Con información de El Financiero