Respetar una sana distancia, lavarse constante de manos con agua y jabón o desinfectarlas con gel antibacterial, así como evitar concentraciones con más de 50 personas como medidas para evitar el riesgo de contagios del COVID-19 son recomendaciones que no pueden seguir quienes están privados de su libertad porque las cárceles mexicanas padecen sobrepoblación, carencia de agua, y deficiencia de higiene, a lo que se suma la necesidad de generar dinero porque en el encierro todo cuesta.
Un ejemplo de esta situación es el Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, el cual tiene capacidad para 6,208 personas, pero, hasta diciembre pasado, alojaba 8,266 reos; es decir, tiene un excedente de más de 2,058. Este sobrecupo o sobrepoblación del 35% se traduce en hacinamiento y falta de higiene, dos condiciones en las que el coronavirus se expande.
“M” Osorio (nombre ficticio) es uno de los internos del alojados en el dormitorio cinco del Reclusorio Oriente. En entrevista con Expansión Política, reconoce que le preocupa la pandemia del coronavirus, no solo por su salud y la de su familia que lo visita cada semana, sino por cómo se tornará la situación al interior del centro penitenciario.
“Todo será un caos”, asegura aún con la incertidumbre de saber si su esposa e hijos podrán seguir visitándolo las siguientes semanas cuando se esperan los momentos más álgidos de la pandemia que ha contagiado a más de 300,000 personas en el mundo, hasta ahora.
Explica que si en el Reclusorio Oriente, ubicado San Lorenzo Tezonco, alcaldía Iztapalapa, se cancelan las visitas de los martes, jueves, sábado y domingo el escenario será complejo porque gran parte de la población sobrevive gracias al dinero que les lleva su familia o lo que consiguen trabajando ya sea en la venta de artesanías, porque en la cárcel para todo se necesita dinero.
Detalla que para sobrevivir un día en prisión se necesita un mínimo de 27 pesos: 15 pesos para pago de pase de lista, 5 o 10 para comida, y 2 pesos para el agua. Eso sin contar los 3 pesos que debe guardar para el pago semanal de 20 pesos que entrega cada recluso en una celda para contar con un lujo: el televisor, que es su contacto con el mundo exterior.
En México, se estima que hay 202,337 personas en los reclusorios y el 37% de las prisiones presentan sobrepoblación. A nivel nacional, 46% de las personas privadas de la libertad comparten celda con más de cinco personas y en algunos casos el número de personas por estancia es mucho mayor. Como en el dormitorio cinco del Reclusorio Oriente.
En cada celda del Reclusorio Oriente hay espacio para seis camas de cemento, pero en realidad alojan a más de 10 reos y ha habido ocasiones que hasta 15. Algunos llegan a dormir sentados en el sanitario. En esas celdas no hay espacio para la sana distancia, esa medida con la que el gobierno recomienda mantener un espacio de 1.5 metros entre persona y persona.
Y tampoco existe manera de mantener sanitizados los espacios, pues hasta para bañarse tienen que pagar 2 pesos por una cubeta con agua.
“M” Osorio explica que hace unos días colocaron depósitos de gel antibacterial en áreas comunes, pero el producto se terminó rápido; considera que tener gel antibacterial en prisión es un lujo reservado para pocos. Explica que si los familiares intentan introducir una botella de gel, deben pagar 20 o 30 pesos en cada uno de los dos filtros donde se revisan los alimentos que ingresarán al reclusorio los días de visita.
De acuerdo con el Diagnostico Nacional del Sistema Penitenciario 2019, realizado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el 63% de los centros de reclusión tiene deficiencias en higiene en áreas de dormitorios y en el 32.79% en los servicios de salud.
Aunque el rumor es que pronto se cancelarán las visitas, la propia autoridad ha reconocido que se valora la medida, nadie ha informado a la población penitenciaria las medidas a seguir. Solo en los dormitorios y espacios comunes colocaron letreros con recomendaciones a fin de evitar la posible propagación del coronavirus, pero hay quienes consideran que es una burla, porque prácticamente ninguna de esas medidas puede ser aplicadas en el encierro.
Lo que sí se está efectuando ya, es que quien quiere ingresar al reclusorio a visitar a su interno debe sumar a los seis filtros, otro más: un escáner que mide la temperatura. Si supera los 37 grados no puede entrar; pero si lo supera se le dota de gel antibacterial y a partir de ahí recorre el difícil camino que implica el encuentro con su familiar y en el que al menos tiene que pagar 20 pesos de “cooperación” a los custodios. “Esto no pasa”, “Su credencial ya no pasa, tiene más de cuatro años”, “Ese color de pantalón no pasa” y “Para el refresco”, son algunas de las frases con las que suelen exhortar los custodios a los visitantes a que den cooperaciones que van desde los cinco pesos y superan los cientos, todo dependiendo el objeto prohibido que se busque meter.
Otras de las medidas que ya se están tomando para prevenir los contagios son la cancelación de clases. Maestros y cualquier externo que solía ingresar para dar lecciones o encabezar reuniones de índole religioso.
A los adultos mayores que están en prisión ya no les están permitiendo su salida de la celda porque de acuerdo con la Secretaría de Salud son de los grupos más vulnerables a ser contagiados de COVID-19.
Apenas el 18 de marzo, Rosa Icela Rodríguez, titular de la Secretaría de Gobierno capitalina, explicó que en los 13 centros penitenciarios de la Ciudad de México se impedirá el acceso a personas con síntomas de coronavirus.
En una conferencia en la que se le preguntó por contagios de sarampión en la CDMX también fue cuestionada sobre el coronavirus. Precisió que además del personal de seguridad, ahora cuentan con un doctor y un paramédico para vigilar los accesos.
En tanto, la Subsecretaría de Sistema Penitenciario de la Ciudad de México reforzó esta semana las acciones de prevención en los centros penitenciarios, ante la contingencia sanitaria, afirmó su titular, Hazael Ruíz Ortega este miércoles mediante un comunicado de prensa.
Ruíz Ortega,anunció que como parte de las medidas que se han tomado para proteger a la población penitenciaria y a sus familias, así como al personal de los centros, se establecieron visitas escalonadas y se pidió a mujeres embarazadas y menores de 17 años no acudir a las visitas durante el periodo que dure la epidemia.
Contrario a lo denunciado por los internos, Ruíz Ortega indicó que las personas privadas de la libertad y sus visitantes se encuentran al tanto de estas disposiciones, ya que en los últimos días se ha trabajado en su concientización.
De esta manera, indicó, se ha organizado el ingreso de familiares para que la mitad de las personas internas reciban visitas jueves y domingo y el resto martes y sábado, lo que permitirá disminuir en 50% el número de quienes ingresan a estos espacios.
Desde su aislamiento, “M” Osorio dice que si empiezan a darse contagios en las prisiones será un problema para todos, pues crecerá la tensión entre los internos. Ejemplifica que por ahora, y según los rumores, próximamente no les permitirán salir a espacios comunes, lo cual, dice, es algo que en sus siete años de prisión nunca ha vivido.
Al encierro, en esta temporada se suma la incertidumbre de saber qué sucede afuera. Explica que si quiere llamar a su familia, necesita un peso por cada minuto que dure la comunicación.
Con información de Expansión