Quédate con la palabra: geosmina. Es la clave de ese olor tan característico que muchas personas en todo el planeta asocian a la primavera. La geosmina es ese compuesto que genera el evocador y terroso olor que caracteriza a la estación. Se aprecia mejor después de una lluvia reciente o mientras se cava. La nariz humana es tan sensible al compuesto que es detectable a cien partes por billón. En otras palabras: podemos sentir la geosmina mejor de lo que los tiburones pueden detectar la sangre.
Pero, ¿por qué existe este olor que ha perfumado el planeta durante casi medio billón de años? Una nueva investigación realizada por científicos en Suecia y el Reino Unido ha ayudado a explicar por qué, tal y como nos explican desde el John Innes Center. El estudio, publicado en Nature Microbiology, ahonda en este secreto: se trata de la ancestral relación entre las bacterias Streptomyces del suelo y las criaturas primitivas de seis patas llamadas colémbolos (Collembola).
El género de las Streptomyces agrupa a bacterias de importancia mundial que producen una variedad de compuestos orgánicos, incluidos compuestos químicas para cultivos o algunos de los antibióticos más efectivos del mundo. Pero además, también producen geosmina y una gama de otros compuestos orgánicos volátiles (COV). Si bien las especies de Streptomyces varían drásticamente en los tipos de moléculas que producen como antibióticos, todas, sin excepción, producen geosmina. «El hecho de que todos produzcan geosmina sugiere que confiere una ventaja selectiva a las bacterias, de lo contrario no lo harían», explica el profesor Mark Buttner, uno de los autores del estudio.
Relación mutuamente beneficiosa
«Sospechábamos que estaban señalando algo y lo más obvio sería algún animal o insecto que pudiera ayudar a distribuir las esporas de Streptomyces». Para descubrir qué podría atraer el olor a geosmina, los investigadores establecieron una red de trampas cebadas con Streptomyces. Otros fueron cebados con sustancias de control. Los experimentos revelaron que los colémbolos fueron atraídos poderosamente por el cebo Streptomyces, atraídos por la geosmina y por otro compuesto con olor a tierra producido por Streptomyces llamado 2-methylisoborneol (2-MIB).
Pero, ¿por qué ha evolucionado esta relación durante medio billón de años desde que el género Streptomyces llegó al planeta, aproximadamente al mismo tiempo que Collembola se separó de los insectos? El profesor Buttner explica: «Hay un beneficio mutuo. Los colémbolos comen los Streptomyces, por lo que la geosmina los atrae a una valiosa fuente de alimento. Y, los colémbolos distribuyen las esporas, tanto pegadas en sus cuerpos como en sus heces, que están llenas de esporas viables, por lo que los Streptomyces se dispersan. Esto es análogo a las aves que comen los frutos de las plantas. Obtienen comida pero también distribuyen las semillas, lo que beneficia a las plantas». Un ejemplo de comunicación química que ha durado 450 millones de años.
Referencia bibliográfica:
Developmentally regulated volatiles geosmin and 2-methylisoborneol attract a soil arthropod to Streptomyces bacteria promoting spore dispersal. Autores: Paul G. Becher, Vasiliki Verschut, Maureen J. Bibb, Matthew J. Bush, Béla P. Molnár, Elisabeth Barane, Mahmoud M. Al-Bassam, Govind Chandra, Lijiang Song, Gregory L. Challis, Mark J. Buttner & Klas Flärdh. Publicación: Nature Microbiology
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