Zidane introducía cuatro cambios en el equipo. Es ya una costumbre. Mantiene la columna vertebral y modifica algo entre la media y la delantera que determina particularidades del ataque. Es como un complemento que señala el estilo. Esta vez iba a ser Isco, que fungiría de creador libre en el 4-3-3.
El Espanyol, desesperado y con Rufete en el banquillo (gran do de pecho en la banda), respondía con velocidad. En el minuto 2 hubo una ocasión de Darder. Embarba trataba de sorprender a la espalda de Casemiro (lo hizo al principio) y Wu Lei, pegado en la banda derecha, hacía sufrir a Marcelo.
FICHA DE PARTIDO
Estadio: RCDE Stadium
Espanyol
13
Diego López
34
Víctor Gómez Perea
18
Leandro Cabrera
17
Dídac
20
Bernardo
10
Sergi Darder
21
Marc Roca
15
David López
23
Adri Embarba
7
Lei Wu
11
Raúl de Tomás
Real Madrid
13
Courtois
12
Marcelo
5
Varane
2
Carvajal
4
Sergio Ramos
8
Kroos
15
Federico Valverde
14
Casemiro
22
Isco
7
Hazard
9
Benzema
Banquillo
24
Fernando Calero
5
Naldo
4
Víctor Sánchez
12
Calleri
26
Pol Lozano
3
Adrià Pedrosa
16
Javi López
14
Melendo
25
Oier
31
Víctor Campuzano
33
Nicolás Melamed
22
Matías Vargas
Banquillo
24
Mariano
39
Javier Hernández
11
Bale
27
Rodrygo Silva de Goes
47
Miguel Gutiérrez
25
Vinicius Júnior
1
Alphonse Areola
21
Brahim Díaz
20
Marco Asensio
26
Diego Altube
16
James
3
Éder Gabriel Militão
Goles
Goles
Casemiro 44′
Árbitro: Antonio Miguel Mateu Lahoz
Estaba vivo el partido, vivo el rival, y el Madrid desplegaba, como una cohorte romana, su poderío en la media, esa ocupación del campo con los tres medios más Benzema más Isco, que, con su mezcla tan particular de personalidad y parsimonia, se hacía con el mando del juego, impregnaba el futbol del Madrid apareciendo aquí y allá en la creación.
Pero, como puede imaginarse, era un juego poco rompedor, nada vertiginoso, que punteaba al Español con llegadas por alto a balón parado de Casemiro. En una, Ramos intentó rematar una volea a bocajarro del brasileño, respondiendo a ella como quien cabecea una bala de cañón. No pudo marcar y se lamentó, pero no de la ocasión sino del golpe. Una anécdota, pero que describe la implicación de Ramos y esa actualización suya de La Furia, de los bemoles camachiles.
El Madrid tuvo unos buenos minutos iniciales, por momentos brillantes, pero como suele suceder con Isco, se fue desventando un poco. No se usaban las bandas, arrendadas a la explotación de los laterales, y Hazard y Benzema no aparecían.
También, hay que reconocerlo, el Español dejaba de llegar, Casemiro se convertía de nuevo en el gran imantador de balones y su fútbol se taponaba por completo hasta la altura del 24 y 25 en que Wu Lei tuvo un par de ocasiones: una, tras un balón de De Tomás gano a Casemiro; otra, ganando a la lentitud de Marcelo en la banda.
EL partido se fue así a la pausa de hidratación. El saldo de lo nuevo en el Madrid era dudoso: Casemiro estaba bien, pero Marcelo e Isco parecían lentos y Hazard fuera del juego. La suplencia de Vinicius parecía un lujo.
No había mucho, salvo control por el Madrid (aunque ya asomó Benzema en el 35 con un clásico tiro suyo en el que se le veían las intenciones), cuando, justo al final de la primer parte, el Madrid se sacó de la blandura con dos puñetazos de fútbol: una ocasión en el 45, barullo en el área que salvó Diego López con mucho mérito; y el que quizás sea el gol del campeonato: pase de Marcelo al desmarque de Benzema que, al ver la llegada de Casemiro, le pasó la pelota con un tacón que a la vez era caño al rival. Casemiro alcanzó la pelota como un tráiler. Ese gol tenía mucho: era la confirmación de que Benzema como gran inteligencia creadora del Madrid, contante y sonante en pases y goles que la razón a sus valedores, y a la vez revelaba el modo de sustitución de Cristiano, pues era el quinto gol de Casemiro. Funciona así la solidaridad en defensa (ahí están los números) y funciona en el ataque con el reparto y cooperativa del gol.
El coronafútbol, al comprimir la temporada y el fútbol, devuelve lo mejor del Madrid de Zidane, ofreciendo en tarrito pequeño la vieja esencia. Le beneficia también la ausencia de ambiente, con Butragueño y su discurso de señorío-zen como única voz en el estadio. En el puro fútbol, el fútbol liofilizado, gana el Madrid.
Courtois, los centrales, Casemiro, Kroos y Zidane son la percha o el maniquí del Madrid. Es el elemento estable en el que se cuelgan luego tres o cuatro prendas que modifican tono, estilo y maneras. Pero lo estable no falla.
Y esa columna, más el yoyó de Isco, controló igual el partido durante la segunda parte y para cuando el cansancio empezara a notarse entraron Vinicius y Rodrygo, lo que habla del opulento banquillo madridista.
El Madrid tiene experiencia, controla la pelota, manda por alto, es serio en defensa y rara vez descuida ya el centro del campo. No tiene tanto gol, Hazard no rompe, pero se suman Ramos y los medios, y el conjunto, plástico y cambiante en las rotaciones, es un equipo de fútbol disfrutable y reconocible (memorable, por tanto) que va directo al campeonato liguero.
El Madrid mantenía el partido dentro de un tuyamía entre Casemiro y Benzema (los mejores del partido). Sin ocasiones, pero con absoluta confianza, y con el Espanyol ya cerca del jadeo.
Hizo todos los cambios Rufete, como si diese oportunidad a todos para una despedida. Zidane, mientras, ni pensó en agotarlos para perder el tiempo. Disfruta de una forma de plenitud y cada partido suma a alguien o mejora algo. Es el Madrid de los anticuerpos, autoritario en los estadios mudos.
Con información de ABC