Los jefes de estado sueñan con viajar a Washington y tener una proyección internacional incomparable, pero no así el presidente López Obrador. Por meses, AMLO ha evitado reunirse con Donald Trump. En 2019, cuando México ofreció contener el flujo migratorio para evitar que Estados Unidos la imposición de tarifas arancelarias a sus exportaciones, se planteó la posibilidad de que López Obrador viajara a Washington el 10 de septiembre para evaluar los resultados de la colaboración mexicana. Sin embargo, 2019 terminó sin viaje. Meses antes de la entrada en vigor del TMEC, el Presidente comenzó a descartar un viaje a Washington debido a la lucha contra la pandemia y a su deseo de enfocarse a México porque, a su ver, “la mejor política exterior es la interior.”
Cuando finalmente el presidente reveló que sí visitaría a Trump en la Casa Blanca, trató de controlar la narrativa anticipando cinco aspectos de su viaje: (1) que asistía al evento histórico, único, irrepetible, de inicio del TMEC; (2) que al evento se sumaría el Primer Ministro Trudeau; (3) que agradecería al Presidente Trump su apoyo en la compra de ventiladores para enfrentar la pandemia y en completar con 250,000 barriles diarios de producción estadounidense, la cuota de reducción de petróleo que la OPEP + había asignado a México; (4) que la agenda sería principalmente comercial y (5) que no contemplaba realizar otras actividades, descartó reuniones con migrantes mexicanos o Joe Biden.
El esfuerzo presidencial por controlar la narrativa puede explicarse porque la visita ofrece nulo capital político, y puede tener cuatro impactos indeseables de su viaje:
1.- Incómoda exposición internacional: el presidente se siente más cómodo en Escárcega, Campeche, promoviendo el tren Maya, que en Washington exponiendo su visión social de desarrollo. Lo internacional no es lo suyo. AMLO podría tener la atención del mundo para proyectarse como el líder moral del antineoliberalismo, pero le inquieta que su encuentro con Trump exhiba su incomodidad y desconocimiento de temas internacionales y lo exponga a preguntas de periodistas, los de la Casa Blanca, muy distintos de los que lo acompañan todos los días en Palacio Nacional.
2.- Escrutinio de medios: los principales medios de Estados Unidos y del mundo escribirán sobre AMLO y la situación de México con motivo del viaje presidencial. Como en ningún otro momento desde que tomó posesión, se hará un análisis de su estilo de gobernar, sus aciertos y limitaciones. En Estados Unidos, empresarios, mexicanólogos, líderes empresariales e hispanos y congresistas, harán un juicio sobre la relación con México y sobre AMLO y la cobertura, sin duda, será poco agradable.
3.- Presión sobre temas desagradables: una visita presidencial ofrece una ventana de oportunidad para que intereses económicos y políticos estadounidenses posicionen en la agenda de Trump temas que afectan sus inversiones y pespectivas de crecimiento en México como la inseguridad, el narcotráfico o políticas públicas adversas (ej.: energía). Será inevitable que el Presidente Trump busque obtener concesiones económicas o políticas por parte de AMLO que pueda ofrecer a sus aliados en tiempos electorales.
4.- Cuestionamiento de bases de apoyo: adversarios y aliados de AMLO en México y Estados Unidos son recelosos de Trump, por eso su visita a Washington es un terreno minado. Para Trump es una valiosa oportunidad de centrar la atención en uno de sus grandes logros de gobierno, el TMEC, y para acercarse a la comunidad hispana que tanto desprecia y necesita. AMLO teme que las escenas de su visita Washington regresen a atormentarlo en los próximos meses.
El presidente López Obrador conoce lo que los mexicanos sienten y piensan sobre Trump. Si regresa de Washington sin un logro palpable que pueda ofrecer a sus bases de apoyo, el viaje de agradecimiento del Presidente habrá alienado a aliados en México y Estados Unidos que son fundamentales para contener el descontento que ha generado por su mal manejo de la pandemia y sus consecuencias económicas.
Con información de Forbes