En la tarde del 4 de agosto, una columna de humo se alzó sobre el puerto de Beirut, capital de Líbano. La gente empezó a grabar el fuego desde distintos puntos de la ciudad: desde coches, desde ventanas y balcones, desde la calle, incluso hubo quienes grabaron desde barcos que recorrían la costa del Mediterráneo. Y entonces ocurrió la explosión que cimbró Beirut y se escuchó en lugares tan remotos como Chipre, a 200 kilómetros de distancia.
En un primer momento, trascendió que había estallado un almacén con fuegos pirotécnicos, pero ante la gravedad inmediata de los daños parecía una versión incompleta de lo sucedido. Pocos minutos tras la explosión llegaron los primeros videos a las redes sociales que mostraban un primer fuego con una columna de humo irregular y ascendente que era seguida por una explosión cuya onda de choque causó daños varios kilómetros a la redonda.
En esas grabaciones se aprecia cómo la onda volcó automóviles, rompió ventanas y dobló los marcos de las puertas hacia adentro; más de un video terminaba en los pixeles irregulares de quien gira rápidamente el celular porque ya no busca ser testigo sino sobreviviente.
Mientras Twitter se inundaba con videos de cámaras de seguridad y celulares, el fuego continuaba en el puerto.
Según el gobierno de Beirut, en un principio habían enviado a diez bomberos hacia las primeras llamas, luego vino el gran estallido y se perdió comunicación con ellos. Hasta este momento, aquellos diez hombres permanecen desaparecidos.
Según testigos, entre las heridas más comunes están los vidros incrustados. En las fotografías se aprecian a los ciudadanos confundidos que caminan sobre vidrios rotos. Los edificios colapsados, los automóviles volcados o destruidos, las ventanas rotas; la catástrofe fue resumida por el alcade de Beirut, Marwan Abboud, como la mayor destrucción que haya atestiguado en su vida.
“Se parece a lo que sucedió en Japón, en Hiroshima y Nagasaki. Eso es lo que me recuerda”, dijo a CNN.
Más tarde el primer ministro Hassan Diab declaró un día de luto nacional y, durante un mensaje enviado por televisión, prometió que haría un anuncio sobre el “peligroso almacén que había existido por seis años, desde el 2014”.
“Lo que ocurrió hoy no quedará sin castigo. Los responsables de esta catástrofe pagarán el precio”, declaró.
Cuando la cifra de fallecidos asciende a más de 80 y la cifra de heridos rebasa ya los 4 mil, los hospitales se han visto en la necesidad de atender a sus pacientes en los estacionamientos y en las calles adyacentes, a la espera de ser evacuados.
La luz eléctrica es intermitente y los doctores atienden a los pacientes ayudados con la luz de sus celulares. Por su parte, la Cruz Roja informó que todas las ambulancias disponibles en el norte y sur de Líbano ya fueron enviadas a Beirut.
Mientras el primer ministro habría asegurado que la explosión fue causada por 2 mil 750 toneladas de nitrato de amonio, se confirmaba que el Grand Serail, el palacio de gobierno desde el cual despacha, habría sido dañado por la explosión al estar a escaso kilómetro y 600 metros de la zona cero.
De confirmarse que se trató de nitrato de amonio, la explosión de Beirut sería comparable o aun más grande que el desastre ocurrido en 1947 en Texas City, en la bahía de Galveston, cuando dos mil 200 toneladas del mismo material estallaron; en aquella ocasión fallecieron 481 personas. De entre todos los bomberos de la ciudad, solo uno sobrevivió.
Con poco más de 350 mil habitantes, Beirut es una capital cultural y económica del Medio Oriente, en las costas del mar Mediterráneo. Fundada aproximadamente hace 5 mil años, ha sido sido hogar de culturas tan diversas como los fenicios, los griegos, los romanos y los otomanos.
Aunque ha conocido amplias épocas de calma, Líbano pasó por una guerra civil que empezó en 1975 y se extendió por quince años, además de una intervención militar israelí ocurrida en 1982.
Con información de Televisa news