En mentes como la suya, el mundo tiene puesta la esperanza de frenar una pandemia que ya se ha cobrado más de 600.000 vidas en menos de un año. Sarah Gilbert, de 58 años, lidera el equipo de investigación de la Universidad de Oxford, el mismo que este lunes anunció haber superado con éxito la primera fase del estudio de su vacuna contra el coronavirus. Su implicación en el descubrimiento que han llevado a cabo en el laboratorio británico es tal que incluso sus trillizos, de 22 años, y todos ellos estudiantes de bioquímica, participaron en los ensayos, y es que Sarah, poco amiga de la prensa porque piensa que entorpece su trabajo, se ha entregado completamente a este proyecto durante los últimos meses.
De hecho, la científica comienza sus días incluso antes de que salga el sol, pues a las 4 de la mañana inicia su jornada de trabajo en su propia casa, donde vive con su marido, el mismo que renunció a su carrera profesional para poder cuidar de los hijos de ambos. Más tarde, cuando abre el laboratorio de la universidad y se incorporan sus compañeros, ella coge su moto, disfruta por unos breves instantes de la sensación del aire libre, y, tras ordenar sus pensamientos, se prepara para dar un paso más en la contención de la Covid-19. “Ella está muy por delante del resto del mundo, estamos hablando de la vacuna más avanzada ahora mismo a nivel mundial”, elogiaba Kate Bingham, directora del Grupo de Trabajo para la Vacuna del Gobierno británico en una comisión parlamentaria de principios de julio.
MUY INTELIGENTE
Sin embargo, Gilbert, a la que sus compañeros del colegio describen como una mujer reservada, trabajadora y extremadamente inteligente, asegura que, a pesar del papel crucial que se está desempeñando desde los sectores científico y sanitario, esta es una causa en la que hay que remar todos juntos como sociedad. “Lo mejor que pueden hacer algunas personas para ayudar es quedarse en casa y no quedar con sus amigos, otros pueden ayudar a sus vecinos haciéndoles la compra y llevándosela a sus casas, mientras que lo sanitarios están trabajando increíblemente duro, incluso a veces sin el equipo de protección necesario. Lo que podemos hacer nosotros es desarrollar una vacuna, y eso es lo que estamos haciendo”, explicaba ella en el diario The Times en abril.
Una vacuna, llamada AZD1222, que ha mostrado los primeros signos de respuesta inmune tras una última fase del estudio sobre más de 1.000 voluntarios en países como Brasil, Sudáfrica, Reino Unido y Estados Unidos, todos ellos entre los 18 y los 55 años de edad y en buen estado de salud. Sus únicos efectos secundarios, y en casos aislados, han sido dolor de cabeza y algunas décimas de fiebre, pero lo importante es que el compuesto generó anticuerpos y células blancas que podrían combatir el coronavirus.
Esto llevó a que incluso la familia se involucrase en el estudio, pues los trillizos, que apuntan a seguir los pasos de su madre, decidieron participar en él a principios de abril. “La verdad es que no tuvimos demasiado tiempo para discutirlo porque yo no pasaba mucho tiempo en casa en aquella época. Conocemos el perfil de los efectos adversos que puede tener y sabemos la dosis que tenemos que utilizar, lo hemos hecho muchas veces antes. Obviamente estamos haciendo pruebas de seguridad, pero no nos preocupan”, aseguraba Gilbert en Bloomberg.
2.000 MILLONES DE DOSIS
Las expectativas son tan buenas que, tras aliarse con el poderoso laboratorio AstraZeneca y recibir una donación de 700 millones de euros por parte de Bill Gates, el laboratorio de la Universidad de Oxford ha conseguido convencer a varios gobiernos a nivel mundial y ya tiene en proceso de fabricación 2.000 millones de dosis por si termina resultando ser la adecuada. De llegar a serlo, y tras comprometerse a venderla a precio de coste mientras dure esta crisis, no sería descabellado pensar en Gilbert y en su equipo como serios candidatos al premio Nobel.
El compromiso de Gilbert es tal que en 1994 abandonó su puesto en la biofarmacéutica Delta Biotechnology de Nottingham para regresar a la universidad y entrar a formar parte de los estudios acerca de la malaria. Durante estos años ha participado en el desarrollo de la vacuna universal contra la gripe, el MERS, el Ébola y la Influenza tipo A, y ahora, con su nuevo compuesto, espera desencadenar una serie de respuestas celulares de los linfocitos T similar a las utilizadas para combatir al virus del Zika y el MERS.
Eso sí, a pesar de que ella aseguraba estar convencida “al 80%” de que la vacuna podría estar lista para este mismo otoño, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido prudencia y ha reconocido que seguramente no se tenga una solución definitiva hasta 2021. Normalmente, una vacuna tarda en desarrollarse, probarse y producirse un mínimo de entre 12 y 18 meses. “Esperemos que podamos mejorar esos tiempos y llegar en vuestro rescate”, aseguraba la propia Gilbert cuando los diputados británicos le preguntaban si la sociedad debería seguir sufriendo las consecuencias del coronavirus el próximo invierno.