Aterradora y sin precedentes: así describen los que conocen y vigilan el Pantanal la situación en la región, castigada desde hace meses por incendios recurrentes. Tan solo en 2020, el fuego ya ha consumido 17.500 kilómetros cuadrados de bosque, lo que equivale a más del 10% del área total de uno de los humedales más importantes del mundo.
Desde 1998, cuando el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) inició el monitoreo de las quemas en el Pantanal, nunca hubo tantos puntos críticos entre enero y agosto como ahora: se registraron 7.727 hasta el 18 de agosto, un aumento del 211% respecto al mismo período del año pasado.
El incendio en el Pantanal no ha perdonado ni siquiera a los animales que lograron escapar a tiempo de las llamas: cadáveres de caimanes, monos, serpientes y tapires carbonizados conmocionan a quienes laboran en la región.
“La extensión y la velocidad con la que se propagan las llamas es aterradora”, dice Felipe Dias, director ejecutivo del Instituto SOS Pantanal. Los daños materiales y el impacto en la vida natural aún se están evaluando. “El problema es que el incendio ha sido recurrente. Normalmente no regresaba a una región afectada. Lo que vemos ahora es que los incendios son recurrentes en las mismas regiones”, agrega.
Según monitoreos, el fuego es iniciado en 90% de los casos por intervención humana
Accion humana
“Históricamente, la movilización de organismos oficiales para combatir el fuego comienza en julio. Pero este año hemos estado combatiendo desde febrero, tratando de evitar que las llamas lleguen a áreas protegidas e incluso escuelas”, dice a DW Angelo Rabelo, quien implementó en la década de 1980 la Policía Ambiental de Corumbá, Mato Grosso do Sul, y fundó el Instituto Homem Pantaneiro.
Iniciado, según los monitoreos, en más del 90% de los casos por acción humana, el fuego encuentra un bosque seco y robusto que funciona como un poderoso combustible.
“Ya todo está muy quemado y el fuego aún no ha terminado. Estamos esperando que llegue una gran lluvia”, se lamenta Neiva Guedes, investigadora y presidenta del Instituto Arara Azul, en Campo Grande, Mato Grosso do Sul.
Los indicios de que esta sería una temporada severa comenzaron en febrero, una época en la que el Pantanal debería estar cubierto por agua. La zona está influenciada por los ríos que drenan la cuenca del Alto Paraguay y que, cuando se desbordan durante la época de lluvias, de noviembre a mayo, inundan hasta dos tercios del llano.
“Estamos en un año extremadamente seco, poca lluvia y, en la mayoría de los ríos, no hubo inundación. A esto se suman temperaturas muy altas”, comenta sobre la catástrofe Danilo Bandini, investigador de la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul (UFMS).
Especies como la guacamaya azul podrían regresar a la zona de riesgo por las llamas
Refugio amenazado
En un humedal de difícil acceso en Mato Grosso, los alrededores del refugio de las guacamayas azules siguen en llamas. El santuario, un área llena de bocaiúvas, una especie de palmera, alberga al 20% de la población de aves del Pantanal.
“El refugio es un lugar único”, dice Neiva Guedes, quien ha estudiado a las guacamayas azules durante tres décadas. “Sentimos que nuestra propia piel se está quemando”, dice sobre el impacto de la situación actual.
La quema, que habría consumido el 70% de la finca donde se ubica el refugio, afecta grandemente a la especie. “Nido con huevos y polluelos se pierden, hay mortalidad por humo, calor, estrés de los padres “, dice Guedes.
Las repercusiones durarán. “A medio y largo plazo habrá escasez de alimento, de agua. La depredación de jóvenes y adultos aumenta porque hay escasez de alimento”, explica la investigadora.
Las conclusiones provienen de la experiencia de 2019, cuando el incendio destruyó parte del Refugio Ecológico Caiman, en Miranda, Mato Grosso do Sul, y alcanzó nidos de guacamayos. De propiedad privada, la finca desarrolla tres actividades: ecoturismo, conservación e investigación ganadera.
Fuera de la lista brasileña de especies en peligro de extinción desde 2014, pero considerada una especie vulnerable en la lista internacional, la guacamaya azul puede regresar a la zona de peligro extremo debido a los incendios.
Boberos tratan desesperadamente de apagar los fuegos recurrentes en Pantanal
Poca protección
Los ríos que bañan el Pantanal están siendo cada vez más afectados por la agricultura y la ganadería. “El uso y ocupación del suelo tiene una gran influencia. En los últimos años, la situación puede verse agravada por la llegada de muchas fincas agrícolas”, analiza José Marengo, investigador del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales (Cemaden).
Además de la deforestación en el propio bioma, la destrucción de la selva en la Selva Amazónica también influye en el régimen hídrico del Pantanal: parte de la lluvia proviene de la humedad de la Selva Amazónica, a través de los llamados ríos voladores.
Hasta que finalice la estación de secas, las expectativas son sombrías. “Contamos con la reducción de algunas especies. Muchas de ellas ya están amenazadas y el incendio actual puede tener el efecto de empeorar el estado de conservación”, predice Danilo Bandini, investigador de la UFMS.
Con información de DW