“Miré, y vi un caballo bayo. El que lo montaba tenía por nombre Muerte y el Hades lo seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte del planeta, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la tierra” (Apocalipsis 6:8).
Sin llegar a un escenario tan terrible como el de la Biblia y la mitología, reflejo de los miedos que tenía el ser humano hace ya miles de millones, el Reino Unido se prepara para un invierno apocalíptico en el que las plagas no serán la conversión del agua en sangre, la invasión de ranas, los piojos las moscas, la peste del ganado, las úlceras, la lluvia de fuego y granizo y las langostas y saltamontes, sino un nuevo y devastador rebrote de la pandemia, el Brexit, el desempleo, la recesión, el colapso de los hospitales, el hundimiento económico y los disturbios en las calles.
El gobierno que preside Boris Johnson, que desde el comienzo de la crisis ha dado más veces marcha atrás que uno de esos autos de choque de las ferias, tiene sobre la mesa un plan de contingencia para los próximos meses con lo que aquí se llama “el peor escenario posible razonable”. O sea, que no es el peor de todos los imaginables si uno se pone en plan pesimista y cenizo, pero sí uno factible si las cartas vienen mal dadas y las cosas se cruzan.
ECONOMÍA
Se prevé que el paro llegará a niveles inusitados desde la década de los ochenta
Funcionarios de Whitehall se han pasado semanas elaborando un informe sobre lo que se le puede venir encima a la nación, y los preparativos para hacerle frente. La conclusión es que podría ser necesario desplegar el ejército en las calles de un país enfurecido por el triple golpe del coronavirus, el Brexit y el desastre económico consecuencia de ambos, en un escenario dantesco en el que cualquier mecha pueda hacer prender el arsenal y causar disturbios como los de EE.UU., en los que el componente racial sería un factor de la ecuación, pero no el único.
“Es solo un escenario hipotético que confiamos en que no llegue a producirse ni remotamente, pero la misión de un gobierno estar preparado para todo”, explica un funcionario de Downing Street. Cuando la pandemia empezó a llegar a Italia y el continente europeo, antes de que aterrizara en las Islas Británicas, el “peor escenario posible razonable” de la administración Johnson fue que morirían cientos de miles de personas, las clínicas no darían abasto y se instalaría una morgue gigante en el Hyde Park. Por el momento los fallecidos van por 60.000 (cifra real, no la oficial) y las instalaciones médicas no han llegado a desbordarse (aunque hizo falta construir a toda prisa un par de hospitales de campaña). Pero el panorama podría haber sido mucho peor de no haber dado marcha atrás Downing Street en su estrategia original de buscar la inmunidad de rebaño sacrificando a la parte más vulnerable de la población.
Ahora el Gobierno tiembla con la reanudación del curso escolar y la reactivación de la economía tras un verano en gran medida perdido desde un punto de vista epidemiológico, en el que se ha buscado controlar el virus en vez de erradicarlo. Igual que en la mayoría de países, los contagios están aumentando (aunque no tanto como en España, líder mundial en la materia) como consecuencia del trasiego y la relajación vacacional, y eso que las clases no han empezado, los centros de las ciudades ofrecen un aspecto fantasmagórico, no hay turistas, el uso del transporte público es muy limitado y solo un 11% de la fuerza laboral ha regresado a sus oficinas (el resto prefiere teletrabajar).
BREXIT
Londres se arriesga a que no haya acuerdo con tal de subvencionar los coches y el acero
¿Qué pasará dentro de unas semanas, cuando a la Covid 19 se unan la gripe y los catarros invernales, el metro vaya de bote en bote y el deseo de reactivar la economía, unido a la lógica fatiga psicológica, lleve a bajar la guardia? Y cuando además empiece sentirse el impacto del Brexit, y más aún si no se llega a un acuerdo comercial por el empecinamiento de Johnson y los euroescépticos de limitar al máximo posible la pesca en sus aguas, y reservarse el derecho a subvencionar con ayudas estatales industrias como el acero y el automóvil, y a ignorar las regulaciones laborales y medioambientales de la UE. Al fin y al cabo, para eso quieren “recuperar la soberanía y el control”.
El peor escenario de Downing Street contempla enfrentamientos en el canal de la Mancha entre buques británicos y franceses, colas monumentales en las fronteras para entrar y salir del país, un atasco de diez mil camiones en Dover para ser revisados y rellenar los formularios de aduanas antes de proseguir su viaje, enfermos de Covid-19 tirados por los pasillos de hospitales, escasez de medicinas y alimentos frescos, cortes de electricidad y una economía con la rodilla en la lona.
La deuda pública del Reino Unido ha superado ya los 2.2 billones de euros y constituye un 100.5% del PIB, antes de que se haga balance de los daños causados por el tsunami de la pandemia. Hasta ahora, el Estado ha asumido el 80% de los sueldo de millones de trabajadores del sector privado para que sus empresas no los despidan. Pero así como Alemania ha decidido prolongar un año esas ayudas, Londres las va a suprimir en octubre, con consecuencias brutales sobre el paro, que se calcula que será de entre el 8% y el 11%, niveles que no se registran en este país desde los ochenta, cuanto Thatcher era la primera ministra. Se estima que uno de cada veinte ayuntamientos puede quebrar, y que tal vez sea necesario inyectar con carácter de emergencia tres mil millones de euros para la sanidad pública, y 600 millones de euros para la asistencia a personas mayores y enfermas.
GESTIÓN
Johnson echa la culpa a los funcionarios para salvar el pellejo de sus ministros y asesores
Aunque el Gobierno insista en que tan apocalíptico escenario es solo una hipótesis de trabajo, su primer año de gestión no inspira al optimismo, y hasta muchos miembros del Partido Conservador están decepcionados por la falta de entidad de Johnson como primer ministro, un político más apto para ganar campañas a base de populismo que para llevar las riendas de una Administración y responder a problemas complejos. Su tendencia natural es echar la culpa de los fiascos a los funcionarios, en vez de a sus asesores y ministros. El enroque en las negociaciones del Brexit o el fracaso a la hora de establecer un sistema de rastreo de la pandemia y elaborar un plan coherente para el regreso a clase no inspiran al optimismo.
En el Libro del Apocalipsis, hay un misterioso jinete del caballo blanco que llega al rescate en la gran batalla entre las fuerzas del Bien y del Mal. Sobre su identidad y significado hay múltiples interpretaciones. Pero no parece que responda al perfil de Boris.
Con información de La Vanguardia