¿Predilección en auge? Quizás. Aunque elegir el autoerotismo en vez del sexo con otra persona es una prioridad para muchos desde hace tiempo.
La solosexualidad es la opción que varias personas han tomado lejos de que la soledad nos ha orillado a radicalizar algunas acciones de nuestro estilo de vida. Porque masturbarse les es más práctico que el “engorroso” proceso de hundirse en otros cuerpos y relacionarse aunque sea en una one-night stand.
Y la tecnología, que es una de las razones (sino es que la más) por las que los seres humanos hemos suplantado muchas de las actividades básicas que ni nuestros padres ya siguen gracias a ella, es también una herramienta eficaz para que la práctica resulte placentera.
De esto se desprende infinidad de temas que nos hacen pensar sobre el futuro de las relaciones humanas, uno con muy poco acercamiento tangible, cuerpo a cuerpo, como es el sexo.
Hay una definición muy acertada para quienes eligen la soledad como un modus vivendi: el herbívoro, cuyo origen se establece en Japón, ya que, se dice, su población masculina se ha involucrado más con los seres que habitan el mundo del ánime y el manga, transformando su concepción de la realidad, en la que las mujeres de piel y hueso no son como las chicas con las que ahora fantasean.
Él se ha retirado del campo de lo emocional, laboral y hasta familiar, y tiene el control de lo que pase en su día a día, pues nadie dominará sus actividades, su modo de pensar y hasta de sentir.
Porque ha decidido trabajar por su cuenta aunque con el sueldo justo, pero sin el estrés de una oficina o de los grandes cargos; elige no tener tantas reuniones con amigos y prefiere la televisión o el montón de dispositivos que lo entretendrán.
Y el sexo, bueno, es una asignatura que ha dejado a un lado en su totalidad. Así que, indiscutiblemente, estamos frente al legítimo herbívoro que de la carne, ni hablar. ¿Los motivos? Ahorrarse el esfuerzo de cortejar o ligar con alguien, concertar una cita para sexo casual… y hasta de enamorarse. Digamos que ya no les va tan bien el hecho de socializar.
Este preámbulo es para reconocer que la sistematización cotidiana y la facilidad de elegir en estos tiempos dan como resultado la libertad de ser y hacer —o no hacer— lo que mejor convenga, incluido el sexo compartido.
Prefieren el porno antes de involucrarse con alguien
¿Qué es la solosexualidad?
El o la solosexual se distancia de otras personas porque para él o ella, ha sido insatisfactorio hasta el lamento tener una pareja sentimental; ni se diga el sexo ocasional, pues la incertidumbre de contraer alguna enfermedad es agotadora.
Pero estas razones son solamente algunas por las que recurren a esta tendencia. “Las inseguridades físicas juegan un rol importante en esta evasión de tener sexo con alguien; también porque han sufrido rechazos por ser poco atractivos, según los cánones, por ejemplo, o hasta la insatisfacción sexual’”, explica el sexólogo Emiliano Rodríguez.
“Esto es más recurrente en las mujeres. Como sabemos, es más probable que ellas lidien con un amante que no sabe o no le interesa satisfacerlas como ellas sí lo hacen con su compañero. Aún persiste esta poca reciprocidad en la cama, y cansadas de la situación, dejan de intentarlo, y la autosatisfacción es la opción”, comparte.
Y quien lo avala hoy es María José, quien me dijo que, en efecto, “la incapacidad de algunos hombres por darme orgasmos, erotismo, en fin, la satisfacción que merezco, sin siquiera intentar lo contrario, me hartó; además, con esto de la cuarentena, reafirmé que nadie se enferma por no tener sexo con otro”.
Mientras tanto Sergio se considera uno de los hombres que mucho antes de que se le asignara una etiqueta, “ya era practicante; soy de los que son felices con una pizza caliente y bien grande, Netflix, videojuegos y una ‘chaquetita’, viendo porno, que complete la escena una noche o fin de semana en solitario. Porque, eso sí, no podría vivir sin sexo”, comenta con firmeza.
“¿Y si en ese momento recibieras un mensaje de alguien que te invite a salir o que quiera visitarte?”, le pregunto, “seguro que ya no hay nadie que lo haga (risas); de tanto que me he negado (es que prefiero ahorrarme la clásica pregunta del ‘¿y ahora qué somos?’ después de tener sexo o involucrarme en otra relación fallida), ya nadie me busca”.
También existe el o la solosexual que le aterra contraer enfermedades o un embarazo, “por eso, echan mano de otros recursos para satisfacer sus ganas (masturbarse con las mejores prácticas) y duermen tranquilos sin la duda ni inquietud por haber estado físicamente con otra persona. Y hoy con la Covid, están más convencidos”, menciona el especialista.
“Es como quien no quiere tener hijos o conservar la soltería; esta ni otra preferencia sexual que salga de lo preestablecido y sin dañar a nadie, no debe ser una rareza que requiera terapia. Simplemente, el sexo compartido no entra en mi tipo de vida”, asevera Horacio, quien, sin embargo, “sí me gustaría tener una pareja, pero que piense como yo respecto a esta elección; aunque si no la hay, no es el fin del mundo”.
“En cuanto a no necesitar un consejo especial, ¿Horacio está en lo cierto?”, es mi siguiente duda para el experto. “Si lo que en verdad molesta, daña o incapacita para relacionarse sexualmente, es haber sufrido un abuso o vejación física o psicológica, eso es lo que realmente requiere ayuda profesional. Fuera de ello, es una preferencia más que si no causa algún desequilibrio propio o un mal a alguien más, no necesita nada que lo haga cambiar de opinión”, asegura el sexólogo.
Si bien hay personas que ya se incluyen en esta preferencia ‘amatoria’, nombrándose solosexuales (su símbolo es el masculino, pero con la flecha dentro del círculo), como quien se presenta como homosexual o poliamoroso, por ejemplo, la mayoría de quienes compartieron sus testimonios ni idea tenían de que existiera una palabra para ello.
“Esto nos habla de que no fue, no es ni será una moda; hay gente que busca lo que le conviene, le sienta bien, incluida la manera de vivir su sexualidad, nomás que ahora con una etiqueta”, finaliza el terapeuta.
Con información de GQ