El papa Francisco llegó este viernes a Irak, en la que supone la primera visita de un pontífice católico a este país de Oriente Medio. La visita se produce mientras se registra un repunte de los contagios de COVID-19 y se mantienen las alarmas por las amenazas de seguridad en esa región, golpeada por muchos años de conflictos.
Una de las principales misiones de Francisco en Irak es instar a la reducida minoría cristiana del país a quedarse y a ayudar a su reconstrucción tras años de guerra y persecución.
Los iraquíes estaban listos para darle la bienvenida al pontífice y a toda la atención mundial que generará su visita, con pancartas y carteles decorando el centro de la capital, Bagdad, y vallas publicitarias con la imagen del religioso y el lema “Todos somos hermanos” en la avenida principal. En la plaza Tahrir, en el centro de la ciudad, se levantó un árbol con el emblema del Vaticano, mientras que a lo largo de las calles vacías se colocaron banderas iraquíes y vaticanas.
Francisco rompe su confinamiento de un año por el COVID-19 para volver a poner la atención global en un pueblo en gran parte desatendido cuyas comunidades cristianas del norte, que datan de la época de Cristo, quedaron casi vacías durante el violento dominio del grupo extremista Estado Islámico entre 2014 y 2017.
La visita coincide con un nuevo repunte de los contagios de coronavirus en el país, donde la mayoría de los nuevos casos derivan de una variante altamente contagiosa detectada por primera vez en Gran Bretaña.
Viaje marcado por la pandemia
El jefe de los 1.300 millones de católicos del mundo, que ha dicho sentirse “enjaulado” en los últimos meses en un Vaticano a cámara lenta por la pandemia, iniciará en vehículo blindado un viaje sin gente, “virtual” para los iraquíes que lo seguirán por televisión, y principalmente por aire. El helicóptero o el avión papal sobrevolará a veces zonas donde se esconden todavía yihadistas del grupo Estado Islámico.
En las etapas del viaje, se congregarán solo unos centenares de personas, con excepción de la misa del domingo en el estadio de Erbil, en el Kurdistán, en la que participarán varios miles de fieles que han reservado su plaza con antelación. El programa papal es ambicioso e incluye Bagdad, Nayaf, Ur, Erbil, Mosul y Qaraqosh. Recorrerá 1.445 km en un país que hace solo dos días fue golpeado por disparos de cohetes, último episodio de las tensiones irano-estadounidenses que siguen latentes en Irak.
Este primer viaje al extranjero en quince meses permitirá al Papa ir al encuentro de una pequeña comunidad de fieles en las “periferias” del planeta, que es lo que más le gusta. Como siempre hace, Francisco empezará con un discurso ante los dirigentes iraquíes. Más allá de las dificultades de seguridad o económicas que sufren los 40 millones de iraquíes, hablarán sin duda del traumatismo adicional de los cristianos.