“Por más de 30 años, Rosalinda Tuyuc ha trabajado por la paz de Guatemala”, le dice a BBC Mundo Adriana Quiñones, representante en ese país de ONU Mujeres, la entidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer.
Con la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (Conavigua), “puso en la agenda global lo que estaba pasando” en su país.
“Ellas empezaron la búsqueda de desaparecidos y poco a poco le dieron a conocer al mundo fosas comunes y matanzas de miles de personas”.
Se estima que el conflicto armado en Guatemala (1960-1996) dejó aproximadamente 200.000 muertos y 45.000 desaparecidos.
“Como ningún gobierno se ha comprometido con las víctimas del genocidio para buscar a los desaparecidos, las mujeres tomamos un azadón, una piocha, para escarbar en los cementerios clandestinos y buscar a nuestros padres, esposos, hijos”, le señala Tuyuc a BBC Mundo.
“Es duro abrir una fosa clandestina y no encontrar al familiar, pero una de las grandes satisfacciones es ayudar a otras familias a encontrar a sus muertos”.
Además de la exhumación de cadáveres, el proyecto que lidera Tuyuc ha construido un monumento en honor a esas víctimas.
Tuyuc lidera la construcción del monumento en honor a las víctimas de la guerra civil en Guatemala. En esta foto la acompañan (de izquierda a derecha) las artistas de Comalapa: María Nicolasa Chex, Paula Nicho Cumez y María Elena Curruchiche.
“En la cosmovisión maya no puede haber descanso hasta que haya un entierro apropiado y ella le ha dado esa paz a más de 300 familias”, señala Quiñones.
En 1982, el padre de Tuyuc fue secuestrado y desapareció. Lo mismo sucedió, tres años después, con su esposo.
Cuando pensaba que ya “no podía aguantar más dolor”, sacó fuerza y, en 1988, ayudó a crear Conavigua.
Atreverse
Pero el de los desaparecidos no fue el único trauma que Tuyuc quiso ayudar a enfrentar.
“Hubo mujeres que vieron que sus familiares eran torturados y asesinados, otras que vieron cuando violaban a sus hijas, de 5, 8 años o señoritas, o cuando violaban a sus madres”, cuenta la líder.
Muchas otras “se sentían avergonzadas, culpables de la violación que sufrieron una y otra vez por los militares, por grupos paramilitares”.
En los primeros años “la principal lucha era defender la vida y detener las masacres y persecuciones”, ya organizadas comenzaron a “preparar mental y espiritualmente a las mujeres para hablar, recordar horas, días, responsables”.
“En los años 90, tocamos las puertas de la Justicia. Fuimos 32 mujeres mayas que se atrevieron a dar sus nombres y sus caras a los tribunales para denunciar a los agresores de la violencia sexual y de otros delitos”.
Califica de “muy valiente” ese “peregrinaje” de las mujeres.
“No sólo era hablar del esposo y del hijo desaparecidos, de la quema de la casa y la cosecha, sino de lo que a ellas les pasó”.
La ONU destaca esa dolorosa apertura.
Romper el silencio
“Es gracias a esas luchas que muchas mujeres han roto el silencio y que Guatemala tiene una de las sentencias más emblemáticas sobre violencia sexual en el conflicto”, indica Quiñones.
Se trata de la sentencia de Sepur Zarco, nombre de la comunidad donde hubo “un destacamento militar que esclavizó sexualmente, por seis años, a un grupo de mujeres mayas q’eqchi'”.
Tras más de 15 años de lucha, las víctimas consiguieron una sentencia con 18 medidas de reparación, “algo inédito en Guatemala y en el mundo”.
Conavigua estima que alrededor de 60.000 mujeres sufrieron violencia sexual durante el conflicto.
Aunque “a partir del año 2000 muchas mujeres se abrieron más porque se les apoyó y se les ayudó a entender que no fue su culpa —cuenta Tuyuc—, hay varias que fueron violadas y que nunca aparecerán en las estadísticas”.
“Y siempre las recordaremos con mucha dignidad”.
Para los guatemaltecos
En 1995, Tuyuc fue electa diputada del Congreso de Guatemala y en 2004 presidió la Comisión Nacional de Resarcimiento para investigar los delitos cometidos durante la guerra civil.
“De aquí exhumamos 226 cuerpos, 173 de ellos no fueron identificados”, dijo Tuyuc, en un reportaje de ONU Mujeres publicado en 2019.
“Generó coaliciones importantes y ayudó a construir toda esa institucionalidad que vino después de los acuerdos de paz. Eso fue para todos los hombres y mujeres de Guatemala”.
Esa trascendencia la refleja la periodista Lucía Escobar en una columna de opinión de elPeriódico, titulada “Rosalina, imprescindible”.
“A ella le debemos el fin del reclutamiento militar forzoso que afectó negativamente a generaciones enteras de adolescentes indígenas que fueron obligados a entrar en el ejército”, se lee en el artículo.
Y Tuyuc se enorgullece de ello, aunque no habla en primera persona: “Hemos contribuido a la desmilitarización de la sociedad. Fuimos las mujeres las que defendimos la voluntariedad del servicio militar”.
“Hoy la juventud se siente libre de caminar, pero durante muchos años no fue así”.
Y es que en pleno conflicto, evoca Quiñones, “niños y jóvenes, reclutados forzadamente, tuvieron que cometer crímenes atroces”.
Más que una huella
Conavigua posee una escuela para diferentes niveles y edades.
En los 90, cuenta Tuyuc, “fue sorprendente ver cuántas abuelas de 50, 60 años” querían aprender a leer y escribir.
“Ya no sólo ponen su huella”, cuenta.
La formación incluye liderazgo y empoderamiento de niñas y mujeres.
“Con esta pandemia, sin la agroecología comunitaria no hubiésemos podido sobrevivir. Cuando el gobierno decretó el confinamiento, el conocimiento y el trabajo agrícola de las mujeres sirvieron para alimentar a las familias”.
Los programas de la organización llegan a más de 40 comunidades. “Poco más de 5.000 mujeres siguen adquiriendo confianza y participando”.
Y es que como ella lo plantea: no sólo le perdieron el miedo a reclamar, sino a la muerte, que vieron de “cerca”.
Tuyuc —dice Quiñones— “es una luz para todas las mujeres”.