La mayoría de personas piensan que las tortugas gigantes de Galápagos son animales muy lentos y que no salen de una área determinada debido a su tamaño y peso. Sin embargo, científicos de la Fundación Charles Darwin (FCD) confirmaron que los quelonios realizan migraciones de manera estacional.
Durante la época seca las tortugas se dirigen a partes altas y húmedas de las islas donde encuentran agua y alimento. En tanto, en la época lluviosa (como la actual) se dirigen a las zonas bajas donde también están los sitios de anidación.
Jorge Carrión, científico principal del Programa de Ecología de Movimiento de Tortugas de Galápagos de la FCD, afirma que siempre hubo dudas sobre si los quelonios que estaban en las partes altas eran los mismos que se veían en las zonas bajas.
Por eso, desde 2009, empezaron a estudiar a las tortugas en tres islas: Santa Cruz, Española e Isabela (volcán Alcedo). Siguieron sus movimientos a través de dispositivos GPS y recolectaron la información de manera anual para los adultos y quincenal para las tortugas recién nacidas.
En Santa Cruz e Isabela, donde hay zonas húmedas, los reptiles tienen este comportamiento migratorio. En el volcán Alcedo, durante la época seca, las tortugas se ubican en el franco sureste. Hay registros de quelonios que salen del interior del cráter para migrar a esta zona.
Entre dos y cuatro semanas demoran en realizar la travesía. Cada tortuga lleva su ritmo, pero su velocidad ha asombrado a los expertos. Incluso han registrado que uno de estos quelonios puede cubrir 18 kilómetros en diez días.
En tanto, las que habitan en Española, isla totalmente árida, son sedentarias y territoriales. Debido a que no hay mucha agua, las tortugas, por lo general, se “adueñan” de un cactus para proveerse de agua en la temporada de sequía que es casi todo el año.
Hasta el momento han “marcado” con los dispositivos a más de 100 tortugas adultas y cerca de 90 bebés. El programa también estudia la ecología de la reproducción de los quelonios. Carrión explica que de las noventa recién nacidas que han sido monitoreadas solo han sobrevivido 21 tortugas (para los depredadores es fácil cazar a un quelonio de 1 o dos años de edad porque su carapacho es frágil).
Los datos muestran que las crías se mantienen en los sitios de anidación hasta los ocho o diez años de edad cuando ya empiezan a realizar la migración estacional en las islas con zonas húmedas.
Otro componente es el estudio de las posibles implicaciones de los patógenos que presentan los animales domésticos en la salud de las tortugas gigantes y en los ecosistemas en general.
“En las zonas pobladas las tortugas están en contacto con el ganado, los seres humanos y debemos estudiar los patógenos que podrían afectarlas. (…) Hemos identificado resistencia a los antibióticos y esto se da porque al ganado, por ejemplo, se les da para mejorar su producción. También hay contaminación por las heces del ganado. A nivel del país es muy preocupante el uso de antibióticos”, añade Carrión.
Además, se analizan los conflictos que pueden existir entre la infraestructura humana (cercas, carreteras y asentamientos) y la ecología de los quelonios, y, también, los efectos que generan los reptiles cuando ingresan a cultivos. En tres fincas privadas se realiza actualmente un estudio, como parte de una tesis doctoral, y pronto se conocerán los datos.
El programa cuenta con el apoyo de instituciones como el Municipio de Santa Cruz y el Parque Nacional Galápagos (PNG). “Es un trabajo en conjunto”, dice Carrión.
De hecho, el PNG tiene un programa de reproducción en cautiverio para mantener sanas las poblaciones de tortugas en el archipiélago. El pasado 26 de febrero, 31 ejemplares de la especie Chelonoidis vicina, de entre 5 y 7 años de edad, que permanecieron bajo el cuidado de los guardaparques en el centro de reproducción Arnaldo Tupiza, fueron devueltas a su hábitat natural en Cinco Cerros, al sur de la isla Isabela.
Los quelonios, antes de su liberación, fueron sometidos a un proceso de cuarentena y de revisión del estado de salud, para asegurar que se encuentren en óptimas condiciones al ser introducidos en su hábitat natural. Las tortugas serán monitoreadas para observar su adaptación al ecosistema.
Foto: Juan Manuel García