En junio se llevarán a cabo las elecciones más grandes en la historia de México. Pero ¿serán las más importantes? En las urnas se enfrentarán dos proyectos del futuro. Dos visiones irreconciliables que tienen al país dividido, fracturado, a la deriva.
Se piensa que las elecciones intermedias cambiarán el rumbo del país. Que serán la gran prueba de la democracia mexicana. Los opositores creen que podría ser el freno de la 4T en su intento por transformar al país; los adoctrinados creen en la confirmación que permitirá consolidar el proyecto de transformación. Hay un sobredimensionamiento del asunto. Las elecciones realmente importantes, las que definirán el futuro nacional, serán las de 2024. Entonces sabremos si la 4T llegó para quedarse o si fue otra simple ocurrencia sexenal.
Se habla de que en junio habrá un referéndum sobre el gobierno. Más allá de la confusión terminológica, efectivamente los comicios servirán para saber cómo va el gobierno en la percepción pública. Los votos son los que cuentan, las encuestas, después del cómputo son meras migajas del banquete. No se tratará de un referéndum, ni de un plebiscito, ni siquiera una consulta popular a la que se refiere el artículo 35 constitucional, se trata de una elección grande, importante, pero no la madre de las batallas políticas.
Si el resultado en junio no le favorece al gobierno, México seguirá igual. De perder AMLO no dejará de avasallar a quien se ponga enfrente trátese de instituciones, normas constitucionales, partidos políticos opositores, inversionistas nacionales y extranjeros, gobiernos estatales no afines, universidades, asociaciones empresariales. periódicos y medios, académicos, industriales, partidos y grupos políticos, sociedad civil organizada y desorganizada.
AMLO y la 4T seguirán adelante independientemente del resultado. Así ocurra un descalabro, no fácil de prever, no se cancelará ninguno de los extraños proyectos en marcha: Tren Maya, Aeropuerto Santa Lucía, Refinería Dos Bocas, Jóvenes Construyendo el Futuro, las pensiones a los ancianos, salvamento y consolidación del monopolio estatal de Pemex y CFE, rescate del Istmo de Tehuantepec, todo seguirá adelante. Si Morena pierde el control de la Cámara de Diputados, no podrán reformar lo que estorba en la Constitución.
De perder habrá como consolación la lucha para imponer las reformas en marcha: la Ley de la Industria Eléctrica y las reformas a la Ley de Hidrocarburos. Habrá probablemente una avalancha de decretos y acuerdos presidenciales que serán impugnados judicialmente. El Poder Judicial Federal tendrá un papel protagónico en esta encrucijada, un papel tan relevante como guardián de la Constitución y consecuentemente de la democracia. Si resuelven políticamente, dando la razón al gobierno, se habrá instaurado la autarquía.
Más allá de la intención de modificar lo que no le gusta al presidente del pasado inmediato, algo más pernicioso para el país es la ineficiencia del gobierno. El desconocimiento de cómo se debe gobernar, no conocer las reglas mínimas de la gestión pública. El actual es un gobierno torpe e ineficiente, independientemente de sus pretensiones transformadoras. La grandiosa transformación que pretende la 4T puede convertirse en un fracaso inimaginable.
Como lo planteó un hombre de izquierda, Roger Bartra: “Las cosas no están funcionando bien porque no hay suficiente eficiencia en el (ya no tanto) nuevo gobierno y eso creo que es la situación verdaderamente trágica y dramática que estamos observando desde el comienzo del gobierno populista”.
Las ideas políticas, para que sirvan, deben traducirse en hechos concretos que beneficien a la sociedad. Lo demás es demagogia.