El 11 de julio de 2011, Angola inauguró la ciudad de Kilamba, una enorme urbe de 54 kilómetros cuadrados con capacidad para unas 500.000 personas.
Hoy, años después, tan solo 80.000 residentes pasean por sus calles. La historia de esta ciudad, a 30 kilómetros del centro de la capital Luanda, recuerda a la de poblaciones como la española Seseña .
Un acuerdo entre el gobierno africano y la corporación China International Trust puso en marcha el proyecto de levantar una ciudad «de lujo» para la clase media que descongestionara la capital. En una primera fase que se llevó a cabo en 2008 se levantaron 115 edificios con un total de 3.800 apartamentos, 48 tiendas, aparcamientos y distintos equipamientos urbanos pero los altos precios de las viviendas hicieron imposible que los angoleños pudieran adquirir una propiedad.
Durante dos años la urbe se convirtió en una ciudad fantasma.
La ciudad siguió creciendo con edificios dispuestos en cuatro bloques y equipados con jardines de infancia, escuelas de Primaria y Secundaria, espacios deportivos con canchas de fútbol y pistas de atletismo, hospitales y clínicas. Sin embargo la inversión no conseguía atraer a los habitantes que veían en la nueva ciudad un lujo al alcance de pocos.
En 2013 el presidente Dos Santos ordenó bajar el precio de los apartamentos -unos 60.000 euros los más pequeños- y que el plan de préstamos respaldados por el Estado estuviera abierto a todos los angoleños.