El aire seco favorece la transmisión del coronavirus según un estudio realizado por investigadores de Argentina y Estados Unidos que analizaron la relación entre los casos de Covid-19 y diferentes variables meteorológicas, como la humedad, en la Ciudad de Buenos Aires entre marzo y noviembre de 2020.
«Lo que nosotros estudiamos son las variaciones que se dieron dentro de la onda de contagios; el ‘pico’ de contagio se da por múltiples variables que van desde el comportamiento social (uso de barbijo, distancia y ventilación) hasta la inmunidad de las personas, ya sea por infección previa o por vacunación», dijo a Télam el físico e investigador del Conicet Emilio Kropff.
Sin embargo, «hecha esta aclaración, nosotros no estudiamos el comportamiento de la curva en general, sino que correlacionamos las variaciones más pequeñas que se dan en la onda grande de contagios con la humedad».
Kropff, que dirigió la investigación, sostuvo que la relación que encontraron «es inversa, es decir que a menor humedad, mayor es el número de casos; esta asociación se observa solamente en los meses de invierno, lo que, según especulamos, tiene mucho que ver con la forma en que esta estación determina el número de contactos sociales que tenemos puertas adentro».
Así, por ejemplo, «los eventos de muy baja humedad relativa (menores al 40% de promedio diario) se asocian a un incremento abrupto de casos positivos de más del 20%», indicó Kropff, jefe del Laboratorio de Fisiología y Algoritmos del Cerebro en la Fundación Instituto Leloir.
El estudio, que se encuentra como pre-print esperando la revisión de pares para ser publicado en una revista científica, fue realizado por investigadores de la FIL, del Conicet, de la UBA y del Virginia Tech y la Universidad de Colorado, en Estados Unidos.
«Lo que encontramos fue que la humedad predice la variación diaria en invierno, o sea la modulación de la onda grande», señaló por su parte Andrea Pineda Rojas, también autora del estudio y experta en dispersión de contaminantes en el aire e investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA) que depende del Conicet y de la UBA.
Para encontrar esta relación, los investigadores identificaron que la evolución diaria de casos en la Ciudad de Buenos Aires tuvo el año pasado dos dinámicas esperadas: una lenta, relacionada con la ola que comenzó en mayo y alcanzó su pico en agosto; y otra rápida, con una periodicidad de siete días, que se vincula con las diferencias entre los días laborables y los fines de semana.
Pero además de estas dos dinámicas «clásicas», los científicos identificaron una intrigante dinámica intermedia, con un periodo inestable que oscilaba entre las 2 y 4 semanas, explicó la Agencia CyTA-Leloir.
«Para caracterizarla, utilizamos herramientas de la ciencia de datos, persiguiendo la hipótesis de que escondía la influencia de factores meteorológicos», explicó Kropff.
Así, estudiaron ocho variables meteorológicas y encontraron que una sola de ellas era la responsable de las variaciones que les interesaban: la humedad.
Al analizar sus fluctuaciones y la evolución de los contagios durante el invierno pasado en la Ciudad, constataron que la humedad relativa predice variaciones en el número de personas con síntomas de Covid-19 cinco días más tarde, así como también en la cantidad de casos positivos reportados nueve días más tarde.
«Además, en invierno, la humedad interior (que no suele medirse) podría ser más baja que la exterior por dos factores: la calefacción y la falta de ventilación», agregó Kropff.
Los resultados del estudio están en línea con la evidencia cada vez mayor del rol que juegan los aerosoles en la transmisión del nuevo coronavirus «y podrían proporcionar una herramienta básica para que las instituciones de salud de la Ciudad tengan la posibilidad de predecir con alrededor de una semana de anticipación incrementos en el número de pacientes a partir de eventos de baja humedad relativa durante el invierno de 2021», indicó Pineda Rojas.
Estudios hechos con otras enfermedades respiratorias indican que son tres los mecanismos posibles detrás de este fenómeno. «Primero, la física del flujo de aire que exhalamos al hablar, cantar, gritar, hacer ejercicio o incluso solo respirar. Al modificar el tamaño y la trayectoria de las gotas exhaladas (aerosoles), la humedad podría tener una influencia determinante sobre el contagio», explicó Kropff.
«El fluido exhalado que contiene aerosoles está saturado de humedad mientras que el aire del ambiente en general no lo está. Al mezclarse ambos, cada gota entrega un poco de agua al ambiente por evaporación, haciéndose más chica y más liviana. Si el aire está seco, la evaporación es mayor, y en consecuencia los aerosoles que contienen al virus pesan menos y permanecen más tiempo flotando», amplió.
«Tenemos dos mecanismos más vinculados con el impacto del nivel de humedad en el contagio: el aire seco favorece la sobrevida del virus adentro de la gota, y por otro lado dificulta la tarea de diversas barreras inmunes del sistema respiratorio», agregó Kropff.
Del estudio también participaron Sandra Cordo, viróloga del Instituto de Química Biológica (Iquibicen) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (FCEN-UBA) y del Conicet; Ramiro Saurral, meteorólogo del CIMA y del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos en la FCEN-UBA, y colaboradores internacionales como José Luis Jiménez, experto en aerosoles de la Universidad de Colorado, y Linsey Marr, referente mundial en transmisión aérea de enfermedades respiratorias en Virginia Tech.