Silvia Pinal, una de las grandes actrices de la Época de Oro del cine mexicano, siempre llamó la atención por su talento para la actuación, además de su innegable belleza. No por nada se convirtió en una de las musas de Luis Buñuel, el cineasta que pidió la participación de la intérprete para tres de sus películas.
Fue posible ver a Silvia compartir pantalla con grandes de la industria del país como Joaquín Pardavé, Mario Moreno “Cantinflas”, Germán Valdés “Tin Tan” y con el inigualable Pedro Infante, con quien incluso llegó a especularse que tenían un amorío. Al mismo tiempo, llegó a compartir set de grabación con Elsa Aguirre y Gloria Marín.
Muchos años después empezaría a trabajar en la televisión. Lejos de aquella glamurosa época en el cine mexicano, Silvia también se ganó un espacio en el corazón de su público en la pantalla chica. Es recordada hasta la fecha por su papel como presentadora (y de vez en cuando actriz) en el programa de corte dramático Mujer, casos de la vida real.
También incursionó en el teatro. Durante varios años fue parte del reparto de varias puestas en escena y conocería a Georgina Barragán, otra actriz. Tiempo después también probaría sus habilidades como productora.
Sin lugar a dudas, Silvia Pinal es una actriz con una extensa trayectoria y que no por nada se gana su título como una de las últimas grandes “Divas”. No obstante, por sorprendente que parezca, la intérprete no aspiraba a dedicarse a la actuación, mucho menos a que tuviera tal éxito y aceptación.
En 1968, la actriz de películas como Viridiana, Cuando los hijos pecan y El Inocente abrió un poco su corazón con la periodista Josefina King. Ahí habló sobre sus primeros años de vida y dejó en claro que siempre tuvo cierto toque artístico dentro de ella.
Era algo inusual y nunca supo explicarse de dónde se originó. Por una parte su padre era ingeniero militar, mientras que su madre tampoco parecía inclinada por ningún arte. “Quiero decir que creo haber nacido con esa inquietud, aunque nadie de mi familia pertenece al ambiente artístico”, declaró.
Pero en el fondo sabía que quería dedicar a algo relacionado al medio. La gran diferencia era que su primera elección no tenía nada qué ver con los reflectores de un set de grabación. “La Pinal” quería dedicarse a la música, o mejor dicho, a cantar ópera.
Con 14 años empezó su educación en canto y, según dijo, tuvo una maestra que era buena y bastante comprensiva con ella. Siempre le daba ánimos y trataba de ser optimista con el avance de Pinal, pero algo en el fondo de ella le decía que no estaba recibiendo los comentarios que necesitaba.
Fue así que consultaría a otro profesor, uno mucho más franco y que, sorpresivamente, fue quien provocó el cambio de dirección en la carrera de Silvia para llevarla a la actuación y que pudiera quitarse la timidez que traía encima. Fue este maestro quien le recomendó tomar clases en Bellas Artes y de ahí el resto sería historia.
Pinal, en efecto, perdió la pena y ya era capaz de hacer lo que sea sobre un escenario. Sin embargo, a la par que se desinhibió, perdió el interés por la ópera y se inclinó por la actuación por el resto de su carrera. Lo que comenzó con pequeñas participaciones en obras de teatro, se convirtió en una carrera con incontables películas, además del inicio de toda una dinastía de estrellas.
Mientras sus hijas Sylvia Pasquel y la fallecida Viridiana Alatriste siguieron sus pasos dentro de las artes dramáticas, Alejandra Guzmán se convirtió en una cantante de rock que fue influyente en el país por varios años.