Muchas cosas sucedieron en el San Luis del siglo XX que afectaron a la población, pero tal vez la más grande catástrofe fue la inundación de 1933, tan grave fue, que parece querer borrarse de la memoria del pueblo al grado de que en este siglo se confunden fechas y ya nadie recuerda la magnitud del acontecimiento.
En San Luis existía la presa “La Constancia”, más antigua y de menor capacidad que la “Presa de San José”, ambas estaban sobre el lecho del Río Santiago de tal modo que el agua que derramaba de la de San José era captada por la Constancia a la que en esas fechas ya había perdido el nombre y se le conocía como la Represa y años después como la “Contra-presa”.
Pues sucedió que en la tarde del 14 de Septiembre de 1933 comenzó a llover torrencialmente y el aguacero no paró durante toda la noche y madrugada del 15 en que amainó la lluvia, aún cuando se dieron ligeras lloviznas durante el día, no habrían de impedir los preparativos para la tradicional ceremonia del “Grito”, conmemorando el CXXIII aniversario de la iniciación de la Independencia Patria. Era viernes, los que no estaban concentrados en la Plaza de Armas estaban recogidos en sus casas, muchos ya dormidos antes de las 10 de la noche. Faltaban pocos minutos para que dieran las 11 de la noche, que es la hora en que las autoridades del estado Salen al balcón de palacio en esa fecha para hacer la ceremonia, cuando fuertes voces comenzaron a gritar “Se reventó la presa, se reventó la presa”.
La gente comenzó a correr rumbo sus hogares esperando encontrar con bien a sus familias y los que estaban con sus familias corrían hacia el Santuario de Guadalupe que era la zona más alta; en lo que cuento esto, el agua ya había llegado hasta el centro, en algunos lugares a una altura de 80 centímetros como lo muestran unos clavos que se colocaron después en algunos edificios y que son hoy en día el testimonio mudo y olvidado de aquella inundación.
Actualmente muy pocos saben que son y porqué se colocaron ahí esas marcas. (Hoy por hoy se dice que esas marcas no fueron para medir los niveles que alcanzó el agua)
Considerando que el Centro de la ciudad es o al menos era la mitad de la ciudad, así como la de mediana altura entre los barrios pegados al Río Santiago y el Santuario de Guadalupe, tal vez podamos imaginarnos hasta donde llegó el agua en las zonas más bajas, pero no fue que subiera el agua, fue una ola voraz que arrasó con todo lo que encontró a su paso, una gigantesca ola que se formó al romperse la cortina de la Presa la Constancia dejando escapar de un solo golpe “Seis millones de barriles de agua”.
Los primeros en sufrir el golpe de agua fueron los habitantes de la fracción de Morales, en seguida los de Santiago y siguieron Tlaxcala, el montecillo y Soledad. Santiago y Tlaxcala fueron los barrios que más sufrieron el embate porque a ellos les llegó el agua con todo lo que venía arrastrando de Morales.
No habían pasado cuarenta minutos de iniciada la hecatombe cuando el General Francisco S. Carrera Torres con 200 soldados de caballería divididos en patrullas, trataban de auxiliar a los habitantes de las zonas bajas, logrando con esto evitar más muertes.
Todo el cuerpo de policía se unió a las fuerzas federales en este trabajo emergente, perdiendo la vida 2 uniformados al tratar de rescatar a varias personas.
Cuando amaneció la mañana del 16 de septiembre de 1933, el escenario era dantesco, muerte y destrucción por todos lados, la mitad de la ciudad estaba destruida.
Los puentes de Morales, Santiago, La tercera Chica y Soledad fueron barridos hasta los cimientos, el puente del ferrocarril (que ahora le decimos Naranja) que cruza el río Santiago fue severamente dañado por lo que se suspendió en tránsito ferroviario, quedando detenidos dos trenes de pasajeros y dos de carga hasta que se pudo reparar provisionalmente el puente, que le decía entonces de “El Viaducto”.
“La Granja” negocio y zona de recreo del Sr. Puyou desapareció por completo, también desapareció el viejo Teatro Arista en la esquina de Darío de los Reyes y Damián Carmona, sobre avenida de la paz, la plaza de toros la constancia resistió convirtiéndose en un contenedor de agua que duró varios días.
Fueron 170 los cuerpos recuperados, de fallecidos en ese evento, no se contabilizaron los heridos ni los que fallecieron después a consecuencia de lo mismo, tampoco se consideraron los desaparecidos que junto con los heridos fueron muchísimos más que los muertos, las casas destruidas o afectadas se contaron por miles. (alrededor de 4,000)
El domingo 17 gran parte de la población auxiliaba al ejército en su labor de remover escombros y desenterrar muertos. De los dos policías que murieron en cumplimiento de su deber al rescatar mujeres, niños y ancianos, no conocemos ni sus nombres, sabemos de ello porque así lo mencionaron simplemente en los periódicos de esas fechas…. “dos policías”…..
Nunca se había visto tanta miseria y desolación pero también fue el momento de más solidaridad del pueblo potosino; como auxilio externo vino el primer batallón de zapadores al mando del Coronel Cravioto. El ejército y particulares instalaron comedores, la gente se desprendía de sus cosas para compartirlas con los que habían perdido todo, el comercio en general aportaba lo poco y lo mucho que se necesitaba.
El gobierno federal aportó una cantidad (¿?) que supuestamente se entregó al presidente de uno de los comités formados para paliar la desgracia: la realidad es que del destino de esos recursos ya no se supo nada, pero surgió un rico de entre la desgracia.Era Gobernador Constitucional del Estado, el Gral. Ildefonso Turrubiartes pero las crónicas de esos días no mencionan nada respecto a acciones o labores realizadas por él, hoy se sabe que su administración fue en el siglo XX la que presentó mayor desorden hacendario.
De los casos conmovedores que se dieron fue el hecho de haber encontrado el domingo 17 de Septiembre de ese 1933, un envoltorio de trapos atorados en unas ramas a 9 Km. de Tlaxcala, con una niña menor de 6 meses. La criatura había pasado 70 horas en ese lugar, sin alimentos pero ilesa, nadie la reclamó. Otro fue un niño de dos años dentro de un barril acompañado de una gata y siete gatitos recién nacidos, cuando el niño fue encontrado, cuentan las crónicas que sonrió y pidió comida.
Los cuadros macabros fueron los más: al ser removidos los escombros de una casa fueron encontrados muertos en una misma habitación a los 7 integrantes de la familia, el perro y el perico que fueron aplastados al derrumbarse su casa. Un señor de sesenta años había salido de su casa para buscar unas medicinas, dejando bajo llave a sus 5 nietos, un sobrino y su esposa.
Las escenas de madres corriendo, llorando, llamando con palabras dulces a sus hijos perdidos, fueron desgarradoras.
Esa noche del 15 de Septiembre de 1933 muchos quedaron huérfanos o viudos o sin hijos.
El trauma de ese acontecimiento duró muchos años después, todavía en la década de los cuarenta cuando caía algún torrente pertinaz, la gente dejaba sus casas y recorrían las calles hacia el santuario, alertando a la población con gritos de “Se va a reventar la presa”…..