Reseña por: Julián Ramírez
La franquicia Transformers es una de las más exitosas y populares en la historia del cine de ciencia ficción y acción. Con seis películas hasta la fecha y una séptima que acaba de estrenar en la cartelera internacional, Transformers: El despertar de las bestias – 64%, parece que la saga continuará sumando una gran cantidad de seguidores en todo el mundo.
Esta historia se desarrolla en 1994. Los Autobots liderados por Optimus Prime siguen atrapados y escondidos en la Tierra cuando una llave transwarp, capaz de retornarlos a Cybertron, es descubierta por los humanos. Pero ellos no son los únicos que la quieren. Los sirvientes de Unicron, una poderosa entidad devoradora de planetas, la buscan para atraer a su amo y ofrecerle el planeta como cena.
Dejemos las cosas claras de una vez. Transformers: El despertar de las bestias es mucho mejor que las terribles películas dirigidas por Michael Bay, pero no está a la altura de Bumblebee. El filme protagonizado por Hailee Steinfeld se benefició de ser una historia “más pequeña” que ponía más énfasis en el drama que en la acción, pero esta entrega quiere volver a las grandes batallas épicas que deciden el destino del mundo. Los efectos especiales están a la altura de la tarea y las secuencias de combate y persecuciones no están nada mal. Pero una trama mediocre y un desarrollo brusco no la dejan ser mejor.
La lucha por la llave transwarp es una excusa genérica para la historia, pero podía funcionar bien. El problema es que se pierde en aburridas explicaciones sobre la mitología y el pasado de los Transformers mientras descuida elementos que resultan más importantes. La cohesión argumental de escena a escena es demasiado débil, las relaciones entre personajes evolucionan tan rápido que se sienten forzadas y los eventos se sienten extrañamente divorciados del mundo y lugares en que ocurren. Va mucho más allá de la tradicional suspensión del sentido común que nos suele pedir esta clase de películas.
En el centro de todo se encuentra el infaltable protagonista humano. Noah Diaz —interpretado por Anthony Ramos (Hamilton, En el barrio)— es un joven afrolatino que recientemente abandonó el ejército y cuya familia se encuentra en problemas económicos. Un incidente lo lleva a conocer al Autobot Mirage, que ansioso por hacerse amigo de un humano lo involucra en los eventos que terminarán en una lucha por el destino del planeta. También tenemos a Elena (Dominique Fishback, de Proyecto Power), una practicante de arqueología que descubre accidentalmente la llave transwarp y también se ve enredada en la aventura.
Noah es un buen personaje. Su trasfondo militar lo hace adecuado para enfrentar los problemas en que se está metiendo. Su desconfianza hacia los Transformers es una fuente interesante de drama, igual que la evolución de su amistad con el entusiasta Mirage. Hay un paralelo interesante entre él y Optimus por el desagrado mutuo que se sienten y la incapacidad de ambos de trabajar con quienes son “diferentes”. Hubiera sido interesante si no fuera porque la película insiste en describir una y otra vez lo parecidos que son. ¿Por qué desconfían de la audiencia? ¿Acaso no creen que seamos capaces de entender el subtexto más sencillo?
Optimus también llama la atención porque en este punto de la historia no es el líder admirable que conocemos. Se rehúsa a trabajar con los humanos y su afán por solucionar las cosas pone en evidencia su desesperación. Su arco y el de Noah son interesantes, pero como dijimos se desarrollan de forma muy brusca y sin sutilezas.
Los demás personajes son un poco decepcionantes. Elena no es más que la tradicional “chica inteligente” que está allí para dar información. Arcee y Wheeljack a duras penas tienen personalidad y Bumblebee desaparece durante casi toda la película. Le va peor a los Maximals. A pesar de lo importantes que son para el trasfondo de la historia, solo Optimus Primal y Airazor tienen algo de relevancia. Cheetor y Rhinox a duras penas aparecen en pantalla y no tienen personalidades definidas. Por si fuera poco, solo se transforman una vez y es en una escena tan caótica que ni siquiera podemos apreciar los detalles de sus diseños.
Hablando de diseños, no fuimos fans de como lucen la mayoría de robots. Algunos de ellos están “sobrediseñados”, con demasiadas partes móviles y detalles innecesarios que los vuelven confusos visualmente. Mirage pierde personalidad por culpa de esto y los villanos apenas son diferenciables. Los Maximals lucen absurdos. ¿En verdad era necesario que las partes del pico de Airazor se movieran así al hablar? Antes de que se lo pregunten, ni siquiera vemos a Unicron transformarse.
Hemos sido muy negativos en esta reseña, pero a pesar de sus defectos tenemos que aceptar que Transformers: El despertar de las bestias es una película entretenida. La gran escena de acción final es genuinamente emocionante e incluso nos hizo preocupar por el destino de un par de personajes. La relación entre Noah y Mirage es divertida y es agradable ver las interacciones entre Transformers en pantalla. La banda sonora con hip-hop noventero también es un acierto.
Esta película realmente tenía potencial. El talento y los materiales están ahí, pero es como si los hubieran ensamblado en el orden incorrecto. Su ridícula revelación final, justo antes de los créditos, causa vergüenza ajena. Si las relaciones se hubieran desarrollado con más calma y no se hubiera enfocado tanto en elementos irrelevantes de la mitología la historia hubiera “respirado” mejor y habría estado a la altura de Bumblebee.
Transformers: El despertar de las bestias tendrá que conformarse con ser la segunda mejor película ‘live-action’ de Transformers. Eso no es mucho decir, pero cualquier cosa que nos aleje de las películas de Michael Bay es positiva.
Con información de: Gamer Focus