Pasará mucho tiempo para que nuestra época sea bautizada con nombre y apellido. Es decir, que sus variadas manifestaciones puedan englobarse en un concepto. Para no embarcarse en complicadas elucubraciones, tal vez se nos identifique simplemente como la época del teléfono celular, aunque también podría denominarse el periodo de la amenaza latente, pues tal parece que estamos viviendo en un vértigo de desequilibrio, incertidumbre y perplejidad.
Ciertamente, en estas condiciones es difícil ser optimista. No se puede tener esperanzas por obligación. Aun así, el espíritu navideño nos impele a motivarnos para resistir y reiniciar en nuestro deber de ser mejores. Expreso algunos anhelos.
1. Deambulando en mis lecturas, disfruté un cuento de Hernán Casciari sobre un concierto pop al que tuvo que acompañar a su hija. Le doy la palabra:
“Yo empiezo a llorar de miedo, y entonces mi hija me abraza fuerte y me dice: Fue el día más feliz de mi vida, papá —eso me dice. Y entonces me doy cuenta de que ir a un concierto pop infantil no es como ir a la guerra. Es peor que ir a la guerra. Pero ojalá todas las guerras terminen así, con una hija feliz y apretándote fuerte en medio del caos”.
Con Información de Excelsior.