A mediados de la década de 2010 tuvo lugar un inesperado y feliz fenómeno que inmediatamente reclamó un capítulo propio en la historia de la comunicación científica en nuestro idioma: el boom de divulgadores youtubers en España. Entre los nombres de los millennials que en aquel momento tomaron internet para reavivar la curiosidad y difundir el conocimiento se encuentran algunos tan importantes como José Luis Crespo, con Quantum Fracture; Martí Montferrer, con C de Ciencia, y, por supuesto, Javier Santaolalla.
El video más antiguo de Date un Vlog data del 31 de julio de 2016. Los 8 años, 5 meses y 28 días que han pasado desde entonces se han traducido en 4.18 millones de seguidores, pero, sobre todo, en una amplia experiencia y una refinada sensibilidad para transmitir información. También han dado pie a la autorreflexión. Santaolalla es hoy más meditativo y se mueve a distintos niveles cuando habla sobre física, educación y los peligros de la censura. Se muestra más profundo, acaso más filosófico.
Doctorado en física de partículas, Javier Santaolalla formó parte del equipo de cerca de 6,000 científicos que trabajaron en el descubrimiento del bosón de Higgs en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) del CERN. También es autor de libros como Life Hacks Extremos, Inteligencia Física, ¿Qué hace un bosón como tú en un Big Bang como este? y El bosón de Higgs no te va a hacer la cama, títulos que dan cuenta de su profundo compromiso con la divulgación. Javier también es fundador de Amautas, una plataforma de paga para tomar cursos y clases magistrales sobre ciencias y humanidades de la mano de expertos en diversas ramas. Se trata de un lugar seguro para el conocimiento, libre de distracciones, lleno de contenido original y, sobre todo, bien curado.
Su gusto por el conocimiento, sin embargo, no lo hace incauto. Durante nuestra conversación, Javier advierte constantemente sobre los riesgos que el endiosamiento de la ciencia puede representar. Es una herramienta, dice, no una solución mágica. “Como todos los instrumentos y herramientas, tiene un alcance limitado”.
Javier Santaolalla: Es una conexión. Una conexión conmigo mismo y con la comunidad. Mi trabajo es una conexión con mi curiosidad, con mi forma de ser, con mi forma de entender la vida. Es una suerte tener un trabajo que me realiza como profesional, pero también como persona. La curiosidad me llevó a estudiar física. Yo siento que mi vocación siempre ha estado ahí. Más que decir que nació, diría que la descubrí. Siempre he sido curioso y siempre me ha gustado compartir lo que sé. Creo que la combinación de ambas es lo que da sentido a mi trabajo.
¿Cómo definirías tu misión como divulgador? ¿Qué hace un divulgador?
Javier Santaolalla: Me recuerdo de 16, 17 años como una persona a la que le iba muy bien con el colegio, pero a quien no le gustaba nada lo que estudiaba en el salón de clases. En particular no me gustaba nada la física. Descubrí la física, la que me apasiona, por mi cuenta leyendo libros e investigando. A eso de los 22 años pensé: “¿A cuánta gente le habrá pasado como a mí, que en la escuela se aburre con la física y acaba odiándola porque no ha tenido la oportunidad de conocerla desde otro ángulo?”
Decidí hacer algo para que la gente no pensara que la física sólo consistía en resolver problemas en el pizarrón. También incluye una parte muy bonita que es explorar, buscar, descubrir. Sin ser un experto en pedagogía, creo que uno de los grandes problemas es que, si la física surge de la curiosidad y esta de la observación de las cosas, entonces, cuando intentas volverlas tan abstractas y alejadas de la realidad y solo explicas cosas en un pizarrón con ecuaciones, pierdes la verdadera esencia del conocimiento.
Los grandes científicos de hace siglos empezaron así la ciencia, mirando, observando y preguntándose cosas. No lo hicieron aprendiendo de manera robótica a resolver ecuaciones sin encontrar un significado detrás.
Uno de los retos más difíciles de la divulgación es el de hacer sencillo algo sin que la simplicidad lleve al engaño. Quienes disfrutan tus videos podemos salir de ahí con la falsa sensación de que ahora somos expertos en física porque vimos 10 minutos de algo que nos maravilló y entendimos, pero hay mucho más por entender. ¿Es algo que a ti te preocupa? ¿Cómo lo abordas?
Javier Santaolalla: Bueno, estoy consciente de que algo así ocurre. A veces hago algún vídeo más profundo y con más matemáticas. Si miras mis últimos vídeos, hay uno que subí hace muy poquito donde hago un desarrollo matemático completo y al principio digo para qué lo hago: para recordar que la física de la carrera es más compleja, para que no se lleven un engaño. Si de verdad se quiere ser físico, ya no vale con leer un libro o con ver un vídeo. La física de universidad requiere estudios muy concienzudos, son duros, con muchas matemáticas. Sin embargo, yo creo que la gente tampoco es tonta y basta con que sean un poco más curiosos y vayan un poquito más allá para que se den cuenta de que solo están rascando la superficie. Lo que hacemos los divulgadores es simplemente mostrar la superficie de un conocimiento que es mucho más amplio, mucho más rico, mucho más intenso, más difícil, pero a la vez más bello.
¿En qué radica la importancia de la ciencia? ¿En su utilidad o en algo más?
Javier Santaolalla: Para mí, está bien decir que es útil y creo que es la respuesta que doy el 99% de las veces. Sirve para conectarnos, para viajar con un avión, para alargar nuestra vida, vivir mejor, más cómodos. Pero también es cierto que el ser humano lleva haciendo ciencia desde que empezó su propia existencia. La ciencia es también una forma de observar el entorno. Sería un gran error darle la espalda a nuestra naturaleza porque creo que de alguna forma nos deshumanizaríamos. De verdad creo que la curiosidad es parte de nuestra esencia y de nuestra forma de ser. El día que dejemos de subir las montañas o de ir a las profundidades de los océanos por mera curiosidad, seremos menos humanos.
¿Cuáles son los límites de la ciencia y cuál es su relación con otras formas de conocimiento?
Javier Santaolalla: Es un tema muy interesante y muy amplio que requiere mucha profundidad intelectual. Estoy empezando a rascar en la respuesta porque es una pregunta que me hago todos los días. Es tan importante e inteligente saber cuánto sabes como saber cuánto desconoces. Muchas veces se olvida la segunda parte. Creo que uno de los grandes errores de la educación actual es que apenas se habla sobre metodología, filosofía del conocimiento, epistemología. Es un error porque muchas veces uno mide cosas y se piensa que se puede medir todo. La ciencia muy seguramente tiene límites, porque es una metodología que se aplica de una determinada manera. Como todos los instrumentos y herramientas, tiene un alcance limitado. Es probable, sin embargo, que ese límite toque otras formas de conocimiento. El arte es una forma de conocimiento, la espiritualidad o la intuición lo son también. Hoy, al menos, cubren huecos que la ciencia no alcanza. No solo eso: la interacción entre la ciencia y otras formas de conocimiento puede llegar a ser muy fructífera. Comprender esto sería un camino muy interesante hacia el futuro.
Mi formación es de filósofo y justamente nos pasaba al revés. Nosotros estábamos en el salón de clases viendo los límites de la ciencia y de repente decíamos: “¿No nos convendría tener algún científico aquí al lado para poder preguntarle si lo que estamos diciendo significa algo para él?” En ese sentido, celebro mucho el ejercicio que estás haciendo con Enric, de Adictos a la filosofía. ¿Cómo surgió ese ejercicio?
Javier Santaolalla: Precisamente viene motivado por la misma sensación de que el conocimiento es limitado cuando se busca desde un solo punto de vista. Creo que un error de la actualidad es el de compartimentar las cosas demasiado. Falta diálogo interdisciplinar. Es cierto que a los filósofos les vendría bien hablar más con físicos, tanto como a un físico hablar con un filósofo, y no solo eso: con un artista, con una persona que trabaje en medicina, etc. Creo que el conocimiento se enriquece cuando se abre y en la frontera de las áreas es donde surgen las cuestiones más interesantes.
Y precisamente lo que intento hacer con Enric en Por el amor de Higgs es, primero, mostrar cómo dos personas que tienen visiones diferentes pueden sentarse a dialogar. Él tiene creencias religiosas que yo no comparto, por ejemplo. En segundo lugar, pienso que cuando una cuestión que es tan delicada como la libertad humana o como la conciencia se aborda desde una posición multidisciplinaria, aparecen sutilezas muy interesantes.
¿Crees que las plataformas y redes hacen lo suficiente para combatir la desinformación?
Javier Santaolalla: Bueno, esa es otra pregunta interesante, curiosa y difícil de responder. Porque aquí hay un verdadero conflicto entre dos libertades: la de información, pero luego también la libertad de expresión. Creo que el pensamiento, cuanto más libre, más rico es. Y es cierto que la desinformación es una herramienta para manipular, pero el control de la información es otra. La paradoja está precisamente en eso. La desinformación daña a la sociedad porque permite que ciertos contenidos o ideas se propaguen de una forma perniciosa. Pero el otro lado de la moneda es tan peligroso como ese: caer en una sociedad de censura y de pensamiento único. Son dos caras de la moneda de muy difícil gestión. Encontrar un punto intermedio es un gran reto que tiene la sociedad actual, más aún dada una tecnología que favorece tanto la desinformación como la coacción.
Quiero preguntarte por el formato vertical y rápido en plataformas como TikTok, Instagram, YouTube Shorts y demás. ¿Ha dañado la divulgación?
Javier Santaolalla: Yo no creo que hoy el mundo de la divulgación científica sea peor porque haya venido TikTok. Yo he hecho muchos vídeos cortos y los sigo haciendo, así que sería muy hipócrita de mi parte pensar que está mal. Un nuevo formato significa nuevas formas de comunicar y de llegar a más gente. La diversidad es riqueza y la riqueza es profundidad y alcance. Es cierto que los vídeos cortos están impulsando a las nuevas generaciones hacia una especie de epilepsia cognitiva. Están saturados, están bombardeados y puede llevar también un poquito a que perdamos la capacidad de atención, de retención. Quizá haya problemas similares siempre que consumamos información en un solo formato. Debemos compensar con lecturas, con otro tipo de actividades que favorezcan también formas de aprender que sean más pausadas.
Me gustó el concepto de epilepsia cognitiva. Hablando de la importancia de otros tipos de formatos, más profundos, ¿qué pasa con Amautas? Háblame de ese proyecto.
Javier Santaolalla: Es el resultado de emprender la aventura de tomar otro tipo de rol dentro de mi trabajo. Soy una persona inquieta. Cuando vi que YouTube ya era mi zona de confort, busqué salirme de esa zona. Me dije “Sé hablar a cámara y creo que sé comunicar a cámara, ¿pero qué tal si me pongo yo detrás de la cámara e intento actuar un poco de productor?” También quería ayudar a otras personas a comunicar de una manera más cercana y más acorde a los tiempos actuales. Hay expertos que saben infinitamente más que yo sobre muchos temas, pero muchos son académicos que no tienen la repercusión o el altavoz que tengo, personas que tampoco tienen el tiempo para aprender lo que yo sé sobre comunicación. La idea en Amautas es tomar a los mejores científicos del mundo y ayudarles a contar lo que saben con un estilo de comunicación del siglo XXI, adaptado a las tendencias. Creo que es una labor bonita porque conecta a expertos con audiencias inesperadas. Es un proyecto del que estoy muy orgulloso que poco a poco sigue caminando.
Por otro lado, es muy difícil porque estamos bombardeados por información y todo el mundo está acostumbrado a consumir contenido gratuito. YouTube es un lugar que a veces puede resultar salvaje. A un vídeo serio puede seguirle uno de terraplanistas. Amautas es contenido sin publicidad y, por lo tanto, hay que pagar para suscribirse, pero a cambio, recibes contenido filtrado, controlado. Estoy contento con cómo va, aunque efectivamente crecer en este negocio en particular no es nada fácil. El trabajo requiere un esfuerzo y ese esfuerzo se paga. Lo gratuito se paga de otra manera. Se paga precisamente con esa vulnerabilidad ante lo salvaje y con la publicidad, porque al final obviamente te estás comiendo cosas que tienen fines comerciales. La fantasía de que la información de calidad es gratuita es riesgosa.
Al tiempo que exploras y creas espacios de información más cuidada, no le has dado la espalda a refutar el conspiracionismo ni a debatir cara a cara con pseudocientíficos en YouTube. ¿Piensas que esto es importante?
Javier Santaolalla: Negar la voz o censurar nunca es el camino. Es tratar a la gente de tonta y, por otro lado, es alimentar conspiraciones. Otra cosa que yo creo que es muy peligrosa es la imagen dogmática, soberbia y elitista que proyecta el mundo científico. Cuando un científico dice: “Yo no quiero debatir con esta persona”, se está colocando en un lugar de superioridad intelectual y moral.
Estoy muy preocupado con la percepción que tiene la gente ajena a la investigación sobre la ciencia como un campo dogmático. Creo que la mayor parte de la gente que se acerca a la pseudociencia, a la pseudoterapia y demás, lo hace motivada por una academia que no escucha, que no es empática, que no es humilde, que no quiere entender al otro. Creo que el primer paso en ese dogmatismo es cerrarse a hablar con otra persona.
Además, creo que la gente gana cuando recibe múltiples visiones y es importante que aprenda a discernir las diferencias. Las pseudociencias ya se están escuchando, son virales en internet. Mirar hacia otro lado tampoco aporta nada. Si hay una persona diciendo que la Tierra es plana y lo ven 10 millones de personas, más vale que haya otra persona al lado diciendo que la Tierra no es plana.
Creo que tampoco tengo la verdad absoluta. Solo intento ser coherente y consistente con lo que opino y fue un poco lo que quise hacer en ese debate y en otros que estoy dispuesto a tener siempre y cuando yo considere que tengo algo positivo que aportar.
En WIRED en Español hemos hablado sobre los ataques que en los últimos tiempos han sufrido científicos y divulgadores. Es un momento delicado para comunicar ciencia. ¿Has sido objeto de agresiones u hostilidad por posicionarte como científico?
Javier Santaolalla: Mi caso es paradójico, paradigmático, curioso e interesante de analizar. Yo ya sabía que las personas con las que me tendría que enfrentar más cara a cara no eran las del mundo de la conspiración y la pseudociencia, sino las del colectivo de la ciencia. Para mí no fue fácil, lo pasé bastante mal. Fue un mes complicado. Recibí ataques de compañeros que, además, admiro, que quiero y que considero que hacen un buen trabajo. Fue mucho más doloroso que cuando me ataca una persona que pertenece a una comunidad diferente. Pero esto es así. Si no quisiera estar expuesto no habría elegido este trabajo.
¿Cuáles son, en tu opinión, las preguntas más importantes que la ciencia tiene por resolver? Y de ellas, ¿cuál es la que a ti te interesa más?
Javier Santaolalla: Todas son interesantes y todas aportan conocimientos muy útiles. Soy partidario de la diversidad. Obviamente, tengo mis favoritas, que siempre son las cuestiones interdisciplinares y que están en la frontera del conocimiento. Las cuestiones que más me gustan son aquellas que directamente interrogan sobre la existencia y el sentido del ser humano. Preguntas así tocan todas las áreas del conocimiento: física, química, biología, pero también filosofía, medicina, religión.
¿Tienes alguna posición religiosa?
Javier Santaolalla: No, me considero agnóstico.
¿No te posicionas directamente como ateo?
Javier Santaolalla: En general, quizá por mi talante conciliador y por la forma de entender las cosas, el ateísmo agresivo, negador y burlón es el que más me molesta. Soy tolerante con el creyente que se levanta todas las mañanas y reza y me parece genial que lo haga. No me siento yo en ninguna posición para reírme de él ni para ridiculizarle. Tampoco me siento en ninguna posición superior para tomar al ateo y ridiculizarle por sus creencias. El bullying y el menosprecio no son enriquecedores. Son bajos, de poco calibre personal. El ateísmo de la persona que se levanta convencida me parece tan respetable como la fe.
¿Qué aspecto del futuro te entusiasma? ¿Qué cosa te hace decir “esto lo veremos llegar y cuando ocurra será genial”?
A nivel de tecnología, lo que ahora mismo a mí me tiene con mucha ilusión son los avances en la exploración espacial. Pienso que va en la dirección que la ciencia requiere. Como he dicho, pienso que el ser humano es curioso, quiere llegar más lejos, entender más. En ese sentido, la exploración espacial es sumamente humana. Actualmente, muchas personas se encuentran solas, se sienten perdidas, desesperanzadas. La exploración espacial afronta estos dolores, nos une, es multidisciplinar y está en la frontera del conocimiento. Por otro lado, la tecnología que más me preocupa es la inteligencia artificial, por su capacidad de suplantar elementos humanos. Me preocupan las tecnologías que ponen en peligro los elementos más propios de nuestra especie.
No me considero un ludita, soy muy partidario de la tecnología y siempre la he disfrutado. Como toda tecnología, la IA tiene su lado bueno y su lado malo. Creo que está muy bien evangelizar sobre las cosas buenas, pero también creo que tiene que haber voces que sean cautas respecto a las negativas. Muchas veces, ni siquiera las personas que ejecutan inteligencias artificiales saben lo que están haciendo. Me preocupan también los sesgos que introduce. Detrás de su desarrollo, hay una toma de decisiones que no es neutra.
A corto plazo, a medio y largo plazo, me preocupan dos cosas. Una es que simplemente se pierda el valor de lo humano hasta el punto de que realmente endiosemos una tecnología. A largo plazo, y esto ya sonará a ciencia ficción, me preocupa que acabemos siendo reemplazables o simplemente inútiles. Me preocupa que llegue un momento en la evolución de las IA en que el humano ya no tenga nada que aportar. No digo que lo decidirá directamente una máquina, puede ser un colectivo de humanos antihumanistas. Me da miedo que un día alguien decida que nos sobra el 80% de la población.
¿Crees que la ciencia puede salvar al mundo?
Javier Santaolalla: Creo que la ciencia puede salvar al mundo y también lo puede destruir. Es una herramienta poderosa. Cuando el ser humano se enfrenta a un problema, sabe que cuenta con la ciencia como su principal aliado. Sin embargo, también puede aniquilarnos y, por lo tanto, hay que estar muy alerta. La ciencia y la tecnología son bonitas, pero no son inofensivas. En definitiva, creo que hay que alejarse de la idolatría, del endiosamiento.
Me encantan los evangelizadores de la ciencia porque creo que la sociedad necesita más ciencia. Pero así como necesitamos evangelizadores que distribuyen esa pasión por la ciencia, que es lo que intento hacer yo, creo que también se necesitan personas que controlen ese endiosamiento o esa idolatría excesiva hacia una cosa que no deja de ser una herramienta más para ayudar al ser humano a ser feliz y encontrar su hueco.
Con Información de MSN.