Ahora resulta que Sheinbaum no tiene tanto poder como pensábamos.
Leo Zuckermann
Un muy interesante debate ha comenzado: ¿cuánto poder tiene, en realidad, Claudia Sheinbaum?
Todo surgió a propósito de la permanencia de Rubén Rocha como gobernador de Sinaloa. El tipo es impresentable, un lastre para la 4T. Sus vínculos con el crimen organizado son evidentes.
Muchos se preguntan por qué la Presidenta no lo ha invitado/presionado a renunciar o, de plano, iniciarle un proceso judicial que desemboque en su salida como gobernador.
El 12 de febrero, en Milenio, Denise Maerker lanzó una pregunta pertinente: “¿No quiere o no puede Claudia Sheinbaum mandar un potente mensaje de que durante su gobierno no se tolerará ninguna complicidad entre autoridades y crimen organizado?”.
Al día siguiente, también en Milenio, Jorge Zepeda le hizo eco: “¿Cuál es el poder que realmente tiene Sheinbaum? ¿Para cuánto le alcanza?”.
Resulta que muchos estábamos argumentando (me incluyo) que la 4T estaba desmantelando instituciones democráticas, concentrando el poder en el Ejecutivo y estableciendo un régimen autoritario cuando, de pronto, aparece la idea de que, a lo mejor, la Presidenta no tiene tanto poder como pensábamos.
Según Zepeda: “La consolidación del liderazgo de Sheinbaum es un proceso inacabado”. La Presidenta “irá de menos a más” y “una vez en vuelo crucero y en pleno ejercicio de todos los botones y palancas del tablero podría comenzar la depuración ética de su movimiento”.
Con Información de Excelsior.