Las olas de calor marinas, cada vez más intensas, frecuentes y duraderas por el cambio climático, provocan cambios permanentes en la expresión génica de los peces.
Expertos señalan que esto afecta tanto su respuesta inmune como a su manera de reaccionar ante los estímulos externos y su metabolismo.
Así lo concluye un nuevo estudio liderado por el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (ICM-CSIC), que ha demostrado que, si estos episodios de calor se producen durante las primeras etapas de desarrollo, pueden dejar marcas epigenéticas permanentes.
El trabajo, que el ICM-CSIC ha llevado a cabo en colaboración con el Instituto de Investigaciones Pesqueras de Qingdao, de China, y que publica la revista Molecular Ecology, ha desvelado que los cambios en la expresión génica debidos al aumento de la temperatura del agua tienen su origen en alteraciones en los niveles de metilación del ADN (ácido desoxirribonucleico) y pueden persistir a lo largo del tiempo.
Para hacer el estudio, los investigadores simularon en el laboratorio una ola de calor aumentando 3.6°C la temperatura del agua de una serie de tanques en los que se encontraban varias lubinas recién nacidas.
Los investigadores mantuvieron estas condiciones solo durante los dos primeros meses de vida de los peces y luego las normalizaron.
Con ello, los investigadores hallaron una serie de cambios a nivel molecular en las lubinas que se mantenían tres años más tarde pese a que su aspecto externo era normal.
Estos cambios se detectaron en tejidos con distinto origen embrionario, entre ellos el cerebro, que proviene del ectodermo; el músculo y los testículos, que provienen del mesodermo; y el hígado, que se forma a partir del endodermo.
Esto indica que la afectación tuvo lugar de forma generalizada durante el desarrollo temprano de los peces, lo que implica que los cambios pueden ser permanentes”, señaló Francesc Piferrer, investigador del ICM-CSIC máximo responsable del trabajo.
Todo depende de en qué momento durante la vida de un pez ocurre la ola de calor. Si ocurre durante las primeras etapas del desarrollo puede dejar marcas permanentes como observamos en las lubinas, que se podrían transmitir a la descendencia”, agregó.
Con información de Once