En una isla remota de un archipiélago a medio camino entre la parte más continental de Noruega y el Polo Norte, en lo más profundo de una ladera donde el hielo no se derrite nunca. Es ahí donde se alza una imponente bóveda rectangular de ciencia ficción.
Como un iceberg flotando en el mar, esconde gran parte de su estructura en el interior. Construido para resistir el implacable paso del tiempo, el Banco Mundial de Semillas almacena más de 1 millón de semillas a -18° de forma permanente. Existen 135.000 variedades de cultivos de trigo, granos de haba, lentejas, garbanzo y la colección de cebada más valiosa del mundo.
Muy pocos son los privilegiados que han traspasado el umbral de la bóveda para adentrarse hasta las entrañas de este almacén bunkerizado a 150 metros de profundidad subdividido en tres grandes salas. Nada se deja al azar. La cámara está construida a prueba de erupciones volcánicas, terremotos de hasta grado 10 en la escala de Richter, la radiación solar, y, en caso de fallo eléctrico, el permafrost (capa de suelo permanentemente congelada) del exterior actúa como refrigerante natural.