El Presidente terminó su discurso y luego cortó el listón. En la punta del cerro donde se halla la nueva escuela había más reporteros y técnicos de audio que público en general.
Terminado el ceremonial, caminó hacia uno de los extremos del predio y preguntó algo sobre las plantas. Raquel Sosa, una de las mujeres que formó parte del núcleo duro de Andrés Manuel López Obrador durante el gobierno del Distrito Federal, caminó a su lado, dando explicaciones.
Los seguían de cerca el gobernador Alejandro Tello y el hombre fuerte de Zacatecas en el obradorismo, Ricardo Monreal. Además de paisanos, ambos coincidieron en estos días en una petición al Presidente: apoyo federal en materia de seguridad.
Zacatecas vive, dijo el gobernador la víspera, una “epidemia de violencia”. Monreal informó que el Presidente lo había invitado a su gira y escribió en sus redes sociales: “Aprovecharé para expresarle los problemas que azotan al estado, fundamentalmente la inseguridad y el desempleo”.
El recuento de Alfredo Valadez, corresponsal de este diario en Zacatecas, es una confirmación de la tragedia. La víspera de la visita presidencial, entre la noche del jueves y la mañana del viernes, 29 personas perdieron la vida violentamente.
El recuento de Alfredo Valadez, corresponsal de este diario en Zacatecas, es una confirmación de la tragedia. La víspera de la visita presidencial, entre la noche del jueves y la mañana del viernes, 29 personas perdieron la vida violentamente.
Ya conocemos la historia y las justificaciones oficiales: Zacatecas tiene el infortunio de que, por su ubicación, privilegia ser territorio de disputa de grupos delincuenciales, etcétera.
A la salida del evento se adivinaba la sonrisa de Sosa –usualmente adusta– detrás del tapabocas. “Es la séptima inaugurada, de 140 universidades Benito Juárez”. ¿Cuántos alumnos tendrá? “Ya tiene 170”, dijo, en referencia a la sede de Pinos, que ofrecerá educación superior a jóvenes de un municipio que apenas rebasa los 70 mil habitantes.
Si en la mañanera habla del bosque, en la gira el Presidente muestra su conocimiento de cada árbol. En su discurso hizo un recuento de algunos de sus programas estelares. Así nos enteramos, por ejemplo, de que en este municipio zacatecano 896 niñas y niños con discapacidad reciben un apoyo gubernamental.
En esta gira de tres días, el Presidente inaugura un hospital, supervisa el funcionamiento de programas emblemáticos de su gobierno y, como si se tratase de un mapa de las prioridades de su gobierno, corta el listón de un cuartel de la Guardia Nacional, en Jerez, la castigada (por la violencia) tierra que viera nacer a Ramón López Velarde.
La agenda presidencial, marcada por temas como la fallida candidatura de Félix Salgado, la próxima llamada con Biden o el harakiri del auditor de la Federación, se toma un respiro en gira.
Pasadito el mediodía, López Obrador inauguró el nuevo Hospital General de Querétaro. Algo más de mil 600 millones de pesos, 120 camas más 16 de terapia intensiva. Y un detalle: el nuevo nosocomio remplaza a otro con 57 años de existencia.
Debido a las medidas sanitarias vigentes, el listón blanco fue cortado frente a unas cuantas personas. Cerca del Presidente sólo quedaron los invitados del gobernador, es decir, su familia (las señoras vestidas como para una boda).
“Desde Querétaro enviamos un mensaje de unidad, optimismo y esperanza”, leyó el gobernador Domínguez, con una voz que se trababa cada dos líneas.
En realidad, su discurso podía resumirse en una palabra que pronunció dos veces: “Gracias”.
En la conferencia matutina el presidente López Obrador ya había soltado los obuses mayores, de modo que en una breve pieza habló del derecho a la salud y de los esfuerzos de su gobierno para duplicar el número de especialistas médicos.
Afuera, desde unas horas antes del arribo del primer mandatario, unas tres decenas de miembros del grupo de ultraderecha Frena esperaban con banderas nacionales y letreros de “No eres bienvenido”. Ellos y los simpatizantes del Presidente –poco más de un centenar– se liaron en un duelo verbal que seguía incluso cuando la ceremonia oficial había concluido.
“¡Es un honor estar con Obrador!”, gritaban de un lado. “¡Ahí viene la rata López!”, respondían del otro.
El cuadro lo completaban grupos de indígenas, colonos y muchachas que llevaban carteles que el Presidente no miró, pues entró por otro lado: “Señor Presidente, rompa el pacto”, decía el de tono suave.
En pleno discurso presidencial, dos mujeres lograron burlar la seguridad y saltar las rejas del hospital. Ambas fueron capturadas en pleno vuelo y a ambas les permitieron entregar sus peticiones directamente a López Obrador.
Julia Izaguirre se brincó, literalmente, la barda del hospital y se lastimó un brazo. Hace tiempo le embargaron “la casa de mis hijos”. Pero pudo entregar su petición, y un montón de papeles. “Valió la pena porque le entregué todo al Presidente en su mano”.
Los militantes de Frena no fueron a protestar a Pinos, Zacatecas, quizá porque está en medio de ninguna parte, pero en la desviación al camino de terracería había grupos de ejidatarios que pedían la intervención presidencial y maestros jubilados que acusaban recibo de una reciente decisión de la Suprema Corte.
“¡No a las UMAS, no a las UMAS!”, gritaban, en relación con la determinación de los ministros que pone fin al salario mínimo como referencia (lo cual se traducirá en una reducción progresiva de las pensiones).
Este sábado, el Presidente visitará Fresnillo, la tierra de los Monreal: un hermano coordina a los senadores, otro es presidente municipal y uno más candidato a gobernador.
Con información de la Jornada