“Una vez, un embajador de Finlandia me invitó a una cena a su casa y me dijo: ‘Ponte acá junto a mi esposa’. Le pregunté por qué, y me respondió: ‘Porque te voy a presentar a tu sociedad'”, le cuenta Rivera a BBC Mundo.
“Iban llegando los ministros, las personalidades de Lima, y les decía: ‘Tarcila Rivera Zea es quechua, una lideresa muy conocida, lástima, internacionalmente y no en el Perú'”.
Eso sucedió hace 20 años y aunque hoy es considerada una destacada líder indígena en su país, Rivera dice que aún falta para la normalización: “Nuestras sociedades son fragmentadas. Por eso, ponemos sobre la mesa las diversas expresiones del racismo”.
“El racismo, visto como un ejercicio de poder frente al otro —seas mujer, indígena o tengas otra característica—, se convierte en una forma de discriminación”.
“Persona peligrosa”
La líder ha trabajado por los pueblos indígenas de Perú desde los años 80, una década marcada por un conflicto armado que, en casi 20 años, dejó unos 69.000 muertos y desaparecidos.
“Para el ejército, los indígenas éramos terroristas y para Sendero Luminoso, éramos los lacayos del imperialismo”, recuerda.
“No podíamos hablar, yo tenía prohibido ir a mi comunidad” porque para ambos bandos. “Era (considerada) una persona peligrosa”.
“Hubo comunidades desplazadas, desaparecidos, perseguidos, asesinados y en ese proceso, las mujeres perdimos mucho: (hubo) niñas y mujeres “terriblemente abusadas”.
La histórica decisión de Perú de indemnizar a las víctimas de las esterilizaciones forzadas durante el gobierno de Fujimori
En 1985, para proteger a niños quechuas cuyos padres habían sido asesinados, fundó la organización Chirapaq.
Con sus comedores, ayudó a su nutrición, a reafirmar su identidad cultural y su autoestima, reconoce el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
“Quienes participaron de esta experiencia son hoy padres de familia y líderes positivos para sus comunidades”, añade el organismo.
“Las violencias”
Al inicio de los 90, Rivera sentía que, pese al esfuerzo de las mujeres, el movimiento indígena las excluía.
“Éramos totalmente invisibles porque no había liderazgos claros y, si había, eran masculinos”.
“Ahora no. Hay muchas mujeres de diferentes partes del país que aunque no sepan castellano, leer y escribir, expresan lo que no es correcto, lo que debe cambiar. Levantan su voz por la Justicia, por el respeto a la vida, a la naturaleza”.
Para alcanzar esta nueva realidad, Rivera y su generación fueron fundamentales.
“Estamos contra el embarazo adolescente y la violencia sexual de las niñas en las escuelas. Todavía hay países donde niñas de 12 años forman pareja o son entregadas”.
“Las que presencian ese tipo de aberraciones ya son capaces de decir que es incorrecto, que no queremos eso para nuestras niñas”.
Denuncia “las violencias” porque no sólo es la violencia doméstica y sexual, sino la institucionalizada, la que las excluye, por ejemplo, de políticas públicas o la que las despoja de sus territorios y recursos naturales.
Actores económicos
A lo largo de las décadas, Rivera ha llevado planteamientos y propuestas de las indígenas de la región a instancias internacionales.
En 1995 participó en la Conferencia Mundial de la Mujer en Pekín, que —según la ONU— fue “un importante punto de inflexión” para la agenda de igualdad de género.
Rivera Zea es presidenta de Chirapaq, presidenta del Foro Internacional de Mujeres Indígenas y Coordinadora del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas, y entre 2017 y 2019 fue miembro del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas.
“Desde sus múltiples pertenencias y espacios de influencia, el liderazgo de la señora Rivera Zea ha sido primordial para visibilizar y posicionar a las mujeres indígenas como agentes de desarrollo y actores políticos con voz propia”, le indicó BBC Mundo Barbara Ortiz, especialista de la Oficina Regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe.
En Chirapaq, la líder también impulsa el empoderamiento económico de las mujeres.
En la pandemia, junto a ONU Mujeres, ha implementado una iniciativa que brinda asistencia técnica e insumos para biohuertos y sistemas de riego para mejorar “la seguridad alimentaria de más de 800 familias”, señaló Ortiz.