En los últimos tiempos, ‘Cine de Barrio’ ha ido perdiendo presencia en la programación de La 1. Pero sigue siendo uno de los programas emblemáticos de TVE. Incluso uno de los que mejor aguanta en cuota de pantalla en la primera cadena. Pero, sin embargo, su influencia social se va diluyendo paulatinamente.
El secreto de la alta fidelidad del formato está en gran parte en que ha mantenido su ubicación en la parrilla desde prácticamente sus orígenes con José Manuel Parada, apasionado creador del espacio. Escuchar ‘Cine de Barrio’ es oler a tarde de sábado. La otra pata de su buen rendimiento es que es una de las producciones de Televisión Española que mejor teje la documentación. Se nota la mano de su director, Francisco Quintanar (‘La bola de cristal’, ‘Viaje con nosotros’, ‘Mitomanía’…), conocedor como nadie de nuestra creativa historia audiovisual. Así que ‘Cine de Barrio’ no sólo recuerda lo típico, sino que además descubre al espectador grandes e inspiradores momentos. Ahí tiene su valor especial y esencial el programa: no se queda atascado en los lugares comunes y entretiene mientras que aporta.
El relato de ‘Cine de Barrio’ va más allá de su función de contextulizar la película que se proyecta y, al final, realiza grandes monográficos aprovechando con ingenio el poderoso archivo de RTVE. Lo malo es que el programa en sí de ‘Cine de Barrio’ se ha ido abreviando hasta perder la percepción del acontecimiento de reunión de celebridades. Hay que romper con esta sensación de que ahora el programa sólo es un previo de la película de turno. Es mucho más. Por eso mismo, desde la marcha de Concha Velasco y la llegada de la curiosidad minuciosa de Alaska a la presentación, el formato necesitaba una reinvención escénica para dar más entidad al show, que tenía un decorado muy pobre y frío en sus últimas temporadas.
Así ‘Cine de Barrio’ ha estrenado una nueva escenografía, de las más bonitas de la actual tele pública. Atrás quedan unos paneles blancos con imágenes de bobinas de celuloide que no decían demasiado y el programa vuelve a sus orígenes: el interior de una acogedora casa. Piso muy al estilo de Alaska. De hecho, está inspirado en el verdadero salón de Alaska, que vimos en su reality en MTV. Pero no es el real, es un decorado levantado en el Estudio 3 de Prado del Rey que va ser útil como impulso al espectáculo.
Porque este nuevo set, al igual que el guion y documentación del programa, es detallista. Como los grandes decorados de antaño, no falta de nada. Las paredes, con la luminosa amplitud que otorgan unas vidrieras, están desbordadas de cuadros que van de una colorista caricatura de Lina Morgan a brillantes discos de plata que remiten a la propia Alaska. No falta pormenor. Se ha creado una acogedora atmósfera, tan importante en televisión, y se ha concretado un concepto que da coherencia icónica al show. Se trata de dar protagonismo a los dispares y característicos marcos de los cuadros, que también son protagonistas de la nueva cabecera del programa y de la línea gráfica. Así se transmite un ambiente propio que, además, va a tono con la presentadora. Es su casa, pero un hogar muy versátil para un magacine, con todas las posibilidades para poder hacer desde una entrevistas, un debate, una actuación musical o la irrupción de un personaje cómico.
La gelidez del anterior decorado de ‘Cine de Barrio’ se ha transformado en calidez. Con este cambio, que remite más a la creatividad artesanal que a una gran inversión, el formato de La 1 de TVE recupera iconografía. Porque la televisión siempre será enriquecer lo que se narra con la fuerza del envoltorio. Ahí las sintonías y los decorados son decisivos para potenciar las posibilidades de la historia a contar. Y en un tiempo en el que todos los platós siguen la misma fórmula de grandes pantallas de led que no se diferencian entre sí, los programas se hacen más olvidables. No cuentan con una identidad contundente propia. Así que retornar a esos fondos construidos con el arte de la imaginación, entremezclando atrezo clásico con juegos de luz y contraluz, son el gran truco para hacer brillar y vibrar más la tele… y la fantasía de su audiencia. Porque la tele cala más y hasta conquista más si aprende de esa inventiva de la bien entendida teatralidad clásica en la que parece que todo puede pasar con la magia que en ningún otro sitio pasará.