El sentido del humor es una herramienta evolutiva asombrosa que nos ofrece innumerables ventajas. Durante nuestro día a día nos divierte y entretiene pero también nos ayuda a sobrellevar momentos difíciles y nos relaja en situaciones estresantes. Cuando nos reímos nuestro cerebro obtiene una recompensa en forma de dopamina y experimentamos una sensación agradable a través del mismo neurotransmisor responsable del placer. Pero además, el sentido del humor es un mecanismo muy útil para mejorar la cohesión social dentro de los grupos, para fomentar relaciones sociales y fortalecer vínculos y valores con otras personas… quizá por eso, en muchos casos, nos dejamos llevar y nos reímos de chistes o bromas que realmente no entendemos.
Un curioso estudio realizado en Reino Unido, en el que han participado más de 2000 voluntarios, muestra que dos tercios (un 67%) se ríen de chistes que no han entendido, y lo hacen precisamente para encajar y no desentonar. Más de la mitad (un 56%) admitió que tuvo buscar el significado de algún concepto importante en el chiste o que necesitó una explicación posterior para entenderlo.
El origen de este estudio es bastante inusual ya que proviene de los productores de un conocido programa de televisión. “The Vicar of Dibley” es una popular serie de humor que se emite en el canal Gold en el Reino Unido. Sus capítulos suelen terminar con la protagonista Geraldine contándole un chiste a su amiga Alice que, aunque siempre se ríe, nunca termina de entender la broma. “¿Qué pasa si cruzas un pavo con un pulpo? Todo el mundo tiene una pierna en Navidad”… Alice se ríe a carcajadas pero, de repente para y dice “no lo entiendo”.
Ahora, la serie está de aniversario y los productores han realizado un documental especial para celebrar sus más de dos décadas de emisión. Para ello pensaron que sería buena idea contactar con una científica experta en el tema y encargarle una investigación sobre el humor y las razones por las que nos reímos con un chiste, aunque no lo entendamos.
La investigadora seleccionada fue la neurocientífica y escritora Helen Pilcher, doctora en biología por el London’s Institute of Psychiatry que se ha convertido además en una divulgadora científica de éxito. La idea de Pilcher era sencilla: reunir a unas dos mil personas para contarles una serie de chistes y después hacer una detallada encuesta sobre ellos. Los resultados de la encuesta mostraron que factores como la edad, la educación, los antecedentes personales y culturales o el estado de ánimo influyen significativamente en los encuestados.
“La risa es universal”, explica Pilcher, “pero el humor es inmensamente subjetivo y, aunque las personas de todo el mundo disfrutan de una buena broma, lo que les parece divertido varía según una serie de factores, como la cultura, el contexto o el idioma”. Por esta razón, el tipo de humor que tiene más probabilidades de confundir al oyente son las bromas basadas en conceptos especializados o poco conocidos y los chistes que dependen de un juego de palabra.
El chiste que más confundió a los participantes fue “How do you drown a Hipster? In the mainstream”. Un 46% de los voluntarios reconoció que no lo entendió la primera vez que lo escuchó, y es un ejemplo perfecto de cómo necesitas diferentes elementos para que un chiste realmente haga gracia. Saber qué es un hipster o por qué se alejan de las corrientes o tendencias (mainstream) son factores indispensables para que la broma tenga sentido. “Para algunas personas todos esos elementos se juntan se conectan en un instante y entienden la broma”, aclara Pilcher, “pero si falta alguna de esos puntos, la broma fracasa al igual que en la serie de televisión en la escena final cuando Alice no entiende los chistes de Geraldine”.