En la actualidad, las redes sociales se han vuelto parte del día a día de las personas, sobre todo en los adultos jóvenes. De acuerdo al estudio Digital 2021 elaborado por We Are Social y Hootsuite, en el país 77.2 por ciento de la población nacional tiene acceso a ellas, lo que representa a casi 100 millones de personas interactuando a través de diversas plataformas.
Esta convivencia ha impactado de forma directa en diversos ámbitos sociales, y tiene aspectos y efectos tanto positivos como negativos.
No hace mucho surgió el término “cultura de la cancelación”, que básicamente es retirar el apoyo que se le ha dado a lo largo del tiempo a una persona, personaje, organización, empresa o cualquier ente que hay cometido un acto “ofensivo” o se haya expresado de manera “inapropiada”.
Actualmente es más común hablar del término cuando se busca evidenciar acciones racistas, discriminatorias, homofóbicas y machistas; sin embargo, quitar los likes, no leer libros de escritores polémicos, dejar de ver películas políticamente incorrectas ¿funciona realmente?, ¿es equiparable a la justicia?
A primera instancia la respuesta sería que sí, pero las acciones de los “canceladores” podrían ser sólo reacciones emocionales sin análisis, ataques sin pruebas, moralidad antes de información; además, nadie confesaría en voz alta si en algún momento de la vida ha hecho o dicho algo similar a lo que se quiere “eliminar”.
A pesar de que la llamada “cultura de la cancelación” nace de una buena intención: evidenciar una injusticia o un acto incluso del tipo ilegal, no consigue erradicar el verdadero problema de fondo y se queda sólo en un “escarmiento mediático”, pues en ocasiones basta con que la parte ofendida reciba una disculpa pública de la figura infractora para que todo se detenga en lugar de recurrir a instancias legales para resolver el conflicto.
Además, este movimiento podría equipararse con un “bullyng colectivo” de personas que se organizan para atacar, descalificar, instigar o perseguir a una persona, empresa o figura que no es de su agrado y que mediante hashtag, lejos de buscar justicia, consigan que los seguidores de aquello que consideran dañino dejen de apoyarlo.
Muchas figuras públicas han sido víctimas de malos entendidos y comentarios sumamente hirientes por parte de grupos en redes sociales que buscan que todos sepan que “su moralidad” debe ser “la única moralidad” valida.
En días recientes la actriz Sharon Stone dijo que “la cultura de la cancelación era la cosa más estúpida que haya visto jamás”.
También comentó que todos tienen “diferentes edades, diferentes culturas, diferentes pasados, diferentes cosas (…) experiencias, traumas, descubrimientos, padres, pasado religioso, todo diferente,” que en lugar de buscar la separación de grupos debería permitir un aprendizaje colectivo y razonado.
En resumen, la cancelación cultural no sirve para hacer justicia por si misma, porque se limita a creer que “con la desaparición” de aquello que no es políticamente correcto se logra un cambio social, y no pretende atender los problemas de manera estructural o educacional.