Este hotel en la playa El Pescadero, a una hora del Aeropuerto Internacional de Los Cabos y a una hora del Aeropuerto Internacional de La Paz, se ha convertido en el espacio para “no ver, ni ser visto”.
Fue nombrado El Perdido y abrió sus puertas este año para viajeros dispuestos a perderse del mapa, a desconectar del exterior y conectarse con su interior en una playa virgen, pero con todo lo correspondiente a un hotel de lujo.
En este sitio las habitaciones se llaman jacales y presumen un diseño y una arquitectura que se funden con el desierto, pero que cuentan con aire acondicionado y calefacción, una sala exterior con hamaca, un comedor y una terraza con jacuzzi para disfrutar de la vista de la luna.
Este lugar guarda, en cualquier época del año, una sana distancia entre huéspedes y el staff —ambos llamados miembros de la tribu—. Sin embargo, no cualquiera puede pertenecer a esta; es solo para quienes se atrevan y deseen perderse.
Cada miembro de la tribu puede despertar a la hora que sea y tendrá todo lo necesario para cocinar en su jacal. Incluso, si así lo desea, alguna receta o recomendación del chef; aunque también puede ir al comedor, a un costado de la alberca, y servirse lo que más se le antoje de los alimentos ahí dispuestos.
Por si esto fuera poco, y para placer de los que hallan en el viajar, comer y beber los mejores gozos, el chef Víctor Tafoya está a cargo de las delicias que se sirven en el restaurante Coyote, también abierto al público, y del resto de los alimentos de El Perdido.
Otra de las joyas de esta corona es el Honor Bar. Además de guardar una amplia selección de mezcales, tiene la particularidad de que los miembros de la tribu pueden tomar y prepararse lo que deseen y solo deben anotar sus consumos en una libreta.
El diseño arquitectónico de este lugar hace que pocos espacios requieran de aire acondicionado.
Gracias al diseño, los materiales y la disposición de los muros, cada zona techada se siente perfectamente ventilada.
El lobby es ideal para ver películas al aire libre por las noches.
Otros imperdibles son jugar futbol de mesa, entrar al jacuzzi-observatorio, desde donde se aprecia una de las mejores vistas de la región, o tomar una copa y hablar, y hablar, y hablar por horas.
Para saber
Quienes elijan hospedarse en este sitio tienen la opción de tomar prestado un Polaris y, con mapa en mano, salir de excursión. A solo unos minutos se encuentran muchas de las granjas y huertas de donde los chefs de la zona se surten de ingredientes orgánicos y, en algunas, es posible quedarse a comer. También se puede llegar en Polaris a una playa de mar abierto y pasar ahí todo el día sin que nada y nadie perturbe el silencio y la paz que se respira. Si se corre con suerte en los meses indicados, los visitantes pueden ver a lo lejos —o no tanto— ballenas, en invierno, y tortugas en la época de desove. Más información en: elperdido.mx